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Como si de una película de ciencia ficción se tratara, con mayor frecuencia encontramos en los medios de comunicación noticias sobre empresas que al implementar novedosos programas de computadora o nueva tecnología como aplicaciones robóticas o sistemas operativos, éstas han incrementado considerablemente sus rendimientos y han eficientado sus niveles de producción.
Al respecto, sólo basta recordar el increíble anuncio que el primer mandatario de Japón, Shinzo Abe, realizó durante la clausura de los Juegos Olímpicos de Brasil 2016, en donde mencionó que la villa olímpica que albergaría a los atletas de los Juegos Olímpicos de Japón 2020, sería atendida en su totalidad por robots, significando que esta nación triplicaría en consecuencia su gasto en tecnología, por lo que muy probablemente los futuros visitantes al país nipón serán atendidos por concierges robóticos tanto en hoteles como en aeropuertos.
Lo anterior, daría motivo suficiente para aplaudir las mieles del progreso tecnológico, imaginando en consecuencia una sociedad revolucionada por la automatización y una nueva y más vanguardista industrialización, pero esa es solo una cara de la moneda, ¿acaso alguien se ha puesto siquiera a pensar en aquellos seres humanos que serán remplazados en sus funciones por estas máquinas? Ya lo decía Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial, que “las tecnologías disruptivas tienden a aumentar la productividad mediante la sustitución de los trabajadores, en lugar de crear nuevos productos que necesiten mano de obra“.
Al respecto, existen opiniones divididas sobre las ventajas y desventajas del progreso tecnológico. No debemos negar que los avances de la tecnología han traído un sinfín de beneficios, incluido el de la generación de nuevos empleos; de acuerdo con el reporte titulado “Technology and People: The Great Job-Creating Machine”, elaborado en 2015 por la firma transnacional de servicios financieros Deloitte, sólo en la región de Gales e Inglaterra durante el año de 1871 existía una peluquería o barbería por cada 1,793 ciudadanos, mientras que en 2014 había una por cada 287 personas. Es decir, a pesar de la destrucción de empleos originada por el avance tecnológico, dicha pérdida es compensada con la creación de nuevos puestos de trabajo que superan en número a los empleos eliminados.
Si bien es cierto, el análisis antes aludido arroja resultados convincentes a prima facie, la reflexión obligada no debe versar únicamente sobre cuántos empleos crea el avance tecnológico, sino sobre si las personas cuyos empleos han sido sustituidos por la tecnología han vuelto a ser empleados o si éstas, a pesar de haber sido empleadas nuevamente, su condición de vida sigue igual, ha mejorado o decreció, empeorando la misma.
Al respecto, los investigadores de la Universidad de Oxford, Carl Benedikt Frey y Michael Osborne, en septiembre de 2013 publicaron el estudio titulado “The Future Of Employment: How Susceptible Are Jobs To Computerisation?”, en donde aseguran que alrededor del 47 por ciento de los empleos en el mundo son susceptibles de automatización, es decir, de ser remplazados por máquinas. Dicha información es alarmante, sin embargo, cabe mencionar que la proyección de los investigadores ingleses tiene sus detractores, entre éstos la propia Organización para el Desarrollo Económico (la “OCDE”) que, si bien no niega que esto vaya a suceder, dicha entidad ha referido que la destrucción de empleos proyectada por la substitución tecnológica asciende a un 12 por ciento, y no al 47 por ciento como sostienen Frey y Osborne.
Si bien hay una diferencia considerable entre las cifras, lo que no cambia es la existencia de un fenómeno que, en definitiva, cada vez es más común y está en aumento, y es el del Desplazamiento Laboral Forzado, entendido éste como la sustitución sistemática y gradual de empleos por medios tecnológicos o digitales desplazando al trabajador, en contra de su voluntad, de su fuente principal de ingresos económicos.
