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Nos encontramos dentro de una economía global en la que su premisa principal es la maximización del beneficio en cualquier actividad. Es decir, dentro del sistema capitalista, tanto personas físicas como jurídicas buscan potenciar sus ganancias al máximo a fin de satisfacer todas sus necesidades.
Todas estas actividades están regladas por los organismos internacionales, y deben cumplir una serie de requisitos para que se encuentren dentro de la legalidad. Lo cierto es que, con la aparición de internet, la realización de estas prácticas ha cambiado en su continente, pero no en su contenido. Lo que muy pocos podían pensar hace años es que surgieran nuevas formas de dinero electrónico que escapasen de la regulación de cualquier organización monetaria global. Aquí, como máximo exponente tenemos el denominado “Bitcoin”.
El Bitcoin nació en el año 2009, escapando de controles, pero con una regulación acerca de la puesta en circulación de este nuevo sistema de intercambio. Se incrementaba el número de monedas en circulación en 12.55 Bitcoins cada diez minutos, sucediendo esto dentro del intervalo comprendido entre los años 2009 y 2017.
Esta moneda virtual en sus inicios no tenía valor alguno, pero poco a poco la especulación hizo que alcanzara cotas insospechadas para cualquier persona. La progresión positiva era más o menos constante llegando en el año 2014 a alcanzar un cambio de uno a 700-1000 dólares. Esta escalada sorprendente no acabó ahí, sino que se acrecentó exponencialmente, creándose una burbuja alrededor del Bitcoin hasta que alcanzó su techo en los 18300 dólares.
Fue entonces cuando el camino de rosas se tornó en espinas para muchos inversores. Desde ese pico de valor, el Bitcoin bajó ininterrumpidamente hasta los 5000 dólares, lo que causó unas enormes pérdidas a muchas personas y sociedades que veían al Bitcoin como algo sin límite ganancial. La burbuja estalló, y se cumplió el dicho de que cuando hay fiesta es difícil parar la música.
En la actualidad, esta criptomonedas se basa en su enorme volatilidad, definiendo los expertos la adquisición de esta moneda virtual como un ejercicio de riesgo. Aunque lo cierto es que vaticinan un futuro donde este tipo de “dinero” será lo que acabará siendo usado con mayor frecuencia, dejando de lado las monedas tradicionales.
Cabe resaltar que en el Bitcoin no se acaba el universo de las criptomonedas. En los últimos tiempos han surgido otras como Bilur, Ethereum, Cardano y ARK, las cuales poco a poco van adquiriendo su cuota de mercado, y van entrando en competencia directa con la criptomoneda por excelencia.
En definitiva, en el mercado de valores digitales está el futuro monetario mundial según los expertos. La población mundial y los organismos monetarios tienen que ir adaptándose poco a poco al vuelco que ha supuesto dicha forma de dinero en el mercado global. Si se deja la especulación a un lado, las criptomonedas serán un instrumento válido con una mínima legislación, en cambio, si se busca la máxima volatilidad de las monedas no causará más que perjuicios en la mayoría de los inversores ajenos a la toma de decisiones al más alto nivel.