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El incremento de 13% al salario mínimo a partir de enero de 2026, anunciado por la presidenta Claudia Sheinbaum, representa un aumento mayor al esperado por analistas del sector privado, que preveían entre 11% y 12%. Sin embargo, este avance, aunque positivo para una parte importante de la población ocupada, “queda aislado” si no va acompañado de mejoras profundas en el mercado laboral, la productividad y servicios esenciales como transporte y vivienda, advirtió la doctora Nitsia Carrillo, investigadora de la Facultad de Economía de la UNAM.
En entrevista para A la Apertura, la especialista explicó que el salario mínimo pasará de 278 pesos a 315.82 pesos diarios, lo que implica un ingreso mensual aproximado de 9,580 pesos. El aumento forma parte de una política pública iniciada en 2018 para recuperar el poder adquisitivo tras décadas de rezago, y que ha beneficiado sobre todo a la base trabajadora de menores ingresos.
Avance real, pero limitado
Carrillo detalló que este incremento ha contribuido a mejorar el indicador de pobreza laboral, retomado por el Inegi tras la desaparición de Coneval. Actualmente se estima en alrededor de 34%, con reducciones marginales recientes; sin embargo, persisten enormes contrastes dentro del país, con entidades como Chiapas, donde la pobreza laboral alcanza 61%.
“La política sí ayuda a garantizar la adquisición de la canasta alimentaria, pero no alcanza para cubrir otros elementos esenciales del bienestar”, indicó, como vivienda, transporte, que puede absorber hasta 20% del ingreso, estabilidad laboral o capacidad de ahorro.
Informalidad y empleos de baja calidad, el gran obstáculo
La especialista insistió en que los beneficios del incremento no alcanzan a toda la población: solo aplican plenamente a quienes están en la formalidad y perciben el salario mínimo general. En contraste, 55% de la población ocupada se encuentra en la informalidad, sin seguridad social ni contratos estables.
“El aumento no transforma las brechas estructurales del mercado laboral: seguimos generando empleos de baja remuneración, alta rotación y poca estabilidad”, señaló Carrillo.
Incluso con salarios formales más altos, la participación femenina permanece rezagada y concentrada en sectores de menores ingresos, lo que limita la movilidad y las oportunidades de largo plazo.
Impacto para mipymes y desafíos productivos
Carrillo también advirtió que las micro y pequeñas empresas, responsables de gran parte del empleo en México, enfrentan dificultades para absorber incrementos salariales debido a los costos asociados a la seguridad social y la baja productividad promedio.
“No estoy diciendo que haya patrones perversos, sino que muchas empresas apenas generan lo necesario para sobrevivir”, puntualizó. Esto provoca que recurran a esquemas informales o contratos sin prestaciones, profundizando la precariedad laboral.
Un efecto positivo pero insuficiente para el crecimiento
Si bien el aumento del salario mínimo sostiene el consumo, componente clave del PIB en una economía con crecimiento limitado, Carrillo advirtió que esto reproduce una estructura basada en empleos de bajo valor agregado, sin efectos significativos en el crecimiento económico de largo plazo.
Para que estas políticas tengan un impacto integral, afirmó, deben ir acompañadas de:
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mayor formalización laboral
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empleos con mejores jornadas y prestaciones
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inversión en infraestructura y tecnología
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impulso a sectores de mayor productividad
“El debate no puede quedarse solo en el titular del incremento. Necesitamos reflexionar sobre el tipo de empleos que estamos generando y las condiciones de vida a largo plazo”, concluyó.
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