Papalote Museo del Niño, una estrategia educativa para formar al México del mañana

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Formar a las nuevas generaciones exige algo más que contenidos educativos. Exige visión, constancia y capacidad de adaptación. En esa lógica, el Papalote Museo del Niño afina su estrategia para seguir siendo un referente cultural y educativo, combinando innovación, impacto social y sostenibilidad.

 

Al iniciar la cuarta década del Papalote Museo del Niño, la institución se encuentra en un momento clave de reflexión y redefinición estratégica. Para Alejandra Cervantes Mascareño, directora del museo, la misión es clara: impulsar el aprendizaje y el desarrollo integral de las niñas y los niños mexicanos mediante experiencias que despierten curiosidad, pensamiento crítico y conexión con su entorno. Esa misión, subraya, no es un discurso aspiracional, sino una guía que define cada decisión operativa y de crecimiento.

Alejandra Cervantes Mascareño, directora del Papalote Museo del Niño
Alejandra Cervantes Mascareño, directora del Papalote Museo del Niño

La llegada de Cervantes coincidió con el cierre de los primeros 30 años del museo y el inicio de una nueva etapa. Este contexto motivó una revisión profunda tanto del recinto como de los contenidos. La pregunta central fue directa: qué necesitan hoy las niñas y los niños del 2025. La respuesta se tradujo en una estrategia de renovación constante, con nuevas experiencias, exposiciones temporales y ajustes de contenido prácticamente cada dos o tres meses.

 

Una misión que evoluciona con su audiencia

En entrevista con Fortuna, Alejandra Cervantes Mascareño nos platica su estrategia para mantener la vigencia del museo, la cual implica entender que la infancia cambia y que los intereses, lenguajes y preocupaciones de las nuevas generaciones no son los mismos que hace dos décadas. Por ello, Papalote ha apostado por equilibrar temáticas, formatos y narrativas, sin perder su esencia interactiva. “La meta es clara: que el museo deje de ser una visita aislada y se convierta en un espacio al que las familias regresen varias veces al año porque siempre hay algo nuevo que descubrir”, aseguró la directiva.

En un entorno cada vez más dominado por la tecnología, asegura Alejandra, el museo ha optado por una postura consciente y deliberada. Lejos de saturar la experiencia con pantallas, Papalote prioriza el contacto físico, sensorial y social. Los niños buscan jugar, moverse, colaborar y convivir. El intercambio espontáneo —pedir ayuda, compartir materiales, resolver retos en conjunto— sigue siendo una parte central del aprendizaje.

 

Innovación con equilibrio: tecnología al servicio de la experiencia humana

La tecnología, explica Cervantes, cumple un papel complementario. Herramientas como el domo digital o ciertos contenidos audiovisuales permiten ampliar y contextualizar las experiencias, sin sustituir el valor del juego presencial. No se trata de competir con el mundo digital, sino de acompañar a los niños en su desarrollo dentro de él, manteniendo el equilibrio entre innovación y humanidad.

La experiencia posterior a la pandemia reforzó esta visión. La reincorporación de niñas y niños a los espacios públicos fue gradual, pero reveladora. Volver a tocar, probar, interactuar y convivir resultó fundamental, especialmente en la primera infancia. En Papalote, los niños demostraron una notable capacidad de adaptación, reafirmando la importancia de contar con espacios culturales físicos, interactivos y seguros.

El impacto social es otro de los pilares del museo. Desde su origen, Papalote asumió el compromiso de ser incluyente. A través del programa Papalote para Todos, más de 50 mil niñas y niños al año visitan el museo sin costo alguno. Se trata de menores provenientes de comunidades que, de otro modo, tendrían un acceso limitado a este tipo de espacios culturales y educativos.

 

Sostenibilidad, impacto social y visión a largo plazo

El alcance del programa incluye escuelas, organizaciones de la sociedad civil y comunidades de distintas alcaldías de la Ciudad de México, así como convenios activos con estados como Oaxaca. Para Cervantes, el museo del niño cumple una función estratégica en la vida cultural del país: es la puerta de entrada al universo de los museos. Una experiencia positiva en la infancia puede marcar la relación de una persona con la cultura durante toda su vida.

Dirigir una institución de esta magnitud implica retos constantes. Uno de los principales es la atracción y fidelización de públicos en un contexto donde la oferta de entretenimiento es amplia y cambiante. A ello se suma una condición clave: Papalote es un museo 100% privado, sin recursos públicos garantizados. Esta realidad exige una gestión financiera sólida, alianzas estratégicas y una relación cercana con el público.

En ese sentido, la sostenibilidad financiera es uno de los grandes activos del museo. Papalote opera de manera saludable gracias a la confianza y preferencia de sus visitantes, lo que le permite planear a largo plazo sin comprometer la calidad de sus experiencias. Esta estabilidad se complementa con una fuerte conciencia ambiental.

Durante 2024, el museo dedicó el año completo a la sostenibilidad con la exposición temporal Ruta 5R, enfocada en reducir, reutilizar, reciclar, reintegrar y repensar el consumo. El éxito de la muestra permitió que hoy itinere en sedes como Papalote Cuernavaca y que sus contenidos se integren gradualmente a la exposición permanente.

De cara a 2026, Papalote se prepara para una nueva etapa de renovaciones y contenidos, con un énfasis especial en el fútbol como fenómeno social y cultural. Más allá del evento deportivo, el museo busca rescatar valores como el trabajo en equipo, la disciplina, el respeto y la empatía, incorporando activamente a niñas, adolescentes y mujeres. Una apuesta que sintetiza su visión: educar, inspirar y acompañar a las nuevas generaciones en la construcción del país que viene.