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Por Haydeé Moreyra*
En un viaje reciente a Shanghái – y pese al reiterado comentario de sus residentes de que no es el mejor ejemplo de la sociedad China – pude constatar el contraste, los retos y las oportunidades que este gigante asiático representa para México y el mundo occidental. Si bien reconozco que los comentarios y ejemplos vertidos en esta columna no reflejan la realidad de toda la China (urbana y rural), sí espero que logren destacar a esa pequeña, pero cada vez más importante parte de la sociedad China que está inmersa en una transformación constante.
Desde 1970, el sistema económico en China ha pasado de ser centralizado y cerrado a uno de economía mixta (orientada al mercado pero con un control y papel preponderante del Estado). Con la entrada del país asiático a la Organización Mundial de Comercio (OMC), China se convirtió en el país exportador más grande a nivel mundial, siendo Estados Unidos uno de sus principales mercados. Otra gran transformación fue la “apertura” de los mercados de capitales y de dinero, permitiendo la entrada de inversión extranjera. A la par, el gobierno llevó cabo una gran cantidad de reformas estructurales que han modificado drásticamente el funcionamiento de China: como la posibilidad de que gobiernos locales puedan emitir deuda, el endurecimiento de las medidas medioambientales o la flexibilización de la controversial política de un solo hijo.
El resultado del cambio en el modelo económico Chino ha sido el surgimiento de empresas como Li & Fung. ¿Cómo es que esta compañía pasó de ser una empresa familiar a convertirse en una multinacional con presencia en más de 40 mercados, un volumen de ventas de más de 18 mil millones de dólares y una cartera de 15 mil proveedores? ¿Cuál es el valor que ofrece a Gucci, Coca Cola o Nike? Que no solo ofrecen un servicio de logística, proveeduría o manejo de marca; ofrece la mejor solución (correcta, integral, oportuna y eficiente) a las necesidades de sus clientes. En mi opinión, el éxito de esta multinacional se basa en la anticipación a los cambios surgidos en el país; el continuo ajuste a su modelo de negocio conforme a la nueva realidad; y la constate innovación y creatividad impulsada por sus directivos visionarios. En efecto, en el ambiente empresarial de Shanghái se respira un aire de cambio, pero también un aire de seguridad de que la (nueva) dirección debe ser hacia lo “creado en China” más que a lo “hecho en China”.
Un elemento clave en la transformación del modelo Chino es su recurso humano; con una población de poco más de mil 300 millones de personas, 22 provincias y 56 grupos étnicos, la sociedad China está llena de contrastes, retos y oportunidades. Entre los retos se encuentra el envejecimiento de su población; la precariedad de los ingresos (aún y cuando el salario real haya aumentado en promedio 10 por ciento en la última década); la desigualdad entre la sociedad rural y urbana; y una mayor eficiencia en la nueva fuerza laboral. Pese a lo anterior, y para mi sorpresa, uno de los derechos más respetados en el mercado laboral Chino es la igualdad en el ingreso ente hombres y mujeres.
La empresa de tecnología EMC2 es un claro ejemplo de cómo China ha aprovechado su bono y reto demográficos. Con cerca de 24 mil millones de dólares en facturación y más de 50 mil empleados alrededor del mundo, EMC2 es responsable de dar servicio de data mining, seguridad informática y almacenamiento de datos de plataformas, tales como Paypal. Pese a ser una empresa líder en servicios informáticos y soluciones de software, el éxito del negocio –según sus directivos- se basan en la capacidad y competencia de su capital humano. No solo cuenta con una plantilla laboral de jóvenes ingenieros prodigiosos (muchos de ellos migrantes de provincias Chinas), sino que ha sabido a bien invertir y “sacar provecho” de su personal. A lo que me refiero es que los resultados son la clave del éxito en esta empresa y así lo ha sabido transmitir a la organización; no es cuántas horas se invierte programando, sino si se cumplió o no con la meta establecida. Obviamente esta nueva forma organizacional ofrece los incentivos correctos: ingresos, capacitación y desarrollo, creación de espacios y un ambiente laboral digno de cualquier sociedad occidentalizada.
