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A tan solo unos días de dejar la Casa Blanca, el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la eliminación de Cuba de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Esta medida forma parte de un conjunto de acciones orientadas a mejorar las relaciones bilaterales y fomentar el respeto a los derechos humanos en la isla.
El gobierno de Biden justificó esta decisión como resultado de conversaciones entre el gobierno cubano y la Iglesia Católica, que llevaron a la promesa de liberar un número significativo de presos políticos. Además, se revertirá una orden emitida por Donald Trump que restringía ciertas transacciones financieras con militares y funcionarios cubanos vinculados al gobierno.
Otro paso clave anunciado es la suspensión de demandas en tribunales estadounidenses relacionadas con propiedades confiscadas tras la revolución cubana de 1959.
Un alto funcionario de la administración estadounidense destacó que estas decisiones también buscan ofrecer a Cuba un margen de acción para enfrentar la crisis económica que azota al país, caracterizada por la escasez de productos básicos, apagones masivos y falta de energía.
La decisión de Biden ha generado diversas reacciones; grupos defensores de los derechos humanos y gobiernos internacionales han cuestionado en el pasado al gobierno cubano por el encarcelamiento de cientos de manifestantes tras los disturbios del 11 de julio de 2021, las mayores protestas desde la revolución castrista. En este contexto, las medidas adoptadas por Biden son vistas como un intento de equilibrar la presión diplomática con un enfoque más conciliador.
Sin embargo, la postura podría ser efímera. Con la inminente llegada de Donald Trump a la presidencia el 20 de enero y la designación de Marco Rubio como secretario de Estado, el futuro de estas medidas es incierto.
Rubio, conocido por su posición crítica hacia el régimen cubano, podría revertir estas políticas. Durante su próxima comparecencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Rubio se espera que enfatice su oposición al gobierno comunista cubano.
La relación entre Estados Unidos y Cuba ha estado marcada por tensiones desde la imposición del embargo total en 1962, tras la crisis de los misiles. En 1982, Estados Unidos incluyó a Cuba en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo, una designación que imponía severas restricciones económicas y políticas. No fue hasta 2015, bajo la administración de Barack Obama, que Cuba fue retirada de esa lista como parte de un acercamiento histórico.
El giro de Trump en 2021 revirtió estos avances, citando supuestos apoyos del gobierno cubano a actividades terroristas y al régimen venezolano. Desde entonces, Cuba ha negado estas acusaciones y solicitado la eliminación de su nombre de la lista.
Impacto en el futuro inmediato
La eliminación de la designación busca aliviar la crisis económica en Cuba, pero su sostenibilidad dependerá del enfoque de la nueva administración estadounidense. Si bien Biden deja un legado de apertura en sus últimos días, la posibilidad de un retorno a las políticas de Trump pone en tela de juicio el alcance y duración de estas medidas.
Manifestantes cubanos ya se han pronunciado tanto a favor como en contra de estas decisiones, reflejando la polarización que caracteriza las relaciones entre ambos países.
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