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En 2018, en plena campaña, surgieron algunas acusaciones sobre la injerencia rusa en el proceso electoral mexicano que definiría a un nuevo presidente de la República. El candidato opositor se burlaba de las acusaciones en su contra con su coloquial y más puro estilo discursivo: “ahora ya dicen que soy Andrésmanuelovich”.
Por Enrique Hernández Alcázar
Seis años después, en plena campaña electoral presidencial, López Obrador y su Cancillería están inmersos en una nueva trama rusa: decidieron entregar ‘en charola de plata’ a Rusia a un opositor del régimen autoritario de Vladimir Putin, con el que llevan excelentes relaciones diplomáticas.
Se trata de Kirill Olegovich Safran quien está preso en el Reclusorio Sur de la Ciudad de México desde el 15 de julio del 2022. Este empresario ruso y activista contra el régimen autoritario de Putin, me concedió ayer una entrevista telefónica para W Radio desde esa cárcel y fue muy claro: “si me extraditan a Rusia, me van a matar. Estoy seguro”.
El periodista Arturo Ángel, colaborador de mi programa Así Las Cosas, reveló varios documentos presentados por el juez, por la defensa de Kirill y -particularmente importante- el documento en el que la Secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México da luz verde a su extradición, ignorando por completo la recomendación de un juez federal mexicano y las alertas de organismos como Amnistía Internacional, la ONU y la OEA, que han señalado las sistemáticas violaciones a los derechos humanos y políticos en Rusia.
Las autoridades y la cúpula diplomática mexicanas ignoraron agravantes tales como que Kirill fue previamente detenido y torturado en Rusia en 2014 para obtener información de su amigo y también opositor a Putin, Boris Nemtsov. Los dictámenes periciales, médicos y científicos presentados por la defensa de Olegovich Safran confirman, de acuerdo al Protocolo de Estambul, que sufrió toques eléctricos, ahogamientos con bolsas de plástico, golpes, fracturas en las costillas, aislamiento bajo temperaturas gélidas y amenazas contra su familia. Meses después de su dentención, en febrero de 2015, Nemtsov fue acribillado a tiros en pleno centro de Moscú.
Con ese líder opositor muerto, Kirill Olegovich fue liberado, pero el gobierno ruso intentó recluírlo en un centro psiquiátrico para declararlo en mal estado de salud mental. “Como no podían culparme de cargo alguno querían hacerme pasar por loco; así es como buscan desacreditar tu voz en Rusia”, nos dijo Olegovich. Entonces decidió huir a México.
El juez federal, Juan José Hernández Leyva, hasta se los puso por escrito el 30 de octubre de 2023: no se debe conceder la extradición de Kirill Olegovich a Rusia porque esto representaría “un riesgo grave e inminente de que sea víctima de violaciones a derechos humanos y, en específico, de que sea torturado”. Pero nada, México firmó su extradición que, hasta hoy, no se ha ejecutado gracias a un amparo que promovió la defensa de Kirill.
Lo más irrisorio del caso es que Rusia no acusa formalmente a Olegovich Safran por su oposición al gobierno de Putin. No. Lo acusan de sembrar 300 plantas de mariguana. Increíble. “Es un caso fabricado, pero en el foneo el tema es político. Hemos presentado testigos en el juicio, pero México firmó mi extradición porque dice tener excelentes relaciones diplomáticas con Rusia”, me dice Kirill en la llamada desde el Reclusorio Sur.
¿Por qué el gobierno de AMLO firmó su extradición? Porque su Canciller, Alicia Bárcena, dio por buena la nota diplomática en la que el embajador de Rusia en México garantiza que Kirill “no será sometido a tortura ni a tratos crueles”.
Es un escándalo: un adversario del Kremlin será devuelto por el gobierno de AMLO a Rusia. Sí, a ese país en donde la disidencia política es perseguida y castigada, en donde los adversarios del todopoderoso son acallados, encarcelados, envenenados o simplemente aparecen muertos en condiciones sospechosas.
¿Qué tanto le deberá Andrésmanuelovich a Vladimir como para poner la vida de Kirill en las manos de un régimen como el de Putin? Tal vez nunca lo sabremos.
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