¿Por qué el desempleo decidirá las elecciones en EU?

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Desde que la pandemia del Covid obligó a Estados Unidos a cerrar su economía, muchas cosas han pasado: precios del petróleo en niveles negativos; cierre de fronteras y comercio; una inyección histórica de 2.3 billones de dólares por parte de la Reserva Federal (Fed); distorsiones pronunciadas en los precios (incluidos los accionarios, inmobiliarios, el tipo de cambio, energéticos, etc.); y hasta un presidente con diagnóstico confirmado de Covd. Ciertamente, “el mundo” está al pendiente de la recuperación económica en Estados Unidos. Si bien las “miradas” están en las cifras de PIB, inversión o comercio exterior, en un periodo de elecciones lo que importa es lo que sucede en la “llamada economía real”; lo que afecta directamente a los hogares. En concreto: el desempleo y la inflación. Como la tasa de inflación ha reflejado cierta estabilidad, me parece que lo que suceda en el mercado de trabajo podría, en principio, definir al nuevo inquilino de la Casa Blanca.

La gran pérdida de empleos en EU se encuentra en el sector servicios en 12% y en particular en aquellos servicios relacionados con la hostelería en 17.7 por ciento.

Los números, la tendencia y el reto.

Las buenas noticias primero. Según el Buró de Análisis Económico (BEA por sus siglas en inglés), tanto la tasa de desempleo como el número de desempleados en septiembre cayeron por quinto mes consecutivo. Sin embargo, los niveles de empleo se mantienen aún por debajo del periodo pre-Covid, pues la pandemia ocasionó que casi 20 millones de personas perdieran su trabajo. La gran pérdida de empleos se encuentra en el sector servicios en 12 por ciento y en particular en aquellos servicios relacionados con la hostelería, en 17.7 por ciento. Para poner el problema en números absolutos: en septiembre había 7.2 millones de personas que no se encontraban trabajando y estaban en búsqueda de un empleo remunerado. Según estimaciones de la Fed, la tasa de desempleo alcanzará los niveles pre-pandemia hasta el 2023.

La medición del desempleo se ha convertido en un reto que destapa nuevos problemas en el mercado laboral. De los 5.2 millones de personas empleadas que no estuvieron trabajando en la semana de referencia, 1.3 millones dijeron que fue por una situación de enfermedad, lesión o causas médicas. Las cifras indican que ésta es una situación similar a la vivida en el mes de agosto, aunque superior a los 895 mil en promedio de los años 2016-2019. En septiembre, 1.4 millones de personas fueron registradas en la categoría de “otras razones” de desempleo. Si consideramos que estas “otras razones” son, por ejemplo, quedarse sin trabajar por cuidar a un familiar diagnosticado con Covid, entonces más de una cuarta parte de estos 5.2 millones han sido afectados en su condición laboral por la pandemia.

Según estimaciones de la Fed, la tasa de desempleo alcanzará los niveles pre-pandemia hasta el 2023.

El problema se profundiza cuando se revisan las cifras con más detalle. En septiembre, 6.3 millones de personas estuvieron empleadas en un trabajo medio tiempo. Es decir, 2 millones de personas más en comparación con las cifras publicadas en febrero. Se puede inferir que estas personas estuvieron disponibles para trabajar tiempo completo, pero debido a la pandemia solo encontraron trabajos de tiempo parcial.

Por si eso no fuera suficiente, existe una inequidad en la pérdida del empleo. Según el Washington Post, en la cúspide de la pandemia, la tasa de pérdida de empleo en el sector de bajos ingresos fue ocho veces superior al del grupo de altos ingresos. Se sabe que la recuperación económica en grupos vulnerables como madres solteras, hispanos o afrodescendientes ha sido más lenta. Según el diario, se ha recuperado el 61 por ciento del empleo perdido para el grupo de mujeres anglosajonas versus el 34 por ciento para el grupo de mujeres afroamericanas; en tanto, el 55 por ciento de los empleos se han recuperado en el grupo de trabajadores con diploma universitario versus 40 por ciento de quienes tienen un nivel inferior de estudios.

