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Recuerdo que, de acuerdo con la mayoría de las maestras y maestros que tuve en la prepa, el punto cinco siempre subía a la siguiente calificación. Pocos exigían que fuera desde el punto 6 para que hacerlo. Y había otros muy antipáticos. Por ejemplo, mi profe de Química de segundo año que no quiso que mi 8.6 se volviera un 9. Cuestión de falta de empatía y de que rechacé su oferta para que -varios alumnos que estábamos en esa situación- vendiéramos unos boletos para una rifa de un reloj -qué vigente oferta- para que nos subiera la calificación.
Eso sí, cuando la calificación final era reprobatoria, no había modo. Ni con punto seis ni con punto nueve. Esta regla (escrita o no escrita en los reglamentos de los colegios a los que asistí) aplicaba desde el 6 de calificación. La S, pues, de suficiente. Aunque no faltaban los más avezados o cínicos que se arreglaban en lo oscurito con el profe o la profa, haciendo un trabajo extra o alguna tarea administrativa… y los pasaban de panzazo.
Ora sí que dependiendo del barco era la pedrada. Así era en la prepa y, antes, un poco en la secundaria.
Hoy, cual travesura de escolapio, la mayoría política en el Senado juega con la idea de que pueden destrozar a Pitágoras sin reparo. Quieren volverlo alquimista para convertir el 85 en 86 sin necesidad de sumarle un entero. Que el 85.3 suba a 86. Un desafío contra las ciencias exactas que, como toda ley en este país, quedarían a expensas de la interpretación del más poderoso.
La polémica cifra y cómo alcanzarla resultan incongruentes con el objetivo final para el cuál necesitan ese +1 aunque solo sea +0.3: la justicia. ¿Justicia a partir de una artimaña? Saquen sus ábacos y las calculadoras científicas para ver quién se sale por la tangente.
Toda la semana pasada en una o en otra entrevista, en radio, tele, medios digitales o en los chacaleos de los colegas que cubren la fuente senatorial, Gerardo Fernández Noroña, senador de Morena y presidente de la Mesa Directiva de la Cámara Alta, sostuvo, sin revelar sus números, que la 4T ya tenía los votos suficientes para alcanzar la Mayoría Calificada y aprobar sin más trámite y complicación la reforma al Poder Judicial.
El miércoles pasado me dijo en W Radio: “ya tenemos los dos tercios de los votos”. ¿Cuántos más?, le atajé. “Ya lo verán en el debate y en la votación”, replicó. ¿Más de uno, más de los 86?, le volví a preguntar. “No vale la pena revelarlo, sería inocente de nuestra parte. Ya lo verán”.
Ayer, antes de iniciar la sesión en que las Comisiones Unidas de Puntos Constitucionales y de Estudios Legislativos, el propio Noroña dijo a los reporteros: “hay elementos jurídicos que así se ha hecho, ahora sí que como en la escuela, cuando era de punto cuatro hacia abajo era el número inmediato hacia abajo, cuando era de punto seis hacía arriba, era el punto inmediato superior. No hay un punto tres de senador y desde mi punto de vista en sentido estricto con 85 senadores sería suficiente, pero para evitar cualquier discusión yo creo que lo ideal es que alcancemos como mínimo los 86 y dejas superada esa controversia”.
Claro que les queda la opción, como con el profesor de Química de la prepa, de arreglarse en los oscurito. Tal como lo han sugerido, sin mucha evidencia -hay que decirlo-, los senadores del PRIAN.
¿Será que logran el milagro pitagórico?
Lo veremos el miércoles.
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