Plan Anticrisis de Obama: más preguntas que respuestas

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Carlos A. Sánchez / Prensa Latina

La recesión de la economía de Estados Unidos, desatada en la segunda mitad de 2008, está teniendo efectos severos en todo el país y amenaza tan seriamente a los más diversos sectores de la población que puede convertir el dorado sueño americano en una verdadera pesadilla, sin saberse por cuánto tiempo. Las medidas anunciadas en el Plan Anticrisis no gustan a muchos republicanos, quienes lo hallan muy costoso y sin suficiente ayuda para los negocios de banqueros y otros grandes empresarios. El plan del presidente incluye gastos por un total de 787 mil millones de dólares, de acuerdo con un informe de más de 1 mil páginas. Esa cantidad será repartida en 308 mil millones de dólares en gastos fiscales, otros 212 mil millones en recortes tributarios tanto para individuos como para pequeñas empresas y 267 mil millones en fondos directos para programas sociales. Se calcula que la economía está perdiendo 500 mil empleos al mes y, cada semana, más de 100 mil personas se quedaron sin trabajo en febrero pasado. La intención de Obama es crear o salvar más de 3.5 millones de empleos y lograr una reducción considerable de los gastos previstos inicialmente por la Cámara de Representantes, que fue el principal punto de conflicto entre republicanos y demócratas. Además, se mantiene la rebaja de impuestos que beneficiará al 95 por ciento de la fuerza laboral, lo cual refleja una de las promesas de campaña del presidente. Se incluye un crédito a los trabajadores de hasta por 500 dólares. Otros 105 mil 900 millones de dólares se destinarán en los próximos años a programas de educación y capacitación, 48 mil millones de dólares para proyectos de transporte, 37 mil 500 millones para programas energéticos, 24 mil 300 millones de dólares para ayudar a los sectores más castigados por la crisis y 14 mil 200 millones para programas de salud, entre otros.

Los desalojos

La práctica de privilegiar las utilidades de los negocios por encima de las necesidades básicas de la gente es algo común en la vida corriente en Estados Unidos, pero en las actuales circunstancias resulta muy impopular que se ayude a los bancos y a las grandes empresas con cifras muy superiores que las destinadas a la atención de la clase popular, la más numerosa. Cualquier meteoro natural de gran intensidad como los que azotan periódicamente territorio estadunidense derrumban miles de hogares, pero la crisis de las hipotecas, a causa del sistema económico y social vigente en ese país, se convierte en un gran huracán que golpea con mayor encono y crueldad a miles de familias, porque deja en pie las casas que ocupaban hasta sólo hace unos días, con todo lo que hay dentro, sólo se las quita a sus endeudados propietarios y las entrega a los bancos. Éstos se deshacen de ellas revendiéndolas en el ya saturado mercado de la vivienda para recuperar, al menos, una parte del préstamo hipotecario. Los acaudalados ejecutivos de las firmas hipotecarias podrán decir: “No es nada personal, es un asunto de negocios”, tomando una frase muy empleada en el lenguaje de famosas películas sobre el mundo de la mafia, pero éste es uno de los aspectos más inhumanos e irritantes que más ha impactado a la gente en Estados Unidos y otros países. Las ejecuciones hipotecarias, como se les llama técnicamente en los medios financieros a estos desalojos de viviendas, han hecho que surja una demanda creciente al presidente para que tome medidas a fin de detener inmediatamente esas acciones, las cuales pueden llegar a 6 millones, según algunos estimados, mientras que otros cálculos indican que podrían sumar 9 millones.

Necesarias, cifras totales

Sobre esto de los estimados y los cálculos, en particular sobre las cifras concretas de desalojos y “destrucción” de puestos de trabajo, las autoridades podrían intervenir para dar una idea más precisa acerca de la magnitud real de los graves problemas que esta recesión ocasiona. Por ejemplo, sobre los desempleados, las fuentes oficiales y los analistas de prensa dan muchas cifras, pero sólo acerca de cuántas personas perdieron su empleo, entre un trimestre o entre un mes y otro, pero no del total en todo el país. Los datos de analistas pueden ser escalofriantes. El 13 de noviembre de 2008, el servicio Bloomberg, citando al Departamento del Trabajo, reportó que el número de personas que reciben subsidio de desempleo ascendía a 3 millones 900 mil el primer día de ese mes, pero el total sin empleo era de 10 millones, el más alto en varias décadas. Esta última cifra no ha sido confirmada por ningún otro medio informativo. Sin embargo, el 18 de febrero un reporte de CNN atribuye al Departamento del Trabajo haber informado que el número de personas cobrando seguro de desempleo había subido a 5 millones.

