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Piensa mal y acertarás
Por Fernando Martin
¿Con quién se queda el INE? Y no es que nuestro árbitro electoral deba perder su invaluable parcialidad y deba inclinarse o elegir un bando en la disputa por la Presidencia de la República, sino que sus opciones de “apoyo político” han sido deplorables últimamente, por no utilizar otro término. Como si se tratara de un menor de edad en medio de un divorcio, el Instituto Nacional Electoral no ha pasado un sexenio fácil y prácticamente en los últimos meses “le llueve sobre mojado” (no necesariamente por su falta de profesionalismo y compromiso por la democracia en nuestro país, sino porque ha sido incapaz de meter “en cintura” y poner en su lugar al titular del Poder Ejecutivo y a los partidos políticos).
Cuando un grupo político que durante años luchó como minoría opositora llega al poder con el voto de una amplia mayoría de mexicanos es gracias a la madurez de las instituciones electorales y/o el resultado de años de conquistas en la búsqueda del fortalecimiento de un árbitro electoral autónomo y eficiente. Si bien esa eficiencia requiere altos costos que se ven reflejados en personal calificado, nuevas tecnologías y/o procedimientos cada vez más acordes a la actualidad, un INE “aspiracionista” hace sombra a una administración federal por el simple pecado de ser certeros, legales, independientes, imparciales, objetivos y de máxima publicidad. Un grupo fariseísta que pregonaba durante meses la necesidad de reformar las leyes electorales bajo la premisa de que la legislación y las instituciones son perfectibles, que subían a la tribuna de cualquiera de las cámaras del Congreso de la Unión y “ondeaban” metafóricamente una bandera grabada con letras del jurista latino Marco Tulio Cicerón: “Seamos esclavos de las leyes, para poder ser libres”, es ese mismo grupo que actualmente ha recibido un constante llamamiento del Instituto Nacional Electoral de respectar los tiempos y las formas establecidas en las leyes electorales como las diversas medidas notificadas por el INE al señor presidente, entre otras, eliminar su “mañanera” de YouTube donde mostraba las encuestas a favor de MORENA o evitar la violencia política de género contra la senadora Xóchitl Gálvez, o bien las corcholatas en una abierta y descarada precampaña “que no es precampaña”.
Y cuando se voltea hacía otro lado en la búsqueda de una opción política diferente, una respetuosa de las leyes e instituciones electorales, cualquiera puede creer que esa opción es el Frente Amplio por México “de todos los moles”, ya sea porque sudaron hombro a hombro recorriendo y manifestándose en las calles de diversas ciudades del país buscando defender al Instituto Nacional Electoral o porque combatían las propuestas de reformas de MORENA y sus aliados en los tribunales, y de esos días (no hace mucho tiempo) sólo la foto ha quedado pues, si de algo se ha caracterizado la oposición durante las últimas semanas es que se ha convertido en una opción electoral igualmente fariseísta. ¿No lo piensa así? Aquellos o aquellas que marchaban y/o entraban en defensa del INE ahora se encuentran borrando publicaciones de sus redes sociales como Gálvez, Creel, Paredes, De la Madrid y compañía; la misma senadora Gálvez expresando hace un par de días que el Instituto Nacional Electoral permite que AMLO “se pase por el arco del triunfo” las medidas cautelares (lo cual es cierto pero no quita el hecho que resulta un ataque al INE), o aspirantes a encabezar el Frente Amplio por México recorriendo el país aún estando en funciones en sus respectivos puestos (por lo menos en MORENA renunciaron a sus cargos). En fin, “la misma gata pero revolcada” dice el dicho popular.
Expresar que la próxima elección se distinguirá por la lucha entre hipócritas contra hipócritas, tal como se expresó en la columna anterior, no debería ser un tema de orgullo aún con el morbo que pueda causar ver cada día cómo nuestra clase política se ataca entre sí y/o los veamos hacer o decir cosas en redes sociales que puedan dar pena ajena: ya sea entrándole a las garnachas, intentar imitar la forma de hablar y “chistear” del señor presidente, sacando sus mejores pasos de baile, cantando mal las rancheras o cualquier otra cosa similar (“¡Nombre unos genios!” diría Meade en su momento), la verdad es que resulta preocupante pues, al tiempo que nuestros políticos se comportan de esa manera, convierten al Instituto Nacional Electoral en el nuevo “payaso de las cachetadas”.