FUTUREAMOS por Diana Daniels|| El dragón, el águila y el tigre: ¿Quién tomará el lugar de China?

FUTUREAMOS Del dragón al águila y el tigre: ¿Quién tomará el lugar de China? Más allá de China: ¿Quién redefinirá la producción mundial?
FUTUREAMOS Del dragón al águila y el tigre: ¿Quién tomará el lugar de China? Más allá de China: ¿Quién redefinirá la producción mundial?

Tiempo de lectura aprox: 9 minutos, 49 segundos

Los años ochenta marcaron un punto de inflexión para México, India y China, tres naciones que estaban trazando los caminos que definirían sus futuros. En México, la crisis económica abrió paso a las reformas neoliberales de los 90. En India, los primeros pasos hacia la liberalización económica sentaron las bases para su eventual auge tecnológico. Mientras tanto, China, liderada por las reformas de Deng Xiaoping, comenzaba su transformación de una economía agraria y centralizada hacia un modelo de mercado. Fábricas abarrotadas de trabajadores producían desde juguetes hasta electrónicos de alta gama, alimentando la creciente demanda de un mundo globalizado. Ser ochentero en cualquiera de estos países era vivir en una época de cambios acelerados, sin saber que estabas presenciando el nacimiento de tendencias que definirían el siglo XXI.

Hace poco tuve la oportunidad de visitar el país, y me sorprendió profundamente la inventiva y, sobre todo, el “hambre” del ecosistema emprendedor. Existe un entusiasmo palpable por reinventarse, por convertir desafíos en oportunidades y por construir soluciones audaces. Las posibilidades de negocio son increíblemente prometedoras, reflejo de un país en constante movimiento. Es evidente que India no solo está enfrentando sus retos con determinación, sino que también está diseñando un futuro donde la innovación se posiciona como el motor principal del crecimiento y la prosperidad.

¿Será el dragón, el tigre o el águila quien lidere esta nueva era? Tal vez no sea ninguno por sí solo, sino una criatura mitológica, un alebrije global que combine la fortaleza del dragón, la agilidad del tigre y la visión del águila. Esta nueva figura sería el reflejo de un mundo colaborativo, donde las naciones contribuyen con lo mejor de sí mismas para construir un futuro más equilibrado y resiliente. ¡Hay que estar listo para formar parte de esta transformación y ayudar a dar forma a este alebrije del siglo XXI!

Ah, los años 80. Una década de contrastes vibrantes y transformaciones profundas en todos los rincones del planeta. En México, India y China, la vida cotidiana estaba marcada por desafíos económicos y promesas de modernización. Mientras las fábricas chinas comenzaban a ganar terreno como motor industrial, en India y México se forjaban estrategias económicas que buscaban relevancia global. Hoy, sin embargo, esa historia está en plena revisión. Las tensiones comerciales con Estados Unidos, una pandemia que fracturó cadenas de suministro y la búsqueda de resiliencia empresarial han abierto una pregunta crucial: ¿qué país reemplazará a China como la “fábrica del mundo”? México e India parecen liderar la carrera, con Vietnam ganando terreno en menor medida. Pero lo más importante es preguntarnos: ¿tendrá la juventud de hoy la misma capacidad de resiliencia y valentía para afrontar estas transformaciones como lo hicieron los ochenteros?

México en 1980: Los ecos de una crisis y la edad dorada del cine popular

En México, los ochenta comenzaron con promesas de modernidad, pero rápidamente se vieron ensombrecidos por una de las crisis económicas más severas en la historia del país. El auge petrolero de finales de los 70 había generado un optimismo desbordante. El entonces presidente José López Portillo, conocido por su famosa declaración “Defenderé al peso como un perro”, había proclamado que México debía “aprender a administrar la abundancia.” Sin embargo, esa abundancia se evaporó cuando los precios del petróleo colapsaron en 1982, dejando al país con una deuda externa monumental, una economía en declive y una generación marcada por la incertidumbre y la lucha por la estabilidad.

Si fueras un mexicano ochentero, habrías crecido escuchando la música de Juan Gabriel, Timbiriche y Flans en la radio. La televisión sería tu ventana al mundo, con programas como “Siempre en Domingo,” mientras el cine vivía una era de comedias populares y cintas románticas. La inflación era un tema constante en las conversaciones familiares, y las filas para conseguir productos básicos no eran infrecuentes. Aun así, las familias buscaban alegría en las “quermeses,” las fiestas patronales y los fines de semana en el parque. Si tenías suerte, podías tener un Atari o una grabadora. Las cartas y las llamadas telefónicas largas con amigos eran la norma; los teléfonos celulares y el internet eran todavía cosas de ciencia ficción.

