El coronavirus y la indefensión de México ante una pandemia

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Documentos del otrora Centro Nacional de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) –hoy Centro Nacional de Inteligencia– han dado cuenta de la amenaza que significaría para México la aparición de una pandemia. Tales expedientes –de uso cerrado– reconocen la casi nula capacidad de respuesta del sistema de salud mexicano ante un escenario en el que tuviera que enfrentar la demanda de atención de miles (o incluso millones) de personas atacadas por una enfermedad contagiosa y potencialmente mortal.

Al menos desde 2005, la Agenda Nacional de Riesgos ha advertido año con año de esta amenaza que se cierne sobre el Estado mexicano. También la temática se ha incluido dentro del compendio de literatura con que se preparan los analistas y agentes de seguridad nacional del país. En el tomo 8 de la colección Lecturas de inteligencia, de la Escuela de Inteligencia para la Seguridad Nacional (Esisen), se ubica de manera destacada la posible aparición de pandemias entre los riesgos de índole social que corre México. Otros riesgos son de índole económico, geopolítico y criminal.

Sin embargo, las advertencias del órgano de inteligencia civil y seguridad nacional nunca se tradujeron –durante los regímenes pasados– en una política de Estado encaminada a enfrentar esta amenaza. Por el contrario, los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto profundizaron el desmantelamiento del sistema de salud público y promovieron los negocios de los poderosos laboratorios; además, favorecieron un intermediarismo privado (o coyotaje) que hoy chantajea y se resiste a soltar la mina de oro que le significan las enfermedades que padecen los más vulnerables del país.

En la Agenda Nacional de Riesgos de 2015 se pueden leer los escenarios de riesgo que podrían rebasar la capacidad de respuesta del sistema de salud y colapsar a la nación. El segundo de estos escenarios es el que nos interesa ahora: “Aparición de un virus de mayor contagio y letalidad que sea capaz de transmitirse con facilidad entre los seres humanos”.

El documento, de carácter reservado, reconoce que ante una situación de este tipo habrá una: “Limitada capacidad de respuesta gubernamental (salud, seguridad pública y Fuerzas Armadas o del personal de áreas estratégicas) ante un contagio masivo”.

Además, destaca la “falta de coordinación entre dependencias e insuficiencia de controles sanitarios y de salud (sistemas de detección temprana) para prevenir y evitar la extensión de enfermedades transmisibles”.

Los analistas del entonces Cisen justifican su preocupación con otras observaciones: el Estado mexicano tiene un “limitado control en aeropuertos y puertos para detectar y atender eventos de alta patogenicidad”; existe una “debilidad estructural de las finanzas del sistema de salud pública”, y se cuenta con una “limitada capacidad para investigar enfermedades infecto-contagiosas”.

Sin que haya pandemia alguna, las clínicas y unidades de salud no se dan abasto para atender las enfermedades crónico-degenerativas que ya padece la población mexicana. “No hay camas”, es una frase común para negar el servicio médico en hospitales públicos desde hace varios años. ¿Qué pasará si el país tiene que enfrentar la demanda de cientos de miles enfermos por contagio?

En documentos de seguridad nacional se señalan escenarios en los que miles de personas enfermas y no enfermas se agolpan entorno a los hospitales demandando atención para sí mismas o para sus familiares. Las Fuerzas Armadas (¿ahora también la Guardia Nacional?) tendrían que hacerse del control del sistema sanitario.

Tal amenaza, por supuesto, no es privativa de México. Es mundial y aparece en las agendas de seguridad de casi todos los países. Los científicos saben que algún día ocurrirá, aunque no se sabe cuándo. La pandemia más mortífera de este tipo ocurrida en el pasado reciente tuvo lugar entre 1918 y 1920. Mató a 40 millones de personas en todo el mundo. Sólo en España cobró 8 millones de vidas. Se trató de un brote de influenza por el virus A, del subtipo H1N1.

Hoy la amenaza del Coronavirus 2019-nCoV –surgido en Wuhan, China, en diciembre pasado– es seria. No sabemos aún si se trata de una enfermedad que generará alta mortandad. Lo que sí ya se está comprobando es su alta capacidad de transmisión, mayor que la del SARS de 2009 y que la del MERS de 2012.

Un informe elaborado por los científicos Jonathan M Read, Jessica RE Bridgen y Chris P Jewell, del Centre for Health Informatics, Computing and Statistics, Lancaster Medical School (Reino Unido); Derek AT Cummings, del Department of Biology and Emerging Pathogens Institute, University of Florida (Gainesville, Estados Unidos), y Antonia Ho, del Medical Research Council-University of Glasgow Centre for Virus Research (Glasgow, Reino Unido), señala la seriedad de la posible pandemia en marcha.

Titulado Novel coronavirus 2019-nCoV: early estimation of epidemiological parameters and epidemic predictions, el documento emitido este 24 de enero estima que sólo el 5.1 por ciento de las infecciones en Wuhan están identificadas. Es decir, los casos son muchos más de los que señalan las cifras oficiales.

“Nuestro trabajo sugiere que un número reproductivo básico para este brote de 2019-nCoV es mayor en comparación con otros coronavirus emergentes, lo que sugiere que la contención o el control de este patógeno puede ser sustancialmente más difícil.”

No se refiere al informe a la letalidad. Esperemos que con las inminentes mutaciones este virus no se convierta en uno de los que teme la comunidad científica y para el que el país estaría prácticamente indefenso.

Zósimo Camacho