El mercado laboral en Estados Unidos no está recuperándose sino transformándose durante la pandemia

Quizás esto es una señal de que el mercado laboral no está recuperándose sino transformándose, y eso trae nuevos desafíos. Como el Covid, el fenómeno del desempleo ha sufrido una “segunda ola”; según The Economist, se ha registrado un aumento en el desempleo permanente. Las empresas, sugiere la revista, están haciendo nuevos recortes de personal debido a una restructura de costos que obedece no sólo a razones de supervivencia sino a la búsqueda de competitividad. A diferencia de Europa, donde los gobiernos de bienestar ofrecen una “red de protección” que pagan sueldos y mantienen la fuerza laboral, el libre mercado de Estados Unidos obliga a que solo quienes sean más eficientes y productivos, sobrevivan. En otras palabras, es posible que después del Covid el mercado laboral de Estados Unidos se vuelva más productivo al abrazar de una vez por todas, el reto tecnológico.

Los problemas del paquete de estímulos

Durante abril, mayo, junio y julio, los desempleados recibieron un primer paquete de estímulos federales bajo el cual las personas recibían en promedio $900 dólares semanales; $1,200 para personas solteras que ganan $75,000 anualmente; $2,400 para parejas que ganan $150,000 anualmente; y los padres de familia reciben $500 extra por cada hijo menor a 17 años. Pero ante la prolongación de la crisis y la incapacidad de lograr un nuevo acuerdo en el Congreso, los desempleados terminarán recibiendo solamente $300 semanales de beneficios estatales. Pero ese es solo el primer problema.

Recientemente, la oficina de recaudación (ISR por sus siglas en inglés) anunció que para ser elegible a recibir $1,200 dólares a fin de año – un paquete de estímulo llamado “Cares” por sus siglas en inglés – el desempleado debe enviar su declaración de impuestos. Esto deja fuera a millones de personas en situación precaria y vulnerable. No solo porque no tienen el hábito de declarar – cerca de 9 millones – sino porque el proceso es, per se, impráctico y tortuoso. Si uno no ha sido beneficiario de estímulos federales y no suele declarar impuestos por ganar $12,000 dólares de ingresos o menos, el ISR no detecta que se califica al beneficio. También es necesario que el aplicante tenga una cuenta bancaria activa (¿acaso las personas en situación de calle la tienen?). Las oficinas de recaudación están cerradas por lo que todo el proceso debe hacerse en línea con un sistema informático poco amigable y obsoleto (¿qué persona en situación de pobreza cuenta con una computadora e internet?). Adicional a ello, las llamadas para solicitar asistencia y los bancos de comida han sido rebasados; existen problemas técnicos por retraso en el procesamiento de datos, y los datos de quien es elegible y quien recibe el dinero “no cuadran”. En suma, los recursos no están llegando, especialmente para los más vulnerables.

No todos son elegibles al beneficio, aun siendo considerado persona vulnerable; gente que se ha declarado dependiente de un tercero que presenta su declaración de impuestos, como estudiantes universitarios, no califican. Tampoco son elegibles adultos que dependen del cuidado de terceros, como personas que viven con familiares o discapacitados.

Por todo lo anterior, se estima que solo la mitad de las familias elegibles podrían recibir los cheques de ayuda del gobierno federal.

El desempleo “azul o rojo”: todo es política

¿Por qué importa la situación laboral de los hogares? Porque el 3 de noviembre es día de elecciones.  Atender el problema del desempleo es un juego de balanza política que puede decidir el resultado de las urnas. Según estudios realizados en los últimos meses, la situación económica de los estados republicanos supera a la de los gobiernos demócratas. De hecho, las tasas de desempleo más bajas se ubican en estados republicanos. Si los demócratas quieren recuperar el voto de las minorías, quienes suelen representar su base electoral, entonces debieran acordar en el Congreso el nuevo paquete de estímulo, aunque ello implica entregar un regalo prenavideño a Trump. El juego político está en el mercado laboral y quien sepa descifrarlo será un potencial ganador en las urnas.