India en 1980: Contrastes entre tradición y modernidad

India en los años ochenta era una tierra de profundas contradicciones. Por un lado, el país seguía lidiando con problemas como la pobreza y el analfabetismo. Por otro, estaba experimentando una transformación tecnológica y política que sentaría las bases para su futuro auge económico. Indira Gandhi regresó al poder en 1980 después de un período tumultuoso conocido como la “Emergencia” (1975-1977), donde se suspendieron derechos democráticos. Su liderazgo en esta nueva década fue polarizante, y finalmente fue asesinada en 1984, marcando una tragedia nacional.  La economía india estaba basada en gran medida en la agricultura, con políticas proteccionistas que restringían el comercio y la inversión extranjera. Sin embargo, a finales de la década, el país comenzaría a experimentar con reformas que más tarde darían lugar a su auge tecnológico.  En las salas de cine, Bollywood vivía una de sus etapas doradas, con películas icónicas como Sholay y Disco Dancer llenando las butacas. La música india combinaba ritmos tradicionales con influencias occidentales, como el pop y el disco.

China en 1980: Entre la sombra del maoísmo y los primeros rayos del capitalismo

Ser chino en los años ochenta era vivir en un país atrapado entre el peso del pasado comunista y el atractivo de un futuro capitalista. Las ciudades más grandes, como Beijing y Shanghái, estaban comenzando a llenarse de fábricas y trabajadores rurales que migraban en busca de nuevas oportunidades. Si eras un joven chino en los 80, probablemente tus padres habían vivido los traumas de la Revolución Cultural, y tú ahora trabajabas largas horas en fábricas con condiciones básicas. Los salarios eran bajos, pero las oportunidades de empleo crecían rápidamente en las ciudades. Productos básicos como bicicletas, radios y relojes eran símbolos de estatus. Tener acceso a productos extranjeros, como ropa o electrodomésticos importados, era prácticamente imposible para la mayoría. El gobierno promovía un enfoque nacionalista mientras comenzaba a permitir pequeños destellos de influencia extranjera. En las calles, todavía se veían uniformes Mao, pero poco a poco aparecían jeans y camisetas.

El Mundo en 1980: La guerra fría y la tecnología que cambiaría todo

Los ochenta fueron un campo de batalla cultural y político, donde la Guerra Fría seguía definiendo las tensiones globales. Era una época de extremos: desde el temor a un conflicto nuclear hasta el optimismo generado por avances tecnológicos como los primeros ordenadores personales y los videojuegos. IBM y Apple lanzaron computadoras personales que lentamente se colaron en oficinas y hogares. La idea de tener un ordenador en casa aún parecía un lujo o una rareza, pero estaba a punto de revolucionar la productividad y el ocio.  Michael Jackson lanzó Thriller en 1982, mientras que Madonna rompía barreras con su estilo y música. Películas como Star Wars: The Empire Strikes Back y E.T. definieron una nueva era de Hollywood. El movimiento feminista ganaba fuerza en muchas partes del mundo, mientras que los derechos civiles y las demandas de igualdad económica generaban debates en América Latina y Asia.

 

La entrada a la OMC: El momento que cambió todo

Aunque los 80 fueron cruciales para sentar las bases, fue en diciembre de 2001 cuando China ingresó a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Este evento marcó un antes y un después, consolidando al país como la “fábrica del mundo”.  La membresía en la OMC permitió a China abrir completamente sus mercados a empresas internacionales. Multinacionales como Nike, Apple y Samsung comenzaron a fabricar en el país debido a sus bajos costos laborales y su infraestructura emergente. En 2010, China producía el 19.8% de los bienes manufacturados del mundo, superando a Estados Unidos. Para 2019, su participación había aumentado significativamente, representando el 28.7% de la producción manufacturera global, mientras que Estados Unidos ocupaba el segundo lugar con el 16.8%. Este crecimiento consolidó a China como la principal potencia manufacturera mundial.

Los ochenteros de Hoy: La generación que impulsa a China

Los jóvenes que crecieron en los 80 son ahora adultos en sus 40s y 50s, y han sido los principales arquitectos del milagro económico chino. Esta generación pasó de trabajar en fábricas rudimentarias a convertirse en empresarios, ingenieros y líderes de empresas tecnológicas como Huawei, Tencent y Alibaba.  Los ochenteros chinos aprendieron a adaptarse a un mundo cambiante. Muchos vivieron la transición de una economía agraria a una industrial, y luego a una tecnológica. Ahora son una clase media globalizada que compra apartamentos, automóviles y viaja al extranjero. A pesar de su éxito, esta generación enfrenta el reto de una desaceleración económica, tensiones geopolíticas y el envejecimiento de la población.