Un claro ejemplo de lo anterior es lo sucedido recientemente en la compañía asiática Changying Precision Technology, que acaba de ser objeto de polémica por la controversial decisión de remplazar al 90 por ciento de su mano de obra por máquinas en una de sus fábricas ubicadas en la ciudad de Dongguan, en China, significando que, de las 650 personas que regularmente se necesitaban para ensamblar teléfonos celulares, ahora esta empresa sólo opera con 60 empleados, toda vez que las 590 personas restantes han sido sustituidos por brazos robóticos y maquinaria.
Sin embargo, a pesar de que pudiera pensarse que son los trabajos manuales o mecánicos aquellos que corren mayor riesgo de ser sustituidos por robots o dispositivos tecnológicos, la aparición de programas de computadora articulados mediante inteligencia artificial, han demostrado lo fácil que resulta suplantar profesiones que se consideraban imposibles de automatizar, tales como el periodismo, el derecho o las artes.
Pero la ficción nuevamente ha superado a la realidad. En 2016, el cineasta Oscar Sharp y su colaborador Ross Goodwin, diseñaron Jetson, un programa de inteligencia artificial capaz de redactar un libreto cinematográfico de manera autónoma y, cuya ópera prima, es el cortometraje denominado “Sunspring”.
Asimismo, en el ámbito del derecho, los abogados también se ven amenazados de ser desplazados ante la aparición de programas conocidos como Technology Assisted Review (TAR por sus siglas en inglés), que son buscadores digitales de evidencia para los juicios, cuyo uso ha sido recomendado por los tribunales estadounidenses, indicando que dichos programas son, incluso, mejores que un abogado para la búsqueda de elementos probatorios, tal y como sucedió en el 2012 tras la resolución de un Juez de Distrito de Nueva York en el caso Da Silva Moore v. Publicis Groupe. Simplemente, si proyectáramos la completa sustitución de aquellos abogados que hoy realizan esta función por programas TAR, implicaría un desplazamiento laboral de aproximadamente 3.5 por ciento del de prestadores de servicios legales, sólo en los Estados Unidos.
No cabe duda que el Desplazamiento Laboral Forzado es un fenómeno emergente que obliga a una reflexión mucho más profunda sobre los alcances del desarrollo tecnológico y sus efectos en la humanidad. Detener el avance de la tecnología, constituye un supuesto inaceptable por atentar contra el progreso social, la propiedad intelectual y la libertad de empresa, sin embargo, permitir que la propia tecnología creada por la humanidad sea la que remplace a ésta, puede constituir el inicio de una crisis humanitaria generada por el desempleo masivo y cuyos efectos pueden ser catastróficos.
En consecuencia, buscar una solución para el planteamiento anterior se advierte necesario ¿qué hacer entonces para que el progreso tecnológico no atente contra el desarrollo de la persona? Algunas opciones se han planteado al respecto, sin embargo, aún no hay definición.
Pero, irónicamente, ha sido el magnate de la tecnología Bill Gates, quien en febrero de 2017 en una entrevista realizada por la revista Quartz, manifestó que, si la tecnología estaba desplazando cada vez más trabajadores, deberían entonces los gobiernos gravar a aquellas compañías con un impuesto equiparable a los salarios de aquellos trabajadores desplazados por el uso de máquinas, con el objeto de que con el tributo recaudado se conformaran fondos suficientes para hacer frente a las necesidades de los adultos mayores, de personas en situación de indigencia, o bien, para la producción de más y mejores empleos. Una propuesta, por demás interesante, cuya viabilidad hay que analizar a detalle junto con los impactos de su implementación.
Es indudable que el Desplazamiento Laboral Forzado, como un fenómeno social reciente, demanda una solución inmediata, por lo que ponderar el impacto del desarrollo tecnológico desde la perspectiva de los derechos humanos representa un reto que, en definitiva, necesita de la participación activa del sector empresarial, del gobierno y los trabajadores, ya que, de seguir postergando esta discusión, con seguridad serán los tribunales quienes terminarán resolviendo esta disyuntiva.
*Socio Consultor de BR&RH Abogados en materia de Derechos Humanos y Empresa; Catedrático de las Universidades La Salle e Iberoamericana, y del Instituto Tecnológico Autónomo de México; Profesor Visitante de la SUNY University at Buffalo (E.U.A.) y del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (OEA).
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