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Por Claudia Villegas @LaVillegas1
La definición más sencilla de recesión económica es la disminución generalizada y consistente del crecimiento en un periodo relevante. Así se encuentra la economía mexicana y durante el primer año del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no son pocas las voces que buscan las razones de esta caída en el crecimiento.
Es cierto que durante el primer trimestre del año, las economías emergentes no crecieron y que en ese grupo se encuentra México; también es cierto que disminuyeron los ingresos por exportaciones petroleras, situación que impacta directamente las finanzas de los estados y municipios. También es cierto que la reinvención de las política de subsidios para el sector de la vivienda impactó al sector de la construcción, uno de los componentes más importantes del Producto Interno Bruto. No obstante, muchos analistas – incluyendo a los del Banco de México – se preguntan porque el gobierno federal , desde la Secretaría de Hacienda y Crédito Público a cargo del doctor Luis Videgaray no impulsó una estrategia contra cíclica, como sucedió en otras economías emergentes, para evitar que la recesión fuera tan dolorosa para millones de mexicanos. Ayer, precisamente, el titular de la SHCP habló ante inversionistas del Grupo Financiero Banorte que preside Guillermo Ortiz sobre los retos de la economía. Lo más relevante de su intervención fue que reconoció que la dinámica económica es claramente insuficiente. Dijo que el crecimiento que registraba el país era mediocre. Una declaración muy fuerte viniendo del responsable de velar por el crecimiento de la economía nacional. No obstante, Videgaray tuvo la precaución de remontar el análisis a los gobiernos panistas. Aseguró que entre 2001 y 2012 el crecimiento promedio de la economía apenas fue del dos por ciento. Así, claro, no se ve tan mal que al cierre de este año el país sólo crezca en 1.8 por ciento y que la generación de empleos no rebase el medio millón de plazas, como sorprendentemente lo mencionó el propio titular de la Secretaría del Trabajo, Alfonso Navarrete Prida, otro de los funcionarios que acompañan a Peña Nieto desde su gestión en el Estado de México.
A Videgaray, sin embargo, se le reprocha que no se liberaran “a tiempo” los recursos del gobierno federal para los estados y municipios; que las dependencias mantuvieran congeladas muchos presupuestos para contrataciones de bienes y servicios, en el ánimo de esperar las reformas estructurales pero, sobre todo, para no exasperar a los actores políticos en el Pacto por México, quienes podrían atribuirle al gobierno de Enrique Peña Nieto un peligroso protagonismo que pusiera en riesgo los acuerdos. Esas son las versiones que corren en los pasillos dependencias y oficinas públicas.
Es cierto, me explicó un analista, que el gasto del gobierno federal – si está ausente – no puede causar por si mismo unarecesión y que fue la debilidad del sector exportador lo que también contribuyó a la caída del PIB; sin embargo, insisto, ¿pudo hacer algo el gobierno federal?
Lo interesante está por venir: La SHCP podría corregir la omisión en medio del repunte de los principales indicadores de la economía estadounidense que, para algunos, muestran una clara tendencia a la recuperación; quedaría demostrado que la economía mexicana no puede andar sola y que necesita respirar a través de los pulmones del gigantesco vecino. Quedaría claro, también, que no hubo una intención de politizar el ejercicio del presupuesto desde una dependencia que, por cierto, se ha distinguido por su enfoque institucional y funcionarios que ya acumulan varios lustros en esa entidad clave para el país.
En el largo plazo, dijo ayer el titular de la SHCP, el crecimiento de un país en el largo plazo de estar determinado por la productividad. ¿Será que Videgaray ya le respondió a sus críticos que piden una participación más activa del gobierno en la economía?
Pero en materia de productividad, la economía tampoco se ve muy bien. La SHCP refirió que entre 1980 y 2011 ha sido negativa. La tasa de este indicado durante el periodo señalado es de menos del 0.7 por ciento. Así, en los últimos 30 años no se ha registrado una incremento en este indicador.