El auge del Águila: México y la era del Nearshoring

En los últimos tres años, Monterrey y otras ciudades del norte de México han experimentado un auge sin precedentes en inversiones extranjeras. Empresas de Estados Unidos, China y Europa han establecido operaciones en la región, atraídas por su proximidad a mercados clave y un entorno favorable para los negocios. Por ejemplo, al cierre del tercer trimestre de 2024, el sector de Manufactura Diversa fue el principal impulsor de la demanda industrial en Monterrey, ocupando más de 487,000 m², lo que representa el 44% de la superficie total utilizada en el año. Además, Estados Unidos lidera como país de origen de esta demanda industrial, con más de 560,000 m² (50%), seguido por México (13%) y Alemania (11%).  Este crecimiento refleja la creciente importancia de México en las cadenas de suministro globales y su consolidación como un centro manufacturero estratégico.

Este fenómeno, conocido como nearshoring, ha puesto a México en la mira de empresas que buscan reducir su dependencia de China. Con tratados como el T-MEC, una fuerza laboral experimentada y su proximidad a Estados Unidos, México parece tener todas las cartas para convertirse en la nueva fábrica del mundo. Empresas como Foxconn, el gigante tecnológico taiwanés, conocido por ensamblar productos como el iPhone de Apple, anunció en octubre de 2024 la construcción de una planta en la Zona Metropolitana de Guadalajara, Jalisco. Esta instalación se dedicará al ensamblaje de los superchips GB200 de Nvidia, componentes esenciales para la próxima generación de la familia Blackwell. Se espera que la planta genere más de 11,000 empleos directos en su primera etapa.

Pero no todo es tan sencillo. Aunque México es fuerte en manufactura electrónica, automotriz y aeroespacial, enfrenta desafíos importantes. Uno de los más críticos es el impacto de la automatización. Según un informe del Banco Mundial, más del 60% de los empleos en la manufactura mexicana son susceptibles de ser automatizados en los próximos 15 años. Además, problemas estructurales como la inseguridad y la corrupción siguen ahuyentando inversiones estratégicas.

Aun así, México tiene una ventaja que no puede ser ignorada: su ubicación estratégica. Estar a sólo días de los principales mercados de América del Norte, en lugar de semanas como sucede con Asia, representa un cambio significativo en la logística global. Esta proximidad permite a las empresas reducir costos, optimizar tiempos de entrega y responder más rápidamente a las demandas del mercado. En un entorno donde la eficiencia es clave, esta ventaja posiciona a México como un actor esencial en las cadenas de suministro internacionales.

El rugido del tigre: India y su lucha por reinventarse

En Bangalore, conocida como el Silicon Valley de India, las oficinas están llenas de programadores que diseñan el software del futuro. Pero a sólo unas calles, en fábricas improvisadas, trabajadores ensamblan productos electrónicos en condiciones que recuerdan las primeras etapas de industrialización de China. Este contraste refleja las dualidades de India: un gigante tecnológico que también busca expandir su capacidad manufacturera.

India tiene números impresionantes a su favor. Su población joven y numerosa (Una de cada cinco personas en el mundo es un indio menor de 25 años) le otorga una ventaja demográfica clara. Además, el gobierno de Narendra Modi ha lanzado la ambiciosa iniciativa “Make in India”, destinada a atraer inversión extranjera y desarrollar sectores clave como automóviles, textiles y electrónica. Las inversiones ya están llegando: Apple, por ejemplo, está trasladando parte de su producción de iPhones desde China a India.

Pero el país enfrenta retos titánicos. Su infraestructura está lejos de ser óptima. En 2022, un informe del Banco Asiático de Desarrollo calificó los puertos y carreteras de India como “insuficientes para soportar una expansión manufacturera a gran escala.” Además, la automatización amenaza sectores que han sido pilares de la economía india, como los call centers. En los últimos cinco años, la adopción de inteligencia artificial en este sector ha reducido la demanda de operadores humanos en más del 30%.

