Editorial | Las MiPyMEs: el corazón que no deja de latir

Editorial | Las MiPyMEs: el corazón que no deja de latir

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En México, hablar de MiPyMEs es hablar de resistencia, de creatividad y de futuro. Son más que cifras: representan el 99.8% de los establecimientos del país, generan siete de cada diez empleos y, a pesar de que apenas una fracción accede a crédito o compite en condiciones desiguales frente a las grandes corporaciones, siguen siendo el motor que mantiene de pie a la economía nacional. 

Entre nacimientos y cierres de negocios, crisis globales, falta de financiamiento o brechas tecnológicas, las MiPyMEs no han bajado la cortina, al contrario: han encontrado en cada reto una razón más para reinventarse.

El camino no ha sido sencillo, apenas 4.4% de estas empresas cuentan con financiamiento bancario, y la informalidad golpea a dos de cada tres unidades económicas. Sin embargo, los avances recientes muestran un horizonte distinto: plataformas como ComprasMX abrieron el mercado público a las pequeñas empresas, acuerdos con gigantes del comercio electrónico duplicaron la presencia de productos nacionales y programas de capacitación digital han comenzado a cerrar la brecha tecnológica que antes parecía infranqueable.

La presidenta Claudia Sheinbaum lo ha dejado claro: “No podemos hablar de transformación económica sin las MiPyMEs”. Esa convicción ha derivado en un nuevo modelo que busca impulsar la economía desde abajo, con inclusión, crédito accesible y competitividad real. 

Pero más allá de políticas y cifras, el verdadero pulso está en las historias de quienes, sin grandes reflectores, sostienen el comercio, la innovación y el empleo en cada rincón del país. Ahí están las panaderías que sobrevivieron a la pandemia organizando ventas por WhatsApp; las carpinterías que se formalizaron gracias a plataformas digitales de pago; las microempresas lideradas por mujeres que hoy exportan a Alemania o Canadá a través del programa Mujer Exporta MX o las que se han integrado en cadenas de valor agroalimentarias, manteniendo miles de empleos regionales. 

Cada ejemplo confirma que la resiliencia de las MiPyMEs no es un discurso: es una práctica diaria.

El apoyo gubernamental también empieza a marcar diferencia. Entre 2024 y 2025 se destinaron más de 540 mil millones de pesos en créditos a 365 mil empresas, y se acordó con la banca aumentar en 3.5% anual el financiamiento a este sector. Programas como la Ventanilla Única para MiPyMEs han conectado a miles de negocios con dependencias y secretarías estatales, simplificando trámites y acercando capacitación tecnológica.

 El desafío ahora es lograr que estas herramientas lleguen a las microempresas, las más vulnerables, y que no se queden como iniciativas de papel.

Claro que persisten retos: la baja adopción tecnológica, solo 22% de microempresas usa equipo de cómputo, la alta tasa de informalidad y las desigualdades regionales que hacen que un negocio en el sureste enfrente condiciones muy distintas a uno del Bajío o del norte. Pero también hay señales de esperanza: tan solo entre 2019 y 2023, en medio de la incertidumbre global, nacieron 1.7 millones de nuevos negocios. Eso significa que, mientras muchos cerraban, otros decidieron apostar por empezar de cero.

Porque si algo han demostrado las micro, pequeñas y medianas empresas mexicanas es que no se rinden, se adaptan, se formalizan, exportan, se digitalizan, se levantan tras cada crisis y, sobre todo, siguen apostando por México. 

Ese es su verdadero valor: ser el corazón que late con fuerza en cada comunidad, recordándonos que el futuro económico no se construye en los grandes corporativos, sino en la tenacidad de quienes, todos los días, abren su negocio con la esperanza intacta de crecer y prosperar.

 

 

Los editores.

 

 

 

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