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México canaliza en programas para la niñez sólo el 0.4 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que el promedio que canalizan los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) es de 1.7 por ciento del PIB, aseguró el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El asesor económico del organismo, Norbert Schady, destacó la urgencia de invertir más recursos públicos para atender las necesidades de los niños más pobres en la primera infancia porque “garantiza mayor coeficiente intelectual, más años de escolaridad, menores tasas de criminalidad y violencia, y obtienen en su vida adulta ingresos 25 por ciento más altos en promedio”.
En el marco del Congreso Internacional “Invierte temprano, Aportaciones para el Presupuesto Base Cero”, organizado por el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas (CEFP) de la Cámara de Diputados, dio a conocer que estudios presupuestales del BID realizados en nueve países de Latinoamérica respecto al gasto total público asignado a programas que benefician a niños de cero a 5 años, así como programas como Prospera –que benefician a este sector y del cual México es pionero en el Continente-, revelan que por cada dólar que se gasta en promedio para atender necesidades de la primera edad, se canalizan 3 dólares para infantes de 6 a 11 años.
Sostuvo que es “extremadamente importante invertir en primera infancia; no invertir tienen consecuencias irreversibles”.
Los niños de la región están en muchos casos muy mal y en dimensiones críticas para su desempeño posterior, mientras el gasto asignado es insuficiente, resaltó el especialista del BID.
“El reto es mejorar la calidad educativa, mediante la capacitación de profesionales en guarderías y escuelas”, además de que los Estados no constriñan su responsabilidad sólo a brindar vacunas y dejen todas las obligaciones a las familias, ya que por la pobreza más de la mitad de los niños de 4 años de edad tienen un desarrollo del lenguaje similar a los de dos y medio años o menos.
Lo más crítico en las familias pobres es la falta de recursos, porque conlleva menor estimulación temprana y menor calidad en la educación que se ofrece a un infante afectando el desarrollo en la primera infancia.
“Justamente en este periodo tan crítico es donde no gastamos mucho comparados con el gasto para adultos mayores. Es una inmensa diferencia el esfuerzo que hacemos como sociedad en gastar para este grupo de niños pequeños en relación a lo que hacemos con otros miembros de la sociedad”, precisó.
No es de sorprender lo que se ve después en las evaluaciones, el bajo rendimiento de los alumnos, porque “es muy difícil aprender cuando los niños llegan a la escuela ya con déficits tan serios”.
Entre las regiones más exitosas en atender a estos infantes está Escandinavia, al canalizar más de 4 veces en proporción del PIB y en términos absolutos los países más ricos gastan más en este rubro.
El especialista del BID refirió que Latinoamérica ha progresado mucho en salud y nutrición, aunque falta mucho por hacer todavía.
Los niños más pequeños sufren déficits muy serios que los siguen a lo largo de su vida. “La región gasta poco en primera infancia y lo que se gasta lo hace mal”, advirtió.
Refirió que lo que afecta el desarrollo en primera infancia son las interacciones que tienen los niños con su medio ambiente, por lo que debe alentarse mejorar esta interacción a través de la capacitación de padres y del personal que trabaja en guarderías y escuelas. “Se necesita agendar una arquitectura institucional que soporte los cambios en el manejo de los niños de primera infancia”.
Edgar Amigón Domínguez