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Martin Hacthoun/PL
Buenos Aires. El alza de los combustibles el 1 y 2 de marzo fue el preámbulo del advenimiento de una serie de incrementos de precios, que pese a los esfuerzos del gobierno nacional, calentarán los ánimos de los argentinos durante este mes.
El aumento de los precios es hoy una realidad en Argentina, como la especulación por parte de los grupos de poder concentrado que lo motiva y alienta.
Julio Gambina, intelectual de reconocida capacidad, analizó en un artículo difundido por la agencia Argenpress, que “hace un año el dólar se cotizaba a menos de cinco pesos. Hoy con la devaluación se necesitan ocho por dólar, convalidando así un incremento del 60 por ciento en el precio de la divisa”.
Argentina había escapado del embate especulativo global, pero comenzó a sentirlo en 2013 y se agravó en enero de este año, aunque más bien por motivaciones internas que propiamente externas.
Objeto de un golpe de mercado financiero a mitad de enero que valorizó de súbito el dólar en desmedro del peso, lo cual desató una ola especulativa en el mercado interno, el Estado argentino adoptó una serie de medidas para controlarlo.
Entre otras, reabrió la compra regulada de dólares, negoció con diversos sectores para contener la especulación, el desabastecimiento, la retención de producciones y las artimañas en el suministro y las exportaciones de granos y otros productos agrícolas.
Al menos, la nueva política monetaria resulta un valladar por el momento y ha nivelado el dólar en 7.80, centavo más, centavo menos, según analizó el economista Miguel Bein.
No faltaron las multas a cadenas de supermercados por violar el acuerdo de Precios Cuidados, para una canasta de unos 180 productos, que ellas mismas suscribieron y se negoció la retrotracción de tarifas a niveles previos al golpe especulativo de mitad de enero en algunos sectores como materiales de construcción y medicamentos.
Pero el mercado sigue agitado; los intereses de los grupos de poder económico, aliados a la oposición política son muchos, y en ese jaleo no faltan los empresarios inescrupulosos que optan por la conveniencia de que a río revuelto ganancia de pescadores.
En un artículo sobre esta problemática, el diario Clarín señaló que ante la secretaría de Comercio Interior también están los pedidos de fabricantes de productos de consumo masivo para aplicar subas en la mayoría de sus artículos.
Como el Gobierno no acepta modificar los valores de los “precios cuidados”, las empresas piden por las marcas que están en los estantes y no forman parte de ese acuerdo, a los que muchos llaman, mitad en broma y mitad en serio, los “descuidados”.
El golpe devaluativo, en el que tuvo participación directa -y además admitida- el jefe ejecutivo de la petrolera Shell en Argentina, Juan José Aranguren, desató el efecto deseado por los grupos de poder concentrado: el mercado interno se descontroló, lo cual puso en situación difícil al gobierno de la presidenta Cristina Fernández.
Incluso, la Shell días después dio otro golpe al alzar súbita y desproporcionalmente los combustibles que comercializa en el mercado.
Todo eso le dio herramientas al empresariado para reclamar y justificar las subas. Uno de los argumentos de casi todas las compañías es que enfrentan mayores costos logísticos.
Los combustibles subieron 9 por ciento en enero, 6 por ciento en febrero y ahora otro 6,1 en marzo, consiguientemente se elevó el costo de la transportación y esto se refleja en los precios para los consumidores.
“Por el transporte de mercaderías más caro y la corrección del tipo de cambio, es casi imposible sostener los precios fijados por el Gobierno”, requirió el directivo de una multinacional que habló sobre el tema con el equipo del secretario Augusto Costa, según reportó Clarín, diario que le hace la guerra mediática al gobierno.
En este marzo caliente, luego del aumento de la gasolina y el diesel, se avecinan nuevas subas, como por ejemplo en las medicinas será del 5 por ciento y en las escuelas privadas podría ascender a 27 por ciento, y se manifestarán también en el transporte, los alimentos y otros productos del hogar.
Argentinos consultados por Prensa Latina tratan de encontrar una explicación lógica a por qué en un país que produce alimentos para 400 millones de personas, si ellos son 40 millones, los precios de los productos, como las carnes, lácteos, de granos, entre otros, suben sin justificación real que lo sustente.
Y todavía falta que el gobierno local de la Ciudad de Buenos Aires, dirigido el empresario de derecha Mauricio Macri, defina a cuánto elevará el impuesto al Alumbrado, Barrido y Limpieza, conocido popularmente por su acrónimo ABL, al tiempo que extendió y subió la tarifa por estacionamiento de vehículos.
La notificación debió llegar a los hogares porteños en enero, pero comenzado marzo todavía se desconoce cuánto más pagarán.
Después de un alza en el transporte en 2013, ahora los porteños deberán este mes pagar más por viajar en la red subterránea de trenes, de 3.50 a 4.50 pesos (0.57 dólares); y en Córdoba usar el ómnibus será más caro, el gobierno local subió la tarifa a 5.50 (0.70).
Algunos políticos y analistas sostienen que, en no pocas franjas de precios, los argentinos gastan menos comparado con otros países de la región. El señalamiento es cierto, pero la gente a la hora de pagar no repara si un brasileño, un uruguayo o un chileno desembolsa más por el mismo producto o el mismo servicio.
En esta pulseada económico-política entre el Estado y los grupos de poder concentrado, estos alegan que la devaluación del 18 por ciento del peso elevó sus costos y tienen que cobrar más por sus producciones o servicios.
El Gobierno quiere evitar ese incremento en los estantes de las cadenas de supermercados. “Sin embargo, al menos tres empresas grandes tienen en sus planes aplicar subas para los mayoristas y distribuidores, que es donde se abastecen los dueños de autoservicios y almacenes”, señaló Clarín, que está al tanto del proceder de esos sectores.