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Por Mayela Sánchez Vázquez Mellado*
El ciclo escolar comenzó y, aunque la rutina poco a poco vuelve a instalarse, muchas niñas y niños aún enfrentan el reto de adaptarse. Para quienes han vivido un proceso de adopción, este periodo puede ser más complejo: incorporarse a aulas que no siempre están preparadas para recibir su historia con respeto.
La primera infancia de 0 a 6 años es la etapa en la que se construye la identidad y la autoestima. Comentarios aparentemente inofensivos, pero cargados de prejuicio, pueden dejar huellas profundas en esa construcción.
Una experiencia que revela la urgencia
Miriam Valero, docente y maestra en educación, lo vivió con su hija, a quien adoptó a los seis años. Uno de los mayores retos fue precisamente la escuela.
Su hija asistía al mismo centro escolar al que acudía cuando estaba en Casa Cuna, a sugerencia de la institución. Sin embargo, se enfrentó a dinámicas que no consideraban la transición de una vida en cuidados institucionales hacia la vida en familia.
Un día, al recogerla, Miriam dijo a las maestras en guardia: “Vengo por mi hija”. Ellas no la encontraban, pues seguían llamándola por su nombre anterior. Ese nombre había cambiado legalmente junto con sus apellidos como parte del proceso de adopción, un cambio que la propia niña deseó para iniciar una nueva etapa de vida.
La falta de comunicación interna en la escuela provocó confusión y, finalmente, una maestra dijo en voz alta: “Ah sí, vienen por la que acaban de adoptar”. Esa frase fue la gota que derramo el vaso en una serie de situaciones que ya preocupaban a Miriam: la falta de seguimiento al aprendizaje de su hija, la poca atención a su desarrollo socioemocional y la ausencia de acompañamiento en su integración escolar en esta nueva etapa.
Todo ello evidenció la falta de preparación de la escuela para acompañar trayectorias diversas. De esta experiencia nació la convicción de crear una herramienta que sensibilizara al magisterio. Como fruto de su investigación académica, Miriam elaboró una Guía práctica de apoyo para docentes con alumnos institucionalizados, en situación de adopción y acogimiento familiar, que propone capacitación sobre adopción, acompañamiento escolar, atención emocional, manejo responsable de la historia familiar y estrategias para enfrentar traumas derivados de la institucionalización.
Derechos que se viven en el aula
La Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en México reconocen el derecho a la identidad, a la no discriminación y a la educación inclusiva. Sin embargo, estos principios deben traducirse en prácticas diarias.
De acuerdo con el Sistema de Información por tus Derechos, Niñas, Niños y Adolescentes Protegidos, entre 2014 y 2025 se realizaron 4,326 adopciones en México. De ellas, 1,993 correspondieron a niñas y niños de entre 0 y 5 años, en plena primera infancia, y 1,516 al rango de 6 a 11 años, justo en los primeros años de escolaridad.
Además, investigaciones del psicólogo David Brodzinsky muestran que, en la etapa preescolar (3 a 5 años), los niños adoptados pueden decir que “son adoptados”, pero aún no comprenden del todo qué significa. Por ello necesitan acompañamiento sensible tanto en la familia como en la escuela, con paciencia y apertura para hablar de su historia. Minimizar o interrumpir estas conversaciones puede afectar la construcción de su identidad y autoestima.
Prepararse para incluir
El ciclo escolar ya está en marcha y es momento de que las escuelas se pregunten: ¿estamos listos para recibir con dignidad a cada niña y niño, sin importar su origen familiar?
Organizaciones como CORA, con su Decálogo Escuela y Adopción, recuerdan que es fundamental respetar los procesos de adaptación familiar, dar seguimiento psicopedagógico, revisar materiales escolares que no excluyan, reaccionar con tolerancia cero frente a la discriminación y mantener comunicación constante con las familias adoptivas. Capacitarse y sensibilizarse no es un gesto opcional: es parte del derecho a la educación y a la dignidad.
Aprender de quienes aprenden
Cuando se le preguntó qué le pediría a sus maestras y maestros, hoy ya como adolescente, la hija de Miriam fue contundente: “Que me escuchen, que sean pacientes conmigo. Yo aprendo de una forma diferente y a veces eso no es fácil de entender. Les pediría que, así como yo estoy aprendiendo, ellos también puedan aprender de mí”.
Su voz recuerda que la inclusión no es un discurso abstracto, sino una práctica cotidiana en las aulas. El derecho a vivir en familia es también el derecho a ser reconocido como una niña o niño más, con dignidad y respeto. A poco más de una semana de iniciado el ciclo escolar, la pregunta sigue presente: ¿estamos preparados para recibir cada historia de nuestra niñez con entendimiento y empatía?
*Fundadora de Embajadoras y Embajadores Adopción México A.C.