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Las redes nos sorprenden porque nos “hacen voltear” a ver algo, normalmente frívolo o incluso absurdo, que no recordamos haber elegido. La batalla no es parte de la ciencia ficción. Ocurre cada día dentro de nosotros, mientras la irrupción de IA, cada vez más avanzada hace que la guerra se intensifique.
En el clásico de ciencia ficción Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968), de Philip K. Dick, se libra una batalla sutil pero profunda por el alma de la humanidad.
Este conflicto, que no aparece representado en la versión cinematográfica Blade Runner, es, sin duda, uno de los aspectos más interesantes y visionarios de la novela.
En esta distopía, la humanidad se conecta emocional y espiritualmente con dos polos de liderazgo opuestos. Por un lado, está Buster Friendly, un carismático presentador de televisión, omnipresente y adorado, que representa la alienación a través del entretenimiento constante, una especie de precursor del doom scrolling.
Del otro lado está Mercer, figura casi crística del mercerismo, una religión que conecta a los individuos mediante un dispositivo llamado Empathy Box, que los hace compartir colectivamente una experiencia de sufrimiento: escalar una colina interminable mientras reciben pedradas, junto al propio Mercer.
Mientras Buster Friendly ofrece dopamina, distracción y, en el fondo, nihilismo, Mercer ofrece dolor compartido, comunidad y sentido. Mientras que Buster es un androide, Mercer representa lo humano. La contraposición está clara: placer individual versus comunión empática.
Redes ¿Sociabilidad o Trivialidad?
La batalla entre Buster Friendly y Mercer regresa a mi mente cada vez que despierto de un trance de redes sociales. Me sorprendo viendo algo, normalmente frívolo o incluso absurdo, que no recuerdo haber elegido. La batalla no es ciencia ficción, ocurre cada día dentro de nosotros. Con la irrupción de la IA cada vez más avanzada, la guerra se intensifica.
Un ejemplo del rumbo que está tomando esta batalla lo encontré hace poco en un foro de Reddit llamado “My boyfriend is an AI”, donde personas describen relaciones emocionales con inteligencias artificiales.
Para mi sorpresa, las conversaciones no giraban en torno a defender la humanidad, la personalidad o la conciencia de la IA. Lo que más destacaban los usuarios era cómo, por primera vez, alguien, aunque artificial, les hablaba con ternura, atención y humanidad; se sentían “vistos”.
Estas tendencias debería ser una señal de alarma. Hablan de una crisis profunda en nuestras relaciones humanas, una carencia de conexión que, con el avance imparable de esta tecnología, corre el riesgo de intensificarse aún más. ¿Será que Buster Friendly está arrasando en la batalla? ¿Nos faltan experiencias colectivas de comunión humana, incluso dolorosa, que nos devuelvan el sentido y no sólo el placer?
Priorizar la utilidad
Frente a este trágico panorama, cabe preguntarnos: ¿qué tipo de liderazgo necesitan hoy nuestras sociedades y organizaciones? ¿Qué principios deberían orientar a quienