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La polémica presunta desaparición del obispo emérito Salvador Rangel, que se convirtió en un presunto secuestro exprés, que luego la autoridad quiso mostrar como un presunto pasaje de la vida íntima y sexual del prelado, nos deja claro que la doble moral en este país anda ‘como Pedro por su casa’. Y más, en plena guerra electoral. Y más, en un estado como Morelos en donde el gobierno de Cuauhtémoc Blanco está peleado a muerte con el Fiscal y en donde la violencia se desató los últimos cinco años.
Esta columna pudo haberse titulado “El obispo, el fiscal, el abogado, el almirante, el suplente y la maldita doble moral”. Un gran homenaje al cine de Peter Greenaway. Pero era demasiado largo y no tengo el talento de tan grandioso artista y creador audiovisual.
Cuando el lunes pasado la Conferencia del Episcopado Mexicano informó que el obispo emérito de Chilapa-Chilpancingo había desaparecido en Morelos, supuse que iba a ser un tema muy llamativo. Pero no por lo que ocurrió después sino porque se trataba del gran mediador e interlocutor entre las bandas criminales de los Tlacos y los Ardillos que busca una tregua para lograr la pacificación de la tierra caliente de Guerrero.
Pero el caso dio un viraje dramático en muy pocas horas.
De la demanda enérgica de justicia de la Iglesia Católica y el presunto secuestro exprés planteado por el abogado del obispo, Pedro Martínez Bello, y el propio fiscal de Morelos, Uriel Carmona, pasamos al fin de semana de relajación del prelado en un motel -con otro hombre- en palabras del Comisionado de Seguridad en Morelos, el Almirante José Antonio Ortiz Guarneros. Hasta llegar a la duda del gobernador suplente, Samuel Sotelo, quien -ante el ruido que generó la posibilidad de un problema de vida íntima del obispo- tuvo que salir a decir: “no sabemos quién haya filtrado la información, o en su caso quién la posea, pero se está investigando, me supongo”.
El caso del obispo Rangel es espectacular y particularmente confuso.
En su entramado de contradicciones entre personajes involucrados, se deja ver la presencia de la doble moral tan propia de la sociedad mexicana. De conservadores y liberales, de los fachos y los chairos, de la derecha, la izquierda, el centro y pa’dentro.
A la denuncia de secuestro exprés contra un miembro de la curia de la Iglesia Católica que acaba de firmar un convenio compromiso con quienes aspiran a la presidencia de México para pacificar al país, llegaron en filtración a la prensa los restos de cocaína y benzodiacepinas en la sangre, un lubricante íntimo y un blíster con dos pastillas de Viagra entre sus pertenencias.
Increíble. El abogado que me dijo el martes que Monseñor Rangel había sido víctima de la delincuencia local, que le habían sacado dinero de sus tarjetas, que fue drogado con algunas sustancias que lo dejaron inmóvil, sin habla y que había sido golpeado… renunció a las 48 horas de la entrevista. Justo después que aparecieron las filtraciones y las declaraciones del Almirante en los medios de comunicación.
El Almirante José Antonio García, jefe de la policía morelense, sostuvo a ante las cámaras de los reporteros que el obispo “entró voluntariamente al motel, con una persona del mismo sexo y esa persona después se retiró… fuimos a pedir información pero ya había llegado la Fiscalía y no lo permitieron”.
Curiosamente, justo después de esta declaración que hizo girar 180 grados la noticia, también se filtró también la ficha de alta médica de Rangel, en la que se lee: “Mencionan los paramédicos que lo recogieron inconsciente y desnudo en una habitación del Hotel Real de Ocotepec. Los paramédicos presentan las pertenencias del paciente en una bolsa negra, la cual se le recoge, y es un pantalón de vestir gris oscuro, una camisa de cuadros morada, un gel lubricante íntimo y un estuche pequeño color negro con seis condones (uno abierto) y cinco pastillas azules”.
Hoy no solo está en juego la reputación de la Iglesia, del obispo, del Almirante y del Fiscal. Está en juego la credibilidad de todos los actores públicos en el país. En tiempo de campañas todas las personas que aspiran al poder se dicen santas (hasta que se les demuestre lo contrario). Pero la doble moral no sólo se da entre líderes políticos, religiosos o económicos. Es un denominador común en la sociedad mexicana.
Y hoy lo presumen a cada paso, en cada acto, en cada entrevista banquetera, en cada spot que nos satura los sentidos: Yo soy honesta, tú eres corrupta. Yo soy sensible, tú eres la dama de hielo. Yo soy lo nuevo, ustedes son lo viejo. Yo tengo razón, tú estás mintiendo. Yo estoy con el pueblo bueno, tú estás con los privilegiados. Y una lista interminable de ejemplos.
Que tire la primera piedra aquel periodista que acusa a la CEM de hipocresía mientras recibe jugosos contratos gubernamentales. Que tire la primera piedra aquel político que exige justicia por la muerte de un periodista mientras olvida que afirmó en privado que a los periodistas hay que matarlos, pero de hambre. Que tire la primera piedra el presidente que cínicamente sostuvo que jamás prometió que los militares regresaran a sus cuarteles pero que siempre hay un tuit que lo desmiente.
Los demonios andan sueltos.
Y quieren influir en los votos este 2 de junio.
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