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Si bien es más frecuente encontrarlo entre mujeres, no es exclusivo de ellas; figuras públicas como Tom Hanks han compartido que también lo han experimentado. Hoy sabemos que afecta tanto a mujeres como a hombres, y se define como un patrón psicológico en el que la persona duda de sus capacidades y méritos, se percibe como “falsa” y teme ser descubierta como incompetente.
Por: Yvette Mucharraz y Cano * y Karla Cuilty Esquivel **
Cerca de 8 de cada 10 personas se han sentido alguna vez inadecuadas para cumplir con una función, a pesar de estar calificadas para realizarla, a lo que se le conoce como síndrome del impostor.
Bravata y coautores en 2020 estimaron que es más frecuente encontrarlo entre mujeres, pero no es exclusivo de ellas. Figuras públicas como Tom Hanks o Michelle Obama han compartido que también lo han experimentado.
Este fenómeno fue descrito por primera vez en 1978 por Pauline Clance y Suzanne Imes, quienes estudiaron a mujeres con un alto desempeño profesional que, a pesar de sus logros, temían ser descubiertas como un fraude.
Hoy sabemos que el síndrome afecta tanto a mujeres como a hombres, y se define como un patrón psicológico en el que la persona duda de sus capacidades y méritos, se percibe como “falsa” y teme ser descubierta como incompetente. A menudo, atribuye sus logros a la suerte o a factores externos, sin reconocer su propio esfuerzo o talento.
El origen del síntoma
El síndrome del impostor surge cuando hay una discrepancia entre la percepción interna de incapacidad y la evidencia externa del éxito. El fenómeno va más allá de la percepción individual, debido a que se da en el contexto profesional y tiene raíces estructurales.
A nivel personal, Clance e Imes señalan que se relaciona con una autocrítica severa, miedo a no poder repetir los logros, y una tendencia a recordar fracasos pasados. Para compensarlo, muchas personas se sobreexigen o se sobrepreparan. También puede manifestarse como una necesidad de perfección, minimización de logros, vergüenza, y evitación de desafíos por temor a destacar.
Los estudiantes universitarios son especialmente vulnerables a este síndrome debido a su limitada experiencia y a las exigencias académicas. La investigación de Pákozdy y coautores (2024) presenta un estudio en el cual analizan cómo este síndrome se relaciona con cuatro factores: la autoeficacia, el perfeccionismo, la felicidad y la competitividad.
Como Clance, observaron que las mujeres tienden a experimentarlo con mayor frecuencia, en parte por el perfeccionismo y en ocasiones por considerarse un grupo minoritario, y que cuando lo hacen, presentan mayores niveles de ansiedad. Independientemente del sexo, la felicidad actúa como un factor protector: reduce el perfeccionismo, incrementa la autoeficacia y disminuye la probabilidad de sentirse como impostor.
Curiosamente, la competitividad no se asoció con una mayor prevalencia del síndrome.
Riesgos claros
Clark y colaboradores (2021) encontraron que estas autoexigencias asociadas al síndrome del impostor pueden aumentar el riesgo de burnout o agotamiento excesivo, lo que podría conducir a agravar el estado de salud mental de quienes lo padecen.
No obstante, otros autores como Stoddard (2023), quien lo vivió cuando estaba en su programa doctoral, proponen tomar el síndrome del impostor como una experiencia constructiva que puede conducir al crecimiento personal y profesional.
Lo primero es analizar la manera de abordarlo. Una forma constructiva de hacerlo es visualizar el “reto” como un acercamiento hacia el desafío con un objetivo claro, por ejemplo, buscando el propósito de la actividad como una experiencia de aprendizaje, más constructiva que aterradora. A este cambio de pensamiento, se le denomina “flexibilidad psicológica” y su objetivo es transformar los pensamientos, magnificando el lado positivo del reto a enfrentar, así se procura incrementar la autoconfianza y la autoestima.
Esto no implica pasar al otro extremo, es decir, presentar el efecto Dunning-Kruger en el que una persona con baja preparación siente que sus habilidades son suficientes, incluso puede sobreestimarlas, por lo que no se prepara, no acepta sus errores, ni solicita o acepta retroalimentación para mejorar su desempeño. Más bien, se busca una preparación congruente, no obsesiva, que conduzca a la autoconfianza y sobre todo a enfrentar el desafío.
Herramientas útiles
Stoddard (2023) comparte algunas prácticas que facilitan el desarrollo de estas habilidades para abordar el síndrome del impostor que a continuación se presentan con algunas ideas complementarias:
Reconocer y aceptar el miedo (o pánico) al reto que se presenta; la aceptación comienza por identificar las sensaciones corporales. Lo primero es respirar y sentir esa incomodidad en el cuerpo, seguir respirando lentamente y cada vez más profundamente hasta lograr tranquilizarse.
También es útil pensar en si este reto conduce a la persona a la vida que quiere vivir. Por ejemplo, para los emprendedores la participación en ejercicios tipo Shark Tank son excelentes oportunidades, aun cuando inicialmente la auto-percepción sea de un “fraude”. Y evadir no es una buena idea.
Recordar frases tipo epitafio o motivacionales, por ejemplo: “hazlo”, “sigue adelante” “en memoria de …”.
La creatividad y el humor pueden ser ingredientes que ayudan a reducir la tensión. Incluso una frase como “al toro por los cuernos” es un buen ejemplo.
Recordar los valores u objetivos de largo plazo como un referente claro que inspire a pasar por las sensaciones incómodas del síndrome del impostor.
Finalmente, no hay que olvidar que cuando el síndrome del impostor “ataca” es porque hay avance fuera de la zona de confort, por lo que puede ser un buen indicio siempre que se aborde adecuadamente.
También se podría hablar de dolores de crecimiento y, en la mayoría de los casos, es un paso más cerca de lograr el éxito, o de generar un aprendizaje significativo de una experiencia que permitirá impulsar el desarrollo.
Observar y apoyarse de mentores formales e informales también puede fortalecer la confianza profesional. Aquellas personas admirables, que han sido un referente o con quien se quiere establecer relaciones profesionales, pueden ser un estímulo para enfrentar las transiciones de carrera o las oportunidades de primera vez.
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*Directora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección en el IPADE Business School
**Investigadora Senior del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección de IPADE Busines School.