A estos desafíos se suma el impacto ambiental. India es uno de los países más contaminados del mundo, con 63 de las 100 ciudades más contaminadas globalmente en 2022, según el Informe Mundial de Calidad del Aire. Esta crisis ambiental no sólo afecta la salud pública, sino que también plantea problemas para la expansión de sectores industriales, que podrían enfrentar regulaciones más estrictas y costos crecientes en un esfuerzo por reducir su huella de carbono. La sostenibilidad, entonces, se convierte en otro desafío clave para India en su búsqueda de liderazgo económico global.

A pesar de estos desafíos, India cuenta con una ventaja única: su dominio en tecnologías avanzadas. Más que convertirse en una fábrica tradicional, India está posicionándose como “la fábrica de las ideas,” con un enfoque en el desarrollo de software y productos tecnológicos que la diferencian de otros competidores en la economía global.

Hace poco tuve la oportunidad de visitar el país, y me sorprendió profundamente la inventiva y, sobre todo, el “hambre” del ecosistema emprendedor. Existe un entusiasmo palpable por reinventarse, por convertir desafíos en oportunidades y por construir soluciones audaces. Las posibilidades de negocio son increíblemente prometedoras, reflejo de un país en constante movimiento. Es evidente que India no solo está enfrentando sus retos con determinación, sino que también está diseñando un futuro donde la innovación se posiciona como el motor principal del crecimiento y la prosperidad.

Vietnam y otros jugadores emergentes: un papel complementario

A 3,000 kilómetros al este de India, Vietnam está silenciosamente construyendo su caso como un nuevo centro manufacturero. En los últimos cinco años, empresas como Samsung han trasladado gran parte de su producción al país. Vietnam ofrece algo que ni México ni India pueden igualar: su proximidad a las cadenas de suministro asiáticas.

Sin embargo, Vietnam enfrenta limitaciones evidentes. Su economía, aunque en rápido crecimiento, aún es pequeña en comparación con las de México e India. Además, carece de la capacidad para competir en sectores más complejos, como la manufactura automotriz o la electrónica avanzada.

Mientras tanto, otros países latinoamericanos como Brasil y Colombia están intentando posicionarse en sectores específicos, como la agroindustria y los textiles. Pero la falta de infraestructura y la ausencia de tratados comerciales robustos los mantienen en un papel secundario.

¿Quién ganará? ¿Hay espacio para todos?

La respuesta no es tan simple como elegir un solo país. México tiene la proximidad, India tiene la escala, y Vietnam tiene la ubicación estratégica en Asia. Más que una competencia, la transición hacia un mundo post-China parece estar configurando un ecosistema de manufactura diversificado.

El verdadero desafío para estos países no será solo atraer inversiones, sino adaptarse al cambio tecnológico. La automatización y la inteligencia artificial están reescribiendo las reglas del juego, y solo aquellos que inviertan en educación, innovación y sostenibilidad podrán mantenerse relevantes.

Así que, ¿quién reemplazará a China? Quizás nadie lo haga completamente. En cambio, podríamos estar entrando en una nueva era donde la producción global esté distribuida entre varias naciones, cada una con su especialidad. Y, tal vez, eso no sea una derrota, sino una victoria para la resiliencia global.

Pero sería un error subestimar a China. Aunque enfrenta amenazas de nuevas guerras comerciales y una reconfiguración de las cadenas de suministro, su capacidad de adaptación, su infraestructura incomparable y su vasta experiencia en manufactura no deben pasarse por alto. China no está cediendo terreno; está recalibrando su estrategia. Lejos de quedar relegada, es probable que resurja en nuevas áreas, demostrando que no es solo la fábrica del mundo, sino también un actor indispensable en su reinvención.

El desafío está claro: adaptarse a esta transformación global no es opcional, es imprescindible. La historia se está escribiendo, y todos tenemos un papel que desempeñar en la creación de un sistema más diverso, innovador y sostenible. La próxima gran oportunidad está aquí, esperando ser aprovechada.

¿Será el dragón, el tigre o el águila quien lidere esta nueva era? Tal vez no sea ninguno por sí solo, sino una criatura mitológica, un alebrije global que combine la fortaleza del dragón, la agilidad del tigre y la visión del águila. Esta nueva figura sería el reflejo de un mundo colaborativo, donde las naciones contribuyen con lo mejor de sí mismas para construir un futuro más equilibrado y resiliente. ¡Hay que estar listo para formar parte de esta transformación y ayudar a dar forma a este alebrije del siglo XXI!

COLUMNA FUTUREAMOS|| A río revuelto, ¿ganancia para México? Trump contra el mundo y la guerra comercial que se avecina