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Buenos Aires, Argentina.- Los indices económicos de Brasil mejoran constantemente pero la tensión social que se vive es extrema. La imagen positiva del presidente se desploma y los intentos por remontarlo son cada vez más complejos. Brasil y un presente ambiguo, que nadie imaginó…
En un mundo absorbido por las tensiones geopolíticas, por los conflictos bélicos y los problemas económicos globales, Brasil goza de buena salud. Desde que Lula asumió como nuevo presidente de Brasil (16 meses), la estadística muestra que el país esta creciendo paulatinamente. En su acto por el 1 de mayo y el día del trabajador, Lula ha querido mandar un mensaje positivo ostentando los logros de esta primera parte del mandato.
En estos 16 meses, el Gobierno de Lula ha creado 2 millones de empleos en el mercado formal y ocho millones de brasileños han salido de la extrema pobreza. Además de ello, Lula resaltó el crecimiento del ámbito automovilístico anunciando inversiones por 25.000 millones de dólares. Por último, el mandatario logró que se apruebe una ley que garantiza la igualdad salarial entre mujeres y hombres en la misma función y el salario mínimo ha aumentado por encima de la inflación.
Lula también está haciendo foco en que los emprendedores tenga su jubilación obligatoria y eliminar beneficios fiscales para la clase alta. Una de las grandes promesas de campaña de Lula ha sido que en 2026, cuando termine su mandato, los trabajadores de Brasil puedan llegar a cobrar hasta 5.000 reales (960 dólares) y queden exentos de pagar el impuesto de la renta; hoy en día el límite es de 2,800 reales.
En ese contexto, Lula atraviesa una crisis interna profunda porque nadie está contento con su Gobierno. Los cuestionamientos nacen de ricos y pobres, de distintas ideologías, de jóvenes y adultos, de trabajadores e intelectuales. Con ese condicionante social, Lula pierde imagen positiva e indica ser algo que no puede torcer en el corto plazo.
Desde el entorno del presidente aseguran que es un momento de alta confusión para el mandatario. En las últimas semanas, su Gobierno, que se destaca por ser de centro izquierda, ha llegado a un acuerdo con distintos dirigentes bolsonaristas y de extrema derecha para poder sacar algunas leyes adelante y ayudar a progresar. No obstante, el semblante social es de Gobierno terminado, de situación crítica. Sin ir más lejos, ese acto del 1 de mayo prometía ser multitudinario y no lo fue.
En líneas generales, el análisis que se hace en el mundo de la política es que las sociedades han cambiado profundamente y la forma de llegar a las fibras íntimas de la misma ha variado. Posiblemente hoy tenga más efecto un mensaje en X que un acto con personas en la calle. Lula sigue creyendo que los clichés de la vieja política pueden tener efecto ahora y la realidad es que queda obsoleto.
En el marco socio-político, Lula también ha marcado posturas: sus críticas a Israel, sus peleas con Argentina y Javier Milei, y la postura encontrada con Elon Musk, fueron algunos motivos de distancia por parte de la gente. La comparación con Argentina y Milei es inevitable, algo que por más que no quiera, se suma a la causa.
La consultora Atlas presentó un informe detallado. En enero del 2024, un 53 por ciento de los brasileños aprobaban el Gobierno de Lula: ahora solo lo aprueba un 43 por ciento. Diez puntos menos. Para el brasileño promedio, el país no está mejor, no hay tal crecimiento y la imagen positiva de Lula se desploma por completo. Esta historia recién comienza y la proyección no es la mejor.
La situación en Brasil podría agravarse por factores externos, como el crecimiento de Argentina, el regreso de Donald Trump en Estados Unidos y elecciones en otros países de Latinoamérica donde se podría terminar con mandatos de centro izquierda.
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