Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 39 segundos
Pocas veces en la historia política de México un presidente ha gozado de tanta popularidad.
Apenas este lunes 6 de enero, una encuesta a nivel nacional realizada por el diario especializado El Financiero reveló que Andrés Manuel López Obrador registró una aprobación ciudadana de 72 puntos en diciembre pasado, frente a los 68 puntos de noviembre, de una base de 100. Esto significa 4 puntos más a su favor.
Otro diario especializado en economía y finanzas, El Economista, usa un indicador diario con el hashtag #AMLOTrackingPoll , que ubica la aprobación del presidente de México en 57.8 puntos el domingo 5 de enero, con una ligera caída de -0.3 unidades respecto al día anterior. La diferencia se ensancha en comparación contra el promedio de 64.4 puntos de siete meses atrás.
Vicente Fox, el primer presidente de la República surgido de un partido de oposición (PAN) en la historia moderna de México, tuvo una aprobación de 66% en el primer año de su mandato, que bajó a sus niveles mínimos (49.6%) en los primeros meses del último tramo de su gestión, en 2006. Sin embargo, sus giras de trabajo por el país y la promoción de sus programas sociales abonaron para que el presidente que sacó al PRI de los Pinos tras 72 años de hegemonía política, cerrara su administración, en diciembre de 2006, con una aprobación de 61%, de acuerdo a la firma de medición Parametría.
Nicolás Pineda, analista político del periódico El Imparcial, dice que, respecto al tema del combate a la corrupción -uno de los flagelos de la vida pública que alcanzó niveles de escándalo en la administración pasada- el nuevo gobierno es acertado: el juicio de López Obrador sobre el modus operandi de este flagelo “parece más certero que los diagnósticos que nos daban antes”.
“El tabasqueño practica la austeridad republicana y la cercanía con la gente, a través de sus constantes giras (de trabajo)…para muchos, su política social es populista y está arraigando a la gente a la pobreza, pero debe reconocerse que el apoyo a los grupos más necesitados, vulnerables y rezagados no tiene precedente”, dice la columnista Vianey Esquinca, en una entrega al diario Excélsior.
Ni tan bueno
Salvo por el tema de seguridad, casi todos los rubros de gobierno medidos en la encuesta arrojaron una tendencia a favor del presidente, indica la muestra de El Financiero aplicada a 800 mexicanos adultos en la primera mitad de diciembre de 2019.
De hecho, la ciudadanía desaprueba el ejercicio de la administración federal que encabeza Andrés Manuel López Obrador en materia de seguridad pública.
Pese a que sus fieles seguidores -probablemente los beneficiarios directos de sus programas sociales, e inclusive figuras del ámbito intelectual- justificaron la liberación del vástago del ex narcotraficante Joaquín Guzmán Loera, tras un operativo fallido para capturarlo, lo cierto es que el 17 de octubre del año pasado pasará a la historia como uno de los días más grises y convulsionados en materia de seguridad pública.
México, además, reporta hoy la tasa de homicidio más alta de la que se tenga registro: entre enero y junio del año pasado, 17 mil 608 personas perdieron la vida en situaciones de violencia, un número que engloba tanto feminicidios como
Otro tema que cae como plomo en la era de la Globalización es su visión reductiva y localista sobre la economía. La frase del presidente “no tendremos crecimiento, pero sí desarrollo” se contradice a sí misma. Apostó que el crecimiento del PIB sería de 2% al cierre de 2019, y ahora presume el 0%, indica el periodista Carlos Loret de Mola en una entrega al diario estadounidense Washington Post.
“En lo económico es una máquina de generar desconfianza entre los inversionistas. Lo ha logrado con temas como la cancelación del aeropuerto en Texcoco, la necedad de malgastar en una nueva refinería el dinero que Pemex no tiene y el torpe golpe a los contratos de empresas privadas que transportan gas natural por gasoductos”, enuncia Loret.
Sin contrapesos
Académicos, políticos e intelectuales han dicho que el presidente también busca desmantelar los contrapesos institucionales a su investidura. En su renovación, algunos de estos órganos han sido sustituidos por colaboradores leales al Primer Mandatario, pero ineptos para la función que se les asignó.
Las soluciones que ofrece al grueso de los temas apremiantes de la Agenda Nacional tienden a ser personalistas y no resuelven los problemas de fondo.
Las políticas públicas de su gobierno contra la corrupción y la pobreza no crean ciudadanía, ni convocan a la participación social; son efectivas para el culto de la personalidad, pero no resuelven el problema
“El problema es que los fines y las intenciones son muy buenas, pero los instrumentos y los medios no le alcanzan”, dice Nicolás Pineda.