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Resultado del abandono del campo mexicano y el libre mercado en los alimentos, uno de los problemas que enfrenta la población de este sector es el cambio en su alimentación. Según cifras oficiales, en el país 14 de cada 100 niños menores de 5 años padecen desnutrición; mientras el 70 por ciento de los adultos presenta obesidad.
María juega mientras comienza a hervir el agua con la que prepararán su cena; estará lista en unos cuantos minutos. Anda descalza sobre el piso de tierra que tiene la casa en la que habita. Sus pies regordetes lucen empolvados. Tiene 3 años y con su voz infantil pregunta por la sopa que comerá.
Su madre saca un vaso de unicel de una bolsa donde guarda su despensa. Comienza a verter el agua hervida al recipiente. La pequeña aplaude emocionada: ya va a estar su comida. El empaque del vaso indica que los “fideos instantáneos” tendrán sabor a “pollo”.
Ésa será la comida más “fuerte” que habrá hecho durante el día, compartida con su hermano 5 años mayor que ella. La dieta en su familia es azarosa, todo depende de lo que se tenga a la mano, pero la “sopa de vasito” es consumida regularmente. El costo, de 7 pesos, es accesible para una familia que se ha quedado sin milpa y que vive en la mixteca oaxaqueña con escasos recursos.
María es un ejemplo de que México sigue sin haber resuelto el problema de desnutrición y que ahora registra una enorme carga de obesidad. El primero debió ser resuelto en la década de 1980, después de tener las primeras encuestas nacionales.
Los resultados de la Encuesta Nacional en Salud y Nutrición 2012 –elaborada por el Instituto Nacional de Salud Pública– indican que la desnutrición crónica que se contabilizó desde la década de 1980 no ha sido abatida: “Actualmente, 14 de cada 100 preescolares tienen baja talla para la edad, indicador de desnutrición crónica, lo que representa casi 1.5 millones de menores de 5 años”.
Se intentó hacer, a través del sistema alimentario, un modelo integral para asegurar que hubiera alimentos saludables, una economía rural sustentable y creciente. Así lo explica Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (INCMNSZ).
Sin embargo, dice el experto, en lugar de eso el gobierno se enfrascó en un modelo paternalista, en el que el combate a la desnutrición se vio como asistencialismo social con el regalo de despensas, y no como un programa de atención integral al desarrollo de la niñez.
Las cifras
“México presenta un notable rezago en el abatimiento de la desnutrición materno-infantil y en garantizar el acceso a una alimentación suficiente y saludable de la población rural marginada […] supone un horizonte de más de medio siglo para su abatimiento en los estratos más pobres de la población: las zonas indígenas y el medio rural de los estados de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Yucatán, Puebla y Veracruz”, dice el informe Elementos sustantivos para la construcción de una Política Pública Alimentaria y nutricional en México.
El documento –resultado del Foro Nacional para la Construcción de la Política Alimentaria y Nutricional, realizado en 2012– indica que un dato revelador de esta problemática es la muerte de 1 millón 300 mil niños en las últimas 3 décadas. “Muertes que hubieran podido evitarse de haber optado por un modelo de atención a la nutrición y salud materno-infantil basado en la garantía de acceso universal efectivo a mínimos de bienestar, en vez de un modelo basado en la igualdad de oportunidades en un sistema de libre mercado”.
Además de la persistencia de la desnutrición infantil, se ha producido una grave epidemia de obesidad y enfermedades asociadas que afecta a la mayoría de la población, situación que denota que se ha transitado aceleradamente de polo a polo en la mala nutrición.
La epidemia, expone el informe realizado por expertos en salud, ha permeado progresivamente a las capas de menores ingresos y afecta ya a más del 70 por ciento de la población adulta del país. En el medio rural, esta situación reviste especial gravedad, pues la obesidad en adultos que fueron desnutridos en la infancia presenta un mayor daño metabólico y aumenta considerablemente el riesgo de diabetes, enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de tumores malignos y otras enfermedades crónicas no trasmisibles.
“No podemos asumir que las transferencias económicas a través del Programa Oportunidades [operado por la Secretaría de Desarrollo Social, encargada del combate a la pobreza en México] o la papilla iban a garantizar buena nutrición y salud, éstas tienen que ver con condiciones socioeconómicas, acceso a alimentos, condiciones de vivienda, a agua limpia, educación; y no que les transfiramos dinero con lo que compran chatarra o alcohol”, dice el investigador del INCMNSZ.
En entrevista con Fortuna, Ávila Curiel expone que este problema se debe a que no hay una orientación alimentaria; en lugar de los anuncios publicitarios debería haber promoción por parte del Estado, incrementar la producción de frutas y verduras y disminuir las importaciones.
Relata que en 2008 la Secretaría de Salud elaboró un programa de combate a la obesidad con énfasis en el aspecto alimentario, esto implicaba incrementar impuestos, regulación de la publicidad, vigilancia epidemiológica, información a la población.
El problema, dice, es que las empresas cabildearon y dijeron que eso iba contra la libertad de comercio, que había que hacer un Acuerdo Nacional por la Salud Alimentaria, que tampoco funcionó.
—¿Hay abandono del Estado para garantizar la alimentación de los mexicanos?
—El Estado no ha cumplido con sus obligaciones, aunque hay un mandato en la Constitución [Política de los Estados Unidos Mexicanos]. La obligación del Estado es el bienestar de la nación. Ha hecho mal las cosas.
(El texto completo aparece publicado en Fortuna 124)