COLUMNA | Al Aire: El quitavisas

Con el mismo tono ligero, ahora como segundo de la Secretaría de Estado de Donald Trump, Landau se ha autonombrado como “el quitavisas”.
Foto: Tomada de la cuenta de X de Christopher Landau.

Tiempo de lectura aprox: 2 minutos, 3 segundos

por Enrique Hernández Alcázar
Está feliz, así como cuando era embajador de Estados Unidos en México. Cristopher Landau será recordado como el embajador guía de turistas. Posteaba en Instagram sus fotos sobre tacos, quesadillas, música, tradiciones y cultura mexicana. Hasta caía bien con sus pintoresco estilo diplomático.

Con el mismo tono ligero, ahora como segundo de la Secretaría de Estado de Donald Trump, Landau se ha autonombrado como “el quitavisas”. Y lo refuerza con memes que él mismo publica en la red. La batiseñal con el logotipo de la dependencia que dirige Marco Rubio. O hasta él mismo en traje de superhombre quemando visas con rayos láser que salen de sus ojos.

La reciente revocación de visas a más de 50 políticos y funcionarios mexicanos pone la lupa sobre Landau. Parece que no es solo una medida migratoria, sino un mensaje cifrado, una advertencia diplomática y una jugada de presión geopolítica… y publicitaria.

¿Quiénes están en la lista? ¿Quién redactó la lista? ¿Quién filtró la lista? ¿Quién niega la exstencia de la lista? ¿Existe la dichosa lista?

En el México de hoy, donde la opacidad es norma y la sospecha es método, la noticia -dada a conocer por la agencia de noticias Reuters– se instala como un eco incómodo en los pasillos del poder. No hay nombres oficiales, no hay acusaciones formales, no hay pruebas públicas. Pero hay miedo. Y silencio.

La administración de Donald Trump, en su renovada cruzada contra los cárteles de la droga, ha decidido usar la política de visas como herramienta de presión. No es nuevo, dicen los exembajadores de Washington en nuestro país. Se las concedo. Pero -eso sí- nunca había sido tan amplio, tan frontal, tan cargado de simbolismo.

El caso del exgobernador de Guerrero, Héctor Astudillo Flores, lo confirma: recibió un correo, sin explicaciones, sin derecho de réplica. Se le cerró la puerta, literalmente, sin juicio ni sentencia. Se le aplicó la máxima de “el quitavisas”.

La estrategia es clara: golpear donde duele, en el prestigio, en la movilidad, en la posibilidad de escapar. Porque en México, perder la visa estadounidense no es solo perder un documento: es perder acceso, perder estatus, perder blindaje. Y en esta nueva clase morenista wannabe, perder el chance del shopping en el mall de lujo.

En tiempos de sospecha, eso equivale a una condena tácita.

Pero la pregunta que flota es otra: ¿es esta una ofensiva real contra el narco o una maniobra para doblar al gobierno mexicano? Porque si la lista incluye a figuras de Morena, del PRI, del PAN, y hasta cercanos al expresidente López Obrador, entonces no estamos ante una operación quirúrgica, sino ante una purga diplomática. Es una forma de decir: sabemos más de lo que decimos y podemos actuar sin avisar.

La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho que no tiene información oficial. Que es un asunto personal. Que cada quien se defienda como pueda. Pero el silencio institucional también habla. Y en este caso, grita.

En el fondo, esta revocación masiva de visas es una radiografía del momento: un país vecino que decide intervenir sin pedir permiso y un vecino del sur que no sabe —o no quiere— responder. Mientras tanto, los nombres siguen sin aparecer. Las razones siguen sin explicarse. Y el narco, ese fantasma que todo lo contamina, sigue sin ser enfrentado con claridad.

¿Cuántos más están en la lista? ¿Cuántos la temen? ¿Cuántos la merecen?

En la política mexicana, la frontera entre la sospecha y la complicidad es cada vez más delgada. Y Estados Unidos ha decidido cruzarla.

 

 

También te puede interesar: COLUMNA | Al Aire|| Los tiempos de la Pornocracia