Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 11 segundos
“La verdad está ahí fuera”
Expedientes Secretos X
En el 2015 Netflix tenía 75 millones de suscriptores cuando reportó sus ganancias del cuarto trimestre. Este año alcanzó 100 millones de cuentas y su valor actual es de 63 mil millones de dólares, con datos a junio de 2017.
Ante estos números abrumadores, la respuesta en el mercado mexicano, son, Claro Video y Blim, la primera con una renta mensual de 139 pesos, que desde el 2012 busca arrebatarle un segmento del mercado, en la actualidad haciendo alianza con la cadena Fox para mejorar su oferta de contenidos. Por otra parte, Blim es la plataforma lanzada en 2016 por Televisa con un costo de 109 pesos al mes.
Después de estas tres principales plataformas que se reparten casi la totalidad del mercado, por supuesto con Netflix como gran dominador, también está Crackle, a la cual sólo pueden acceder los suscriptores de Total Play; HBO Go, que no cuenta con servicio de OTTS (Over The Top) y su renta es de 149 pesos; y finalmente, Amazon, que por la cantidad de 899 pesos al año, nos permite disfrutar de su catálogo.
En algún punto existió la interrogante de la supervivencia de la televisión, como si fuera una superación del medio, tal como en su momento el telégrafo fue sustituido por el teléfono, el cassete por el CD, el disquete por las USB, el discman por el MP3 y después la llegada del iPod, la máquina mecánica por la eléctrica y las dos por el ordenador. La realidad hasta estos momentos es que la televisión e internet se han ido transformando y adaptando como una combinación casi perfecta, hoy, los diferentes medios están destinados a trabajar en bloque, de manera organizada y cada uno respetando sus características particulares. ¡Claro que seguimos utilizando la tele! Pero ahora como receptora de contenidos que provienen de internet.
De acuerdo con Noham Chomsky, “Las industrias del ocio, que eran industrias simplemente marginales u ornamentales en el siglo XIX, son hoy grandes protagonistas de la dinámica macroeconómica occidental”. Ante esta premisa, es inevitable e incluso sería irresponsable, estudiar a las series televisivas como un simple acto de la cultura pop que permiten generar audiencias por medio del entretenimiento. Esto va mucho más allá. Ellas mismas son promotoras de parámetros y estándares –muchos de ellos irreales- de la vida cotidiana, el ambiente social se ve influenciado y el mismo lenguaje es condicionado por las series.
Ejemplos son bastantes, desde quienes se creen Aurelio Casillas, un Walter White o Dr. House. Los que entienden en cualquier parte de Latinoamérica palabras propias de lugares específicos y las convierten en suyas; cuando la “morra” le grita al “vato”, “arre pues”, y el “compa” se la “rifa” en el “jale” con un buen “bisne”, cuando la situación se pone “verraca”, y al “malparido hijueputa”.
Vivimos el presente como una audiencia fragmentada, somos capaces de decidir, cómo, dónde y cuándo queremos ver los contenidos. Se ha ido abandonando el consumo homogéneo, aquel donde se prendía el televisor durante la semana en un día y hora determinada. En una época con demasiada televisión, se corre el riesgo de una fuga de los espectadores.
El binge-watching, se está convirtiendo en la nueva forma de consumir los diferentes contenidos, el término hace referencia a los maratones de series que agotamos en cortos periodos de tiempo, una, dos o hasta tres temporadas de una serie las podemos ver en una semana o menos. Con este fenómeno, se pierde otro, el efecto watercooler, heredado de la televisión tradicional, en el cual se comentaba al siguiente día, el capítulo de la serie visto la noche anterior, ya sea en la escuela, trabajo, hogar o hasta en la propia calle.
Hoy, con el servicio a la carta que se maneja, cada quien sigue su ritmo, si bien es cierto que hemos perdido ese sentido de comunidad al que nos orientaba el efecto watercooler, se siguen manejando las discusiones en torno a las series, ya no de una forma homogénea y lineal, sino a través de irrupciones temporales, donde los medios digitales juegan un papel fundamental.
Es imprescindible recordar que después de los años 90, las series fueron olvidadas por las dos principales televisoras de nuestro país, atrás quedaron los tiempos de La Isla de Gilligan, Bonanza, El Auto Increíble, El Avispón Verde, Hechizada, Half, Salvados por la Campana y Los Años Maravillosos.
Datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), muestran que hoy, 56 por ciento de los mexicanos tiene TV abierta, 29 por ciento TV de paga y 14 por ciento goza de ambos servicios. Esto nos permite darnos cuenta que la señal abierta llega a más de la mitad de la población, lo que se debería traducir en un mayor impacto social y por ende en mayores ganancias económicas. La realidad es otra, actualmente, las televisoras han pagado caro la forma autoritaria en que en las últimas décadas han manejado sus contenidos, se están viendo obligadas a volver a tomar en cuenta al público, escuchándolo a través del abandono paulatino que han ido teniendo en el llamado rating, o de compartir cada vez más, una rebanada mayor de la industria con otras plataformas y dispositivos; a esto hay que sumar la entrada de Imagen Televisión como un competidor en la televisión abierta, a partir del 2016.
La penetración de Internet en México de acuerdo a la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI) alcanza a 59.8 por ciento de la población, esto equivale a 65 millones de internautas. El principal dispositivo para acceder a la red, es el smartphone con 77 por ciento y en segundo lugar, la laptop 69 por ciento. El tiempo promedio diario de conexión de los mexicanos es, 7 horas y 14 minutos, en este período, entre los usos personales o de ocio destacan ver películas y series en streaming con 86 por ciento.
A estos números, hay que sumarle otro aspecto fundamental en el proceso de éxito de las series, los prosumidores, (productores + consumidores) se apropian de las historias y propagan aún más sus mundos narrativos. Carlos Scolari, define a los prosumidores del siglo XXI, como activos militantes de las narrativas que les apasionan, convirtiéndose en evangelizadores de tiempo completo.
Un ejemplo del prosumidor actual, son los fans de The Walking Dead que han hecho de los zombies una cultura en diversas partes del mundo, alcanzando hasta el momento su séptima temporada en televisión y la octava en proceso de filmación. No hay que olvidar que ésta serie está basada en un cómic, de ahí se formó la serie, videojuegos, merchandising, aplicaciones y contenido que van generando los usuarios. El productor y guionista Scott M. Gimple no descarta una película de la serie.
Las narraciones que se cuentan a través de los diferentes medios y dispositivos, siguen teniendo como sustento primario el contar historias, algo tan antiguo como la misma vida en sociedad, estimulando en el hombre expectación y ansiedad. Hoy, mezclado con la enorme cantidad de progresos tanto técnicos como tecnológicos, dan como resultado la expansión de mundos y ganancias económicas altamente redituables.
La caja de pandora se ha abierto; mientras los números crecen, las plataformas brindan servicios más profesionales y la tele busca su adaptación a estos tiempos transmodernos, no existe un punto de retorno para esta industria en pleno desarrollo, donde la única certeza es no saber la magnitud de su alcance en los próximos años. Las series van convirtiéndose en el vehículo transportador de los estándares y parámetros sociales.
Orlando Olguín Copca.
Coordinación de Publicaciones del Centro de lnvestigación. UC.
copcaorlando@gmail.com
http://uc.edu.mx