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La decisión de GE Appliances de trasladar parte de su producción de electrodomésticos desde México hacia plantas en Estados Unidos, respaldada por un plan de inversión superior a 3 mil millones de dólares, representa un golpe simbólico y operativo para la industria manufacturera mexicana. Entre las líneas afectadas se encuentran cocinas a gas que se ensamblaban en territorio nacional y que ahora se fabricarán en Georgia, como parte de una estrategia de “reshoring” que busca producir más cerca del consumidor estadounidense, reducir la exposición a aranceles y aprovechar procesos automatizados.
En México, GE Appliances está vinculada al fabricante Mabe. GE (ahora parte de Haier/KRR) luego de que adquirió cerca del 48 % de participación en Mabe, una empresa fundada en 1946 que ha sido clave en la producción de electrodomésticos para el mercado estadounidense. Mabe llegó a fabricar el 95 % de los productos GE importados desde su planta en San Luis Potosí.
En junio de 2016, GE vendió su división GE Appliances al gigante chino Haier, en una operación que incluía también la participación del 48.4 % que GE tenía en Mabe
Con esa transacción, Haier asumió todos los derechos y obligaciones que GE tenía en Mabe, incluida la licencia del uso de la marca GE Appliances para América Latina y Canadá
Desde entonces, la relación no es directa con GE, sino entre Haier y Mabe, con Haier como socio estratégico. Esa alianza continúa siendo vigente hasta la fecha.
En 2019, Haier consideró comprar el resto de la participación en Mabe, pero esa adquisición total no se concretó; Mabe sigue operando con una estructura accionarial mixta, en la que Haier tiene el 48 % y el restante porcentaje sigue con la familia y socios fundadores
Actualmente, Mabe continúa invirtiendo en México como empresa independiente. Anunció una inversión de US$ 668 millones para el período 2025-2027, destinada a fortalecer capacidades de diseño, investigación y producción loca
Para México, este movimiento significa la pérdida de una porción de la producción de alto volumen en un sector —el de línea blanca— que ha sido uno de los pilares de la manufactura de exportación. Aunque no se ha anunciado un cierre total de operaciones, la reducción de carga productiva implica menor dinamismo en las plantas locales y presión para reorientar la capacidad instalada hacia otros clientes o mercados.
En el frente laboral, GE Appliances enfrenta realidades muy distintas en sus dos principales polos de producción:
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En Estados Unidos, la compañía ha logrado acuerdos contractuales con concesiones moderadas, pero la presión sindical sigue siendo intensa. Los sindicatos demandan salarios más competitivos frente al encarecimiento de la vida, equidad interna y mejoras en condiciones estructurales de trabajo. Estos reclamos podrían encarecer los costos laborales y limitar el margen de rentabilidad de la nueva producción trasladada desde México.
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En México, la presión sindical es históricamente menor, pero no inexistente. La entrada en vigor de las reformas laborales y la mayor vigilancia bajo el T-MEC han fortalecido mecanismos de defensa de los trabajadores. Si bien los costos laborales siguen siendo más bajos que en EE. UU., los cambios regulatorios y el potencial de organización obrera podrían elevar las exigencias salariales y de condiciones laborales en los próximos años.
La salida parcial de GE Appliances plantea interrogantes estratégicos para el sector mexicano: ¿podrán las plantas locales compensar la pérdida con contratos de otras marcas o líneas de producción? ¿Serán capaces de subir en la cadena de valor para evitar que la automatización y el reshoring continúen restando competitividad?
Por ahora, la compañía no ha dado señales de revertir su decisión. Sin embargo, factores como cambios en la política comercial, mejoras logísticas o una eventual presión de costos en EE. UU. podrían reabrir la posibilidad de mantener o incluso recuperar parte de la producción en México. Hasta entonces, el país deberá asumir el desafío de sostener su atractivo manufacturero en un entorno en el que las decisiones corporativas se mueven cada vez más rápido y con criterios que trascienden el simple costo laboral.