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El fuego olímpico se ha encendido y ahora comienza el sueño por alcanzar lo más alto del podio. ¡París 2024 ha comenzado!
Y no es casualidad que París haya roto el protocolo de lo que es una inauguración de Juegos Olímpicos.
La París de Pierre de Coubertin, el padre de los Juegos Olímpicos de la era moderna. El mismo que señaló en Atenas 1896 que lo importante no era ganar sino competir.
Porque él sabía que, a finales del siglo XIX, poder reunir a un grupo de naciones —por pequeño que fuera— ya era en sí un gran logro y un motivo de celebración.
Y si no, que le pregunten a la delegación de los atletas refugiados, cuyos miembros debieron sobreponerse a toda clase de obstáculos —no pocas veces arriesgando la propia vida—solo para poder competir.
La París que el 5 de mayo de 1789 le dijo “no” a las despóticas tiranías y le dio al mundo la declaración de los derechos del hombre al grito de “libertad. Igualdad y fraternidad”, el sustento de las actuales democracias.
Por eso no es casualidad que París haya roto con el protocolo de una inauguración olímpica y, en lugar de en un estadio cerrado con costosas entradas, las 205 delegaciones hayan desfilado seis kilómetros en barcos a lo largo del Río Sena.
La estimación es que 300,000 personas disfrutaron, de manera totalmente gratuita, del desfile inaugural.
Aquí es cuando la palabra “igualdad” toma otro significado.
Y a lo largo del recorrido, parisinos y turistas por igual pudieron disfrutar también del performance y números culturales; porque, si algo le sobra a París, es cultura, grandes museos y monumentos históricos.
Un desfile donde lo mismo se rendía homenaje a las figuras históricas del feminismo, que se escenificaba un desfile de modas o aparecían los minions protegiendo a la Gioconda.
Una fiesta que, parecía, no iba a terminar nunca. Hasta que llegó el momento cumbre.
De los pies de la Torre Eiffel, Zinedine Zidane pasa el fuego olímpico a Rafael Nadal quien, a su vez, lo comparte con Serena Williams, Nadia Comaneci y Carl Lewis… vaya cuarteto.
Después de pasar por otros atletas olímpicos, paralímpicos e incluso de la tercera edad, el fuego es montado en un globo aerostático que permanecerá elevado las próximas dos semanas.
Un sueño se cumple y otra más nace: el de estar presente en lo más alto del podio luciendo orgulloso una medalla.
Medallas, cabe recordar, en cuya aleación se han integrado fragmentos de la propia Torre Eiffel.
Por cierto: ¿alguien se acordó de a lluvia que no paró en toda la ceremonia de inauguración?