Las tres grandes

El otoño último, General Motors, Ford Motor y Chrysler, las tres gigantescas empresas fabricantes de automotores en Estados Unidos, declararon estar al borde de la quiebra y solicitaron al gobierno una fuerte inyección financiera para salir de sus dificultades. Primero pidieron 25 mil millones de dólares en octubre; pero en diciembre subieron su solicitud a 34 mil millones. El gobierno de Barack Obama se mostraba cauteloso, aunque mantenía su disposición a ayudar. La cuestión era decidir el monto. A juicio de analistas, las autoridades tenían casi la obligación de intervenir, tanto para ayudar a rescatarlas como para determinar el origen del problema de estos gigantes industriales, empleadores de miles de trabajadores en Estados Unidos y en decenas de países. Los instrumentos legales existen, pero no se ha planteado en ningún momento la conveniencia de nombrar un interventor con facultad para ordenar auditorías a fondo y determinar por qué esas firmas llegaron a la situación de solicitar un rescate de emergencia. No es nacionalización, sólo intervenir para ver cómo han sido manejadas y, sobre todo, para fiscalizar que el dinero que decida darse para auxiliarlas sea usado con honradez y eficiencia. La cuestión es que, por si hubiera pocos problemas, los héroes del mundo financiero, de bolsas de valores, fondos de inversión, etcétera, es decir, los ejecutivos exitosos y multimillonarios, ídolos de muchos, han aparecido últimamente como defraudadores de la confianza y del dinero de sus amigos inversionistas, como Robert Allen Stanford y Bernard Madoff, cuyos sonados escándalos sacudieron a la elite de los negocios y a miles de ingenuos inversionistas. Hay en Wall Street un clima de crisis de confianza y de falta de ética en los negocios, que debía obligar al gobierno a andar con pies de plomo y vigilar cada centavo de los contribuyentes usado para rescatar bancos o gigantes de la industria automotriz.

Orígenes de esta crisis La eliminación de regulaciones a los bancos, propugnada por los teóricos del neoliberalismo, desató una verdadera orgía especulativa en el sector financiero y comercial que explotó en el ámbito hipotecario cuando decenas de miles, primero, y luego millones de deudores no pudieron hacer frente a los pagos de sus préstamos a causa del alza brutal del precio del petróleo, también especulativa, que lo encareció todo. El resultado está a la vista: una drástica disminución de todo tipo de manufacturas, así como de servicios proporcionados tanto por el sector público como privado, y también un freno en la construcción. Sólo en enero de 2009, la economía de Estados Unidos “destruyó” –término utilizado por el Departamento del Trabajo a principios de febrero– 598 mil empleos, su peor dato desde 1974, lo que elevó el paro a 7.6 por ciento de la población laboral del país, la más alta desde 1992. El panorama a corto plazo no pinta bien. El precio del petróleo bajó y el de la gasolina lo hizo poco después, pero el alza en los precios de los alimentos se mantiene y en varias tarifas de transporte también, igual que otras alzas. La recesión estadunidense pronostica caídas en las importaciones de ese país y ya los 27 estados que forman la Unión Europea se declaran en recesión; Japón también. En tanto, América Latina y el Caribe enfrentan crecientes dificultades derivadas de la situación en Estados Unidos. De entrada se registran caídas en las remisiones monetarias de familiares que, incluso en economías grandes como la mexicana en años recientes, como 2006, habían superado al petróleo y al turismo como principal fuente de divisas. El número de personas que perderán sus empleos podría aumentar en 20 millones como resultado de la crisis financiera, expresó el director general de la Organización Internacional del Trabajo, Juan Somavia, el 20 de enero pasado, con lo cual el desempleo mundial pasaría de 190 millones en 2007 a 210 millones de personas a fines de 2009. Aún el Plan Obama debe pasar la prueba más importante, el enfrentamiento con la realidad y entonces se verán con toda claridad méritos y fallas. De entrada, parece tener la intención de ayudar a ricos y pobres, algo novedoso, ya que George W. Bush nunca habló de ayudar a esos últimos. Revitalizar la economía más grande del mundo no es tarea fácil y el camino pasa también por la disminución del desmesurado déficit fiscal y una reducción del enorme gasto militar. Todo eso implica retos que hay que enfrentar y vencer si en verdad se quiere dar sustancia al cambio prometido.