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La temporada navideña suele ser uno de los momentos de mayor dinamismo económico en México. El incremento en el consumo, el pago de aguinaldos y la mayor circulación de dinero suelen traducirse en un repunte de la actividad comercial. Sin embargo, cuando se analiza qué Navidad ha sido “mejor” para la economía del país, los datos muestran que no basta con observar el monto del gasto, sino que es necesario considerar variables como inflación, poder adquisitivo, empleo y estabilidad macroeconómica, así como el contexto histórico en el que se desarrolló cada periodo.
Desde una perspectiva de largo plazo, las Navidades de las décadas de 1980 y 1990 estuvieron marcadas por episodios recurrentes de crisis económicas. En los años ochenta, la inflación de dos y hasta tres dígitos, la devaluación del peso y la pérdida acelerada del poder adquisitivo limitaron severamente el consumo de los hogares durante las fiestas decembrinas. Para muchas familias, la Navidad estuvo más asociada al ajuste y la contención del gasto que a un periodo de expansión económica.
En los años noventa, si bien se avanzó en la estabilidad macroeconómica, el impacto de la crisis de 1994–1995 dejó secuelas profundas. El aumento del desempleo, la caída del ingreso real y el encarecimiento del crédito afectaron el consumo durante varios años posteriores, incluidos los cierres de año.
Aunque hacia finales de la década se observó una recuperación gradual, la mejora no fue homogénea y amplios sectores de la población enfrentaron Navidades con restricciones económicas.
Durante los primeros años del siglo XXI, particularmente en la década de los 2000, México experimentó una mayor estabilidad en precios y finanzas públicas. Sin embargo, el crecimiento económico fue moderado y desigual, lo que se tradujo en Navidades más estables, pero sin un repunte significativo del poder adquisitivo para la mayoría de los hogares. El consumo se sostuvo, pero con brechas importantes entre regiones y niveles de ingreso.
En este contexto histórico, la Navidad de 2019 destaca como una de las más favorables en años recientes, especialmente si se evalúa el equilibrio entre estabilidad y capacidad de consumo.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la inflación anual cerró ese año en 2.83 %, uno de los niveles más bajos de la última década y dentro del rango objetivo del Banco de México. Este entorno permitió que el ingreso disponible de las familias mantuviera mayor poder de compra durante el cierre del año.
Además, 2019 fue el último diciembre previo a la pandemia de COVID-19, lo que significó un contexto de mayor previsibilidad económica. Aunque el crecimiento del Producto Interno Bruto fue limitado, la estabilidad de precios, el empleo formal relativamente sólido y un mercado interno sin disrupciones extraordinarias favorecieron un cierre de año más equilibrado para el consumo navideño.
En contraste, las Navidades posteriores mostraron un comportamiento distinto. Entre 2022 y 2023, el gasto decembrino alcanzó niveles históricamente altos, impulsado por el aumento al salario mínimo, la expansión de los programas sociales y el flujo récord de remesas.
No obstante, este dinamismo ocurrió en un entorno de inflación elevada, lo que redujo el impacto real del consumo. En términos prácticos, las familias destinaron más recursos, pero enfrentaron precios más altos.
Para 2024 y 2025, los indicadores apuntan a una desaceleración gradual de la inflación. Datos del INEGI muestran que hacia el cierre de 2024 la inflación anual se ubicó en torno a 4.2 %, mientras que en la primera quincena de diciembre de 2025 descendió a alrededor de 3.7 %.
Aunque estas cifras representan una mejora frente a los picos inflacionarios recientes, aún se mantienen por encima de los niveles observados en 2019.
En paralelo, estimaciones de la Concanaco Servytur indican que la derrama económica de las fiestas decembrinas de 2025 superará los 600 mil millones de pesos, impulsada por el comercio, el turismo y los servicios.
Sin embargo, analistas advierten que este crecimiento convive con un mayor costo de vida y una mayor utilización del crédito al consumo, lo que introduce presiones adicionales sobre las finanzas de los hogares.
Especialistas coinciden en que la percepción de una “mejor Navidad” depende del indicador que se privilegie. Si se observan las ventas totales y la derrama económica, los años recientes muestran cifras más elevadas. Pero si el análisis se centra en el poder adquisitivo real, la estabilidad de precios y la certidumbre económica, 2019 aparece como el punto de referencia más favorable en décadas recientes.
Así, más allá del monto gastado en diciembre, la experiencia económica de la Navidad en México ha estado históricamente condicionada por crisis, ajustes y periodos de recuperación. En ese balance, la Navidad de 2019 destaca como la última en la que el consumo se dio en un entorno de estabilidad macroeconómica que permitió a las familias aprovechar mejor su ingreso.