No se puede hablar de la China moderna sin mencionar las transformaciones que han ocurrido en su relación con el mundo. Me refiero concretamente a los movimientos en los mercados financieros y de mercancías. Desde hace poco más de una década, la economía China ha pasado de ser preponderantemente agrícola a industrial. De hecho, en los últimos años la participación de la industria pesada ha pasado a segundo término frente a la manufactura y servicios; y el crecimiento económico ha dejado de depender de la exportación de mercancías y de inversión público-privada, al consumo interno.
Desde esta perspectiva, visualizo varios retos: el patrón de comercio del país asiático, cuya ventaja comparativa se ha basado en bajos salarios, se ha visto comprometido por una cada vez más preparada (y costosa) fuerza laboral; mientras que la inversión y capacidad instalada en exceso sobrecalentaron a la economía e incrementó la deuda del gobierno. Mención aparte merece el tema del consumo; el depender cada vez más del consumo interno – a mi parecer- ha provocado una desaceleración en la actividad económica. Un directivo de Wells Fargo Shanghái atinadamente puntualizó que la demografía (envejecimiento) y la cada vez más alta propensión marginal a ahorrar (pensión, salud, hipoteca, educación, etc.), mermarán el crecimiento del consumo de los Chinos en los siguientes diez años.
Pero quizás el problema que cada vez ha tenido mayor eco es el de la abultada deuda del gobierno federal. Según la publicación de The Economist, en la última década la deuda del gobierno ha pasado de ser 150 por ciento a 260 por ciento del PIB. En principio, el financiamiento estaba soportando proyectos de inversión a gran escala, pero ante el exceso de capacidad instalada los proyectos dejaron de ser rentables; si bien la clase media y la riqueza han aumentado, cada vez se requiere más emisión de deuda para generar menos crecimiento. De hecho, el endeudamiento se ha ya extendido a la banca privada. Y para tener una dimensión realista del escenario tan solo hay que recordar que el sector bancario Chino representa el 40 por ciento de su economía mientras que su mercado accionario ha sido valuado en 6 billones de dólares. Un elemento que no hay que dejar de lado es la presencia cada vez más importante del mercado negro de la banca y la tasa de interés, haciendo casi imposible determinar los costos y monto de pérdidas por un potencial default.
Al final del camino, como ya observaba el directivo de Wells Fargo: la liquidez en China solo pueden provenir de 4 fuentes: los mercados inmobiliarios, accionario, commodities y de bonos. Si lo vemos de esa manera, la especulación y el riesgo institucional resultan, a mi parecer, inminente.
Como último gran reto citaría el papel preponderante del gobierno. Hay ejemplos muy concretos que favorecen el desarrollo del país asiático: “condicionar” la entrada de IED para invertir un porcentaje en tecnología y en I&D en China; “controlar” el mercado cambiario para evitar fuga de capitales y motivar el crecimiento; tener y transmitir un claro proyecto de desarrollo que da certidumbre a la sociedad y a la iniciativa privada (nueva política ambiental para las grandes urbes: autos eléctricos). Pero también es cierto que ese papel preponderante se convierte en un riesgo para la economía y la sociedad. El alto endeudamiento, el surgimiento de mercados negros, la corrupción, la sobreexplotación de recursos, y hasta la crisis de derechos humanos y libertad de expresión son ejemplos de los riesgos que implica el poder hegemónico del Estado.
El aprendizaje que me llevo del viaje a Shanghái es invaluable. Quizás lo que más me sorprende es que con todo y que China representa la segunda economía a nivel mundial, y tomando en cuenta todas las transformaciones que le he compartido en esta columna, el interés del mundo occidental y particularmente de la región latinoamericana por este país asiático, sigue siendo muy marginal. China es un país al que hay que aprenderle mucho, y entenderlo todavía más.
Datos estadísticos
Grupos étnicos: 92% de la población pertenece al grupo étnico Chino Han
Religión: 18% Budista, 5% Cristiana, 1.8% Musulmana y 52% no profesa religión alguna
Promedio de edad: 36.7 años
Población estimada: 1, 367, 485,688 de personas
Principales mercados: 16.9% EU, 15.5% Hong Kong, 6.4% Japón y 4.3% Corea
Principales mercancías a exportar: Maquinaria y equipo, incluyendo de procesamiento de datos, textiles y circuitos integrados
Principales mercancías a importar: Maquinaria y equipo eléctrico, energía y petróleo, minería, equipo médico y soya.
*Coordinadora Ejecutiva MBA-EGADE Business School.