La felicidad en tiempos posmodernos

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Un tópico, que me parece nunca pasa de moda, es la felicidad. Actualmente la felicidad se ha puesto en boga. Y me refiero que hasta existen hoy en día programas académicos, e incluso universidades que llevan en su título principal, la palabra ‘Felicidad’. Aunque se trata de un concepto de antaño, que fue forjado desde las más antiguas filosofías, me pregunto si en verdad sabemos lo que significa, si en verdad hemos dedicado tiempo a reflexionar qué es, y más que otra cosa, qué nos hace felices.1.-LarissaGuerreroF150

La filosofía antigua nos indica que a todo ser, le corresponde cumplir con una finalidad propia, la cual se sigue de su naturaleza. En el caso del ser humano, se dice que lo que le corresponde como fin último o bien supremo es alcanzar la felicidad, pero ¿qué diantres significa esto?, en un mundo donde el pragmatismo y la inmediatez imperan, que la felicidad sea el fin último, pudiera sonar un poco alarmante. Pues nadie queremos esperar para ser felices.

Por otra parte, la noción de la felicidad, o dicho de otro modo, la concepción de lo que significa ser feliz, evidentemente cambia en relación al entendimiento del bien, así como a la época, cultura y contexto en el que el ser humano se desenvuelva. No es lo mismo la felicidad para la Grecia clásica, que para la edad media, la modernidad o la posmodernidad. Por ejemplo, para Platón la felicidad implicaba armonía y equilibrio en el alma, para Aristóteles, la felicidad era entendida como eudaimonía, la cual se lograba a través de la realización de las actividades más nobles para el ser humano, las cuales eran las acciones intelectuales, ser feliz suponía conocer, saber, ser virtuoso. Para Epicuro, la felicidad era la satisfacción de todas las necesidades humanas, específicamente aquellos placeres sencillos que puedan satisfacerse fácilmente. En la edad media la felicidad estaba relacionada con la contemplación de la divinidad, se lograba la felicidad al conocer y amar a Dios.2.-LarissaGuerreroF150

La modernidad hizo un giro al concepto de felicidad, el cual, siguiendo un poco la idea epicureista sobre la satisfacción de los placeres y ciertas nociones de la economía, se asumió la felicidad como bienestar. Se puede afirmar que el bienestar es la idea básica del utilitarismo, para el cual, la felicidad supone eliminar el sufrimiento y lograr el máximo del placer o de placeres. ¿Por qué se dice que se dio un giro? Puesto que la felicidad cambia de un estado de bien ser a una situación de bienestar. A partir de la modernidad el parámetro ya no será ni el equilibrio,  lo intelectual, lo divino o el placer en sí, sino lo útil. La felicidad se calcula en base al logro del mayor bien para el mayor número de personas. Claramente empezamos a encontrarnos con una comprensión de la felicidad que está ligada al poder adquisitivo.

La felicidad ha cobrado tintes que ya no son ni antropológicos, psicológicos o incluso morales. Lo lógico sería que la felicidad se defina desde la ética, sin embargo, la moral es algo que ha pasado de moda, entonces, ¿quién o cómo se define la felicidad? En mi opinión, los que definen la felicidad en la actualidad son el liberalismo y la economía política, ya que ambas ciencias se encargan del estudio de la asignación de recursos materiales, como bienes, servicios o dinero. El liberalismo indica que el ser humano ha de ser lo más libre posible, para poder desarrollar su independencia, y a la vez, la prosperidad de cada hombre, lo que dará como resultado la felicidad.

El liberalismo es la doctrina política que afirma la libertad individual, que los seres humanos por ser racionales, poseen derechos individuales, tal como el derecho a configurar la propia vida en la esfera privada con plena libertad, y los derechos a la propiedad y la felicidad. La felicidad está vinculada a la libertad principalmente. Ser feliz es tener la posibilidad y el derecho de ser libres. La pregunta que se sigue es, ¿qué tenemos que entender por libertad? Desde el liberalismo económico podemos afirmar que la libertad que interesa es la libertad individual, o dicho de otro modo, la libertad negativa. Es decir, libertad de coacción externa. Si alguien pretende realizar una acción determinada, éste tiene como derecho fundamental el no ser limitado. Dicho en palabras de Hobss: “Libertad significa, propiamente, ausencia de oposición; (…) Un hombre libre es aquel que, en aquellas cosas que puede hacer en virtud de su propia fuerza e ingenio, no se ve impedido en la realización de lo que tiene voluntad de llevar a cabo”.

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Para que lo anterior sea posible, en efecto requerimos de la libertad positiva, es decir, tener la capacidad de ser dueños de nuestra voluntad, poder determinar las acciones propias y el propio destino. Por ende, ser feliz es hacer lo que nos dé la gana, siempre y cuando tengamos las capacidades que se requieren, incluidas el dinero, y que no pisoteemos la libertad y derechos de los otros.

¿Es esta la noción de felicidad que pensamos, cuando alguien nos dice que seamos felices? Tal vez no, porque a la hora de reflexionar, nos ponemos románticos, y pensamos en la felicidad en términos de estados de ánimo o emociones, satisfacción, alegría, motivación, entre otros por el estilo. El problema está en que no hacemos la conexión, que la satisfacción, la alegría o las emociones son un efecto vinculado a lo anterior. Es decir, vivimos con la idea preconcebida que la felicidad es el bienestar, la independencia, el poder adquisitivo, el éxito, etc., pero no paramos a reflexionar en si en verdad se tienen las capacidades o recursos necesarios para lograr lo que nos hemos planteado como destino, en lugar de solo plantearnos un destino emocional.

¿Qué es lo correcto? En realidad, la respuesta no es sencilla, pero se los dejo así, sin resolver, para ponernos a pensar, si queremos ser felices, ¿qué debemos hacer para alcanzar la felicidad?

 

*Directora de investigación y proyectos en el Buró de Ingeniería Humana y Desarrollo y Responsabilidad Social.  @laruskhi