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Por Claudia Villegas
En una habitación alquilada, en una casa del barrio de Lomas de Chapultepec, apartado de su familia, el fundador de Seguros Generali, socio de Seguros América y de Reaseguros Alianza, del Grupo Ícaro y expresidente de Aeroméxico y Mexicana de Aviación, Gerardo de Prevoisin, murió a los 81 años.
Integrante de la estirpe Legorreta –dueños de Banamex hasta la década de los noventa– y descendiente de Gilles de Leschevin de Prevoisin, empresario francés con título nobiliario de conde de Leschevin, marqués de Prevoisin, que llegó a México para trabajar en el sector financiero en el periodo estabilizador, Gerardo de Prevoisin creció en el seno de una familia europea con negocios en México pero que, la mayor parte del tiempo, vivió en el mismo barrio en el que se ubicaba la residencia de Charles Chaplin, en el Manoir de Ban, en Coursier-sur-Vevey, cerca de Lausana, Suiza.
Gerard Marie Laurent de Leschevin de Prevoisin y Legorreta escribió, en sus memorias –un documento de 420 páginas al que Revista Fortuna tuvo acceso–, que en sus días de infancia conoció a Chaplin, a quien recordaba como “un hombre de pequeña estatura, muy inteligente y serio”. Chaplin fue amigo de su madre, María de la Luz Legorreta López-Guerrero Viñegra, una de las hijas del patriarca de Banamex.
Gerardo de Prevoisin Legorreta narró en su libro, que también fue amigo de Geraldine Chaplin, la hija del actor, a quien definió como “una chica muy despierta, llena de inquietudes, que había nacido en Santa Mónica, Estados Unidos, y que pasó su infancia en Beverly Hills”. Un día, sin embargo, Chaplin se hartó del escándalo y la persecución política en Estados Unidos y se mudó a Suiza, allí, vecinos del mismo barrio, se conocieron y se hicieron amigos de la familia de Nena, como conocían a María de la Luz Legorreta López-Guerrero sus amigos en México, pero sobre todo su esposo Gilles de Prevoisin.
Al mudar su residencia a la Ciudad de México, la familia De Prevoisin conservó su convivencia con los mejores círculos del poder económico y político.
“Eran los últimos días de gobierno de Miguel Alemán y hubo una fiesta en su residencia en Polanco, a unos metros de nuestra casa, para despedirse de amigos y colaboradores, luego de un sexenio en el que, decía, tuvo por anhelo que cada mexicano poseyera un Cadillac, un puro y un boleto para ir a los toros. Mi familia fue invitada por razones sociales. Yo era un niño de diez u 11 años cuando mucho, pero recuerdo la ocasión porque el aún presidente de la República bajó las escaleras repartiendo sonrisas y, con la simpatía que le caracterizaba, recibió así a sus convidados: ‘Esto se acabó. El que agarró, que lo cuide; el que no, ya se fregó’”, escribió el empresario.
El expresidente de Aeroméxico, el nieto de Agustín Legorreta García, había sobrevivido a los primeros años de la pandemia y a varias décadas de una persecución política que se inició en los gobiernos de Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, pero que se extendió hasta las administraciones de los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón. Gerardo de Prevoisin murió enfermo de una úlcera el pasado 22 de abril en una casa de Lomas de Chapultepec, en donde sus hijos le rentaron una habitación.
Como sucedió en la década de los sesenta, con las grandes fortunas como la de la estirpe de Aristóteles Onasis, navieros y dueños de aerolíneas, la historia de la familia De Prevoisin tejió, en las segundas y terceras generaciones, una estela de pérdidas y separaciones que los han obligado hasta a ocultar el nobiliario apellido que, en muchos momentos, fue motivo de orgullo al destacar, ante amigos y socios de negocios, su nobiliaria ascendencia francesa y su parentesco con la familia Legorreta. Tras la muerte de su esposa, Carlota Romero de Terreros y Garay, hija del escritor Manuel Romero de Terreros y Vinet, fundadores del Nacional Monte de Piedad, justo en uno de los momentos clave en su proyecto de encabezar Aeroméxico, De Prevoisin vio también cómo su familia, conformada por Patricio, de 21 años; Gerardo, de 23, y Carla, de 25, casada con Enrique Azcárraga, también se tambaleaba, primero por el tiempo que dedicaba a las aerolíneas y, después, por su persecución por varios países.
De Prevoisin inició ese proyecto, luego de un proceso de privatización con el cual el gobierno de Carlos Salinas de Gortari buscó demostrar al mundo que no solo podía obtener recursos del sector privado –al estilo de Margaret Thatcher–, sino que México contaría con una aerolínea de primer mundo. El problema fue que Miguel de la Madrid se adelantó a definir el destino de Aeroméxico en una privatización, que concluyó Salinas de Gortari y que buscó dirigir hacia su grupo cercano de empresarios y políticos del PRI.
El padre de Gerardo de Prevoisin, Gilles de Prevoisin, fue fundador de Seguros América Latina, junto con su suegro, Agustín Legorreta, y otros socios, compañía que más tarde cambiaría de nombre a Seguros América. Fue Ernesto Torres Coto, uno de los directores de Seguros América, quien le aconsejó que se aventurara, como lo había hecho su padre, en el negocio de los seguros y no en el bancario.
En 1964, Gerardo de Prevoisin ingresó como ejecutivo a Brokman and Schuh, la firma de corretaje más grande en aquella época. Trabajó en Estados Unidos, en donde durante dos años aprendió todo lo que pudo sobre el reaseguro y del corretaje en las compañías Travelers, Hartfort Connecticut y Alexander & Alexander. Al regresar a México, en 1969, formó el Grupo AGA (Asesores Generales Asociados) y, según sus memorias, no pasó mucho tiempo antes de convertirse en líder entre las grandes firmas de corretaje en México. Después ingresó a los negocios del reaseguro, la construcción, la educación, las agencias de automóviles, el arrendamiento de coches y, por supuesto, las aseguradoras.
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