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Matías del Campo*
Es sabido que en las agencias de publicidad se trabaja mucho, al menos entre nosotros hacemos correr esa fama y, seguramente creemos que estamos ejerciendo alguna tarea vital para la humanidad.
Los entregables son una mezcla de pasión, sudor y un toque de arte.
Toda persona que se jacte de ser publicista debe tener en su curriculum alguna anécdota, un tanto exagerada, en donde se hizo más por una entrega a tiempo que lo que ha hecho un médico de frontera.
Esto que acabo de describir fue un principio universal del mundo de la publicidad hace algunos cuantos años.
Hoy en día, esto dejó de tener sentido, es más, estos actos heroicos hoy no tienen ningún sentido.
Una historia que vender
Los publicistas nos quedamos sin una historia emocionante que vender a la siguiente generación, a nuestros herederos laborales, a los millennials.
Tengo la suerte de dirigir una compañía de publicidad en México (DDB), en donde somos más de 100 empleados y a mis 44 años soy el “señor”, claramente en este tipo de formatos de empresas creativas latinoamericanas, los años y la creatividad parecen ir en sentidos opuestos. Entonces la situación que se nos presenta es un claro choque generacional, pero con muchas particularidades en cuanto a valores, ideales y algún que otro objetivo de vida.
A los publicistas nos encanta vender, más cuando se trata de nuestra propia carrera, nos hemos transformado en productos de nuestro propio discurso. Es algo que nos enorgullece. Nuestras anécdotas están llenas de, como les decía al principio de la nota, pasión, sudor y algo de arte. Una narración de historias maravillosas dispuestas a ser replicada a cualquier foro que se nos cruce y queramos conquistar.
Esta habilidad, también utilizada para reclutar talento, hoy en día tiene un sentido que huele más a anécdotas de abuelito que a aquel discurso seductor que nos convenció de trabajar en esto del arte de vender (¿ven? Publicidad= “Arte” de Vender).
Aquí y ahora
Los millennials, a quienes describo como aquellos que se animan a hacer lo que nosotros no hemos podido, se basan en un principio, desde mi punto de vista, llegar a la felicidad lo antes posible.
Pareciera ser que nada que le podamos ofrecer, que no les dé felicidad aquí y ahora, podrá ser considerado en serio.
Entonces, ¿qué es lo que uno le puede ofrecer a una persona que hoy define su futuro desde un análisis de felicidad inmediata? ¿Cómo puedo convencer a una persona la cual pasión, sudor y un trabajo bien hecho son puras metáforas de esclavitud?
Difícil la respuesta querido lector.
Sin embargo, seguimos creyendo que dentro de la categoría millennial, algunos ya han regresado de su viaje místico, que han visto la felicidad de no estar en una oficina y se han encontrado con una triste realidad: necesidad de dinero.
Para todos ellos, los millennials con necesidades de consumo, el mundo laboral los está esperando, deseoso de convencerlos de dar toda esa sabiduría y volcarla a una tarea muy productiva: trabajo.
* Matías del Campo. Director general de DDB México.