El sueño infantil: aliado clave para una vida saludable; padres clave en fomentar buenos hábitos

El sueño infantil: aliado clave para una vida saludable; mamás y papás, clave para fomentar buenos hábitos La calidad y cantidad del sueño diario juegan un papel fundamental en el desarrollo físico y mental de los niños. Dormir poco o a deshoras puede influir en la producción y el equilibrio de hormonas que regulan el apetito, lo que podría afectar su salud a largo plazo. Un estudio realizado en España entre 2018 y 2020, publicado en la edición inglesa de Endocrinología, Diabetes y Nutrición, analizó la relación entre hábitos de sueño y alimentación en niños y adolescentes con obesidad. Los resultados indicaron que la diferencia en el número de horas de sueño entre fines de semana y días laborables se correlaciona con un mayor grado de obesidad y, de manera negativa, con el tiempo dedicado a la actividad física. Además, el estudio señala que para abordar la obesidad infantil es fundamental establecer horarios regulares de comidas y sueño, así como una adecuada distribución calórica a lo largo del día y la promoción del ejercicio. Por otra parte, un análisis publicado en la Revista Chilena de Psiquiatría, Neurología, Infancia y Adolescencia, consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), destaca que el deterioro del sueño afecta la calidad de vida de los niños y sus familias, y tiene consecuencias neurocognitivas negativas, como problemas en la consolidación de la memoria y en la capacidad de atención. En un estudio realizado a 308 preescolares y adolescentes chilenos, se identificó que el 19% presentaba dificultad para conciliar el sueño, el 85% de estos tardaba más de 30 minutos en dormirse, el 6% despertaba más de dos veces por noche y el 34% consumía bebidas estimulantes. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niños duerman un tiempo adecuado según su edad: entre 12 y 16 horas para bebés de hasta un año; entre 11 y 14 horas para niños de 1 a 2 años; entre 10 y 13 horas hasta los 4 años; al menos 10 horas diarias entre los 6 y 11 años, y un mínimo de 8 horas en la adolescencia. Para el tratamiento de la obesidad infantil, los expertos sugieren una intervención multidisciplinaria que contemple no solo la alimentación, sino también la reducción del sedentarismo, la participación familiar en el tratamiento y, en algunos casos, la evaluación de factores psicosociales. En este sentido, madres y padres juegan un papel crucial en la creación de hábitos saludables de sueño. Los especialistas recomiendan establecer rutinas antes de dormir, respetar horarios y espacios destinados al descanso, y evitar el uso de pantallas o dispositivos electrónicos al menos dos horas antes de acostarse. Estas prácticas pueden contribuir significativamente a mejorar la salud y bienestar de los niños y adolescentes.

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La calidad y cantidad del sueño diario juegan un papel fundamental en el desarrollo físico y mental de los niños. Dormir poco o a deshoras puede influir en la producción y el equilibrio de hormonas que regulan el apetito, lo que podría afectar su salud a largo plazo.

Un estudio realizado en España entre 2018 y 2020, publicado en la edición inglesa de Endocrinología, Diabetes y Nutrición, analizó la relación entre hábitos de sueño y alimentación en niños y adolescentes con obesidad. Los resultados indicaron que la diferencia en el número de horas de sueño entre fines de semana y días laborables se correlaciona con un mayor grado de obesidad y, de manera negativa, con el tiempo dedicado a la actividad física.

Además, el estudio señala que para abordar la obesidad infantil es fundamental establecer horarios regulares de comidas y sueño, así como una adecuada distribución calórica a lo largo del día y la promoción del ejercicio.

Por otra parte, un análisis publicado en la Revista Chilena de Psiquiatría, Neurología, Infancia y Adolescencia, consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), destaca que el deterioro del sueño afecta la calidad de vida de los niños y sus familias, y tiene consecuencias neurocognitivas negativas, como problemas en la consolidación de la memoria y en la capacidad de atención.

En un estudio realizado a 308 preescolares y adolescentes chilenos, se identificó que el 19% presentaba dificultad para conciliar el sueño, el 85% de estos tardaba más de 30 minutos en dormirse, el 6% despertaba más de dos veces por noche y el 34% consumía bebidas estimulantes.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que los niños duerman un tiempo adecuado según su edad: entre 12 y 16 horas para bebés de hasta un año; entre 11 y 14 horas para niños de 1 a 2 años; entre 10 y 13 horas hasta los 4 años; al menos 10 horas diarias entre los 6 y 11 años, y un mínimo de 8 horas en la adolescencia.

Para el tratamiento de la obesidad infantil, los expertos sugieren una intervención multidisciplinaria que contemple no solo la alimentación, sino también la reducción del sedentarismo, la participación familiar en el tratamiento y, en algunos casos, la evaluación de factores psicosociales.

En este sentido, madres y padres juegan un papel crucial en la creación de hábitos saludables de sueño. Los especialistas recomiendan establecer rutinas antes de dormir, respetar horarios y espacios destinados al descanso, y evitar el uso de pantallas o dispositivos electrónicos al menos dos horas antes de acostarse. Estas prácticas pueden contribuir significativamente a mejorar la salud y bienestar de los niños y adolescentes.

 

 

 

 

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