Agenda ambiental, una estrategia de seguridad nacional

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Responsabilidad Social

Paulina Martínez*

De acuerdo con el Banco Mundial, cada año se cuantifican pérdidas económicas de hasta 200 mil millones de dólares por afectaciones relacionadas con climas extremos, es decir, el creciente impacto que azota a diversas ciudades y miles de personas por fenómenos extremos derivados del cambio climático.

Tan sólo hay que considerar las tragedias que se dieron durante 2013 en Filipinas, o sin ir tan lejos, los destrozos que sufrieron casi dos terceras partes de México, principalmente en el estado de Guerrero. Pero, ¿qué decir de las pérdidas humanas? ¿Cuánto vale la vida de un niño de los cientos que fallecieron en ambas tragedias?

¿Es preferible pagar por resarcir los daños a invertir para evitarlos? Consideremos también que un panel de científicos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) advierte que los eventos del clima extremo aumentarán su intensidad si el cambio climático permanece sin control.

No cabe la menor duda que el cambio climático es una realidad, y quien lo dude aún, lo exhorto a que encienda el televisor y sintonice cualquier programa de noticias, de los que ahora tanto abundan, y haga un rápido análisis para identificar cómo casi el 70 por ciento del contenido de esas crónicas televisadas está ligado con el cambio climático: tragedias por fenómenos naturales, sequias extremas, inundaciones; pero también pobreza, violencia, delincuencia, que por supuesto se detona por la falta de oportunidades laborales, de subsistencia o de condiciones para una vida digna y, por si fuera poco, el manejo político de los energéticos que se debate en la explotación de recursos energéticos tradicionales, principal fuente de gases efecto invernadero y minimiza la posibilidad de crecer el uso de energías renovables.

El petróleo no es la única riqueza con la que cuenta México, ni siquiera es fuente de economía de la que nos pudiéramos ver beneficiados los mexicanos. Las energías renovables tienen mucho mayor valor, dejemos de ver a México como un país “petrolero”. La energía solar, por ejemplo, es uno de los grandes potenciales de nuestro país. Al norte de México contamos con uno de los espacios más envidiables a nivel global para la captación de radiación solar cuyo aprovechamiento sería altamente redituable en la economía de todos los mexicanos.

Pero México cuenta además con otras grandes oportunidades de crecimiento y aprovechamiento sustentable de la riqueza natural con la que contamos, un claro ejemplo es el altísimo potencial forestal de nuestro país. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), México se ubica en el lugar número 12 en cuanto a superficie forestal a nivel mundial. Sin embargo, hay que empezar por organizarnos y ponernos de acuerdo en una visión global, integral y de largo plazo, empezando por la esfera legislativa.

Será necesario fortalecer la legislación ambiental y homologar leyes para evitar conflictos intersectoriales, por ejemplo, hoy por hoy el propietario de un terreno forestal se debate entre deforestar, tumbar la selva o el bosque que crece en ese espacio para recibir un subsidio federal que va desde 963 pesos hasta 1 mil 926 pesos por hectárea y hacer un cambio de uso de suelo para producción agrícola; o bien, mantener esa riqueza natural con perspectiva a largo plazo y recibir tan sólo 300 o 400 pesos por hectárea como estímulos económicos por la conservación del bosque por concepto de servicios ambientales.

Es prioritario fortalecer nuestros espacios naturales, proteger nuestra riqueza natural, hacerlo a través de abrir y detonar oportunidades laborales, de crecimiento social, alejar a la sociedad de la pobreza, de la violencia y por ende de la delincuencia, organizada o no, pero a través de oportunidades tangibles, reales de equidad social. Garantizar hoy los recursos naturales para las generaciones futuras, pero también para nuestra generación, recursos que hoy también aprovechamos, abrir oportunidades para la sociedad, para una economía sana y un equilibrio ambiental.

*Comunicación de Pronatura México, A.C.

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