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Hace algunas noches, la luna llena se alzaba en el horizonte apenas teñida de rojo, anticipando su transformación, al tiempo que bañaba con su luz una copa de vino “Santos Brujos”, que tomaba en espera del eclipse. En un momento elevé mi copa al cielo, mientras el vino, de un rojo profundo y vibrante, parecía reflejar la intensidad de la luna de sangre. Cada sorbo cargaba una esencia mística, como si el espíritu del vino ascendiera en vapores invisibles para fundirse con el resplandor rojizo de la luna, ya envuelta en un tono aún más vivo.
Fue un silencioso intercambio de vida, una danza en tributo a ese ciclo eterno que une la tierra, la vid y el cielo nocturno.
ARMONÍA ENTRE LA TIERRA Y EL COSMOS
Los vinos biodinámicos han captado la atención en todo el mundo, gracias a una visión que combina la agricultura sostenible, la conexión con la naturaleza y un toque de misticismo. Pero, ¿qué son realmente y qué los hace tan fascinantes?
Este tipo de vinos se producen siguiendo los principios de la biodinámica, un enfoque agrícola desarrollado por el filósofo y pedagogo Rudolf Steiner (1861-1925), quien además fue un ocultista esotérico que desarrolló la teosofía, una corriente de pensamiento que buscaba integrar ciencia, arte y espiritualidad. El vino producido con técnicas biodinámicas no es nada más un producto agrícola, sino también una manifestación de esta filosofía. Cada botella busca capturar no solo el terruño, sino también la energía y el equilibrio del ecosistema en el que se produce. Para Steiner, este proceso era una forma de honrar el vínculo entre el ser humano, la tierra y el cosmos.
Ejemplos de algunas de sus prácticas son los preparados especiales que se realizan para enriquecer el suelo y las plantas, como los cuernos de vacas llenos de estiércol y enterrados durante el invierno. Las tareas del viñedo, como la poda, la siembra y la cosecha, que se planifican de acuerdo con las fases de la Luna y las posiciones planetarias, basándose en la creencia de que estos ritmos influyen en el crecimiento y vitalidad de las plantas. Los viñedos a menudo integran otros cultivos, animales y hábitats de insectos, para crear un ecosistema equilibrado, sin el uso de pesticidas químicos y con la mínima intervención en sus procesos de vinificación.
Aunque algunas de estas prácticas carecen de una validación científica definitiva, numerosos agricultores y enólogos adoptan estos métodos, por los resultados tangibles que observan en sus viñedos. Constituyen así, un punto de encuentro entre la tradición, la intuición, la espiritualidad y los fundamentos de la ciencia agrícola.
Este tipo de vinos no solo son un placer para el paladar, sino también un aporte significativo al medio ambiente, al fomentar la biodiversidad y minimizar el impacto ambiental, ayudando así a enfrentar importantes desafíos globales, como el cambio climático.
EL VALLE DE GUADALUPE Y SU APUESTA BIODINÁMICA
México no se queda atrás en esta tendencia. Regiones vinícolas, como el Valle de Guadalupe, en Baja California, han adoptado este tipo de prácticas en bodegas, como Casa Magoni, Finca Carrodilla y Santos Brujos. Estas vinícolas no solo producen vinos de alta calidad, sino que también demuestran el potencial de esta metodología en climas y terrenos diversos.
Los vinos biodinámicos son mucho más que una moda pasajera, representan una forma de reconectar con la naturaleza, cuidar el planeta y explorar un punto de vista único hacia el arte de la vinicultura. La próxima vez que abras una botella biodinámica, estarás degustando no solo vino, sino el fruto de una visión que integra tierra, universo y pasión por lo sustentable.
*FOTÓGRAFA Y WINELOVER
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