Hablando de Inflación

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*Por Jorge Gordillo

Cierto nivel razonable de inflación mantiene la estabilidad de los precios e incluso
puede fomentar el consumo, estimular la demanda y la productividad; es decir, no
todo nivel de inflación es dañino para la economía.

La inflación se refiere a un aumento generalizado de los precios de bienes y servicios
en toda la economía en el tiempo. Este aumento en los precios erosiona el poder
adquisitivo de los consumidores (familias) y de las empresas.

En otras palabras, el sueldo o ingreso de hoy no alcanzará para los mismos bienes y
servicios que lo hizo en el pasado cercano.

Sin embargo, no todo nivel de inflación es dañino para una economía. Cierto nivel
razonable de inflación mantiene la estabilidad de los precios e incluso puede
fomentar el consumo, estimular la demanda y la productividad. El nivel que el Banco
de México (su meta) considera para mantener estabilidad de precios del país es del
3.0% anual (aunque tolera un margen de variación de +/- 1.0%, es decir hasta el
4.0%).

El problema se presenta cuando la inflación supera estos niveles y lo hace por varios
meses (como lo estamos viviendo). Esto no sólo lastima el poder adquisitivo de la
población, sino que además distorsiona el comportamiento del consumo y de la
inversión, destruyendo o frenando el desarrollo del país. Ante ello, contenerla lo más
pronto posible es muy importante y prioritario.

Las causas del espiral

La inflación en estos dos últimos años ha sido global y peculiar. Es decir, alcanzó
niveles no vistos en la mayoría de los países del mundo en por lo menos 20 años y en
su inicio se generó por el encierro y reapertura provocada por la pandemia en 2020.
Tras la pandemia los precios de las materias primas internacionalmente se
dispararon, como resultado de cambios radicales en la demanda, los patrones de
compra, el costo de servicio y el valor percibido en todos los sectores y cadenas de
valor en la mayor parte del mundo.

Para compensar estos costos, las empresas se vieron obligadas a considerar aumentos
de precios en sus productos y servicios. Estos costos sufrieron un aumento adicional
al inicio de este año con la invasión de Rusia en Ucrania que empeoró la
disponibilidad y especulación sobre productos básicos energéticos (gasolina, gas) y
agropecuarios (granos).

Adicionalmente, una disrupción entre la oferta y demanda de varios bienes y
servicios la presionó. Así, cuando la demanda de varios productos manufactureros se
recuperó más rápido de lo previsto de su fuerte caída al comienzo de la pandemia de
COVID-19, una escasez intermedia de insumos y de distribución a nivel global
dificultó que la industria pudiera mantenerse al día con esta demanda renovada (en el
caso de la automotriz, la dificultad en el suministro de semiconductores provocó
escasez en la disponibilidad de automóviles nuevos).

Esta escasez en los productos manufacturados resultó en un aumento en sus precios
de venta al consumidor.

Hasta ese momento, los factores de presión inflacionaria parecían temporales, debido
a que sus causas deberían regresar a una normalidad post-COVID. Sin embargo, el
aumento en la inflación no cedió en el tiempo esperado, lo que terminó
contagiándose a la mayoría de los bienes y servicios del país.

Las empresas han ido aumentando precios en busca de mantener sus márgenes de
utilidad, aprovechando el aumento descontrolado en la demanda sobre varios
productos y servicios que dejaron de consumirse en los momentos de COVID y
ahora buscan regresar a la normalidad.

Etapas
Hay tres fases que nosotros identificamos en este fenómeno inflacionario actual:
Se refiere al techo en que podría alcanzar la inflación (esta fase parece que ya la
superamos); concluir esta fase es importante porque se elimina la parte especulativa
de este fenómeno (hasta donde puede aumentar la inflación y cada cuanto tengo que
corregir precios de mis productos o servicios).

Según la última información de inflación del INEGI, desde septiembre la inflación
acumula dos meses a la baja (de 8.7% a 7.8%). Este ritmo refiere al proceso de baja
de inflación hacia la meta del Banco Central. En esta fase estamos, y nos puede
provocar la percepción de control sobre la inflación, pero no es así.

Que la inflación baje no significa que los precios dejen de subir, sino más bien que
suban menos. Los aumentos de precios aún son constantes y elevados. Así,
esperando que todas las distorsiones de oferta y demanda que se generaron por la
pandemia se normalicen (que sigan bajando los precios de las principales materias
primas y se regularicen las cadenas globales de suministro), la inflación continuará
bajando en los próximos meses, pero la inflación que ya permeo en el resto de la
economía se mantendrá alta por un tiempo y será difícil y costosa de mitigar
(esta inflación se le conoce como inflación subyacente).

Decimos costosa porque la única forma efectiva que conocemos para mitigar esta
inflación es provocando un choque de demanda (enfriando a la economía),
desincentivando el consumo actual de la población hacia el futuro.

Los bancos centrales de cada país intentan frenar la inflación a través de aumentar las
tasas de interés (como lo hemos estado observando en un poco más de un año).
Actualmente, la tasa de interés interbancaria en México se encuentra por encima del
10.0%, cuando el año pasado se encontraba en 4.0%.

Una inflación mientras se mantenga alta sostendrá riesgos constantes de volver a
reactivarse, subir o tardar en bajar a niveles aceptables de normalidad.
Se refiere a la nueva normalidad o nivel al que se vaya estacionando la inflación.
Porque con todos los cambios en los hábitos y patrones de consumo de la población
podría ser diferente al que el Banco de México tiene como meta actualmente.

Si este nivel es más arriba al que se tenía previo a la pandemia, tendrá implicaciones
en cuanto a la inversión futura y por supuesto a la tasa de interés del mediano plazo.
Aunque aparentemente la inflación esté disminuyendo, acumula en tres años
aumentos del 20% en los precios de los bienes y servicios totales de la economía
(considerando una inflación del 7.0% en 2021, 8.0% en 2022 y una posible inflación
del 5.0% en 2023).

Esto es un golpe significativo en el poder adquisitivo de las familias y empresas. Es
muy probable que no veamos una inflación controlada hasta 2024, así que
identificando en qué momento de las fases descritas nos encontramos, es importante
buscar estrategias que minimicen la afectación de la economía familiar y empresarial.

*Jorge es economista en jefe de CI Banco; dirige el área de análisis económico
y bursátil de la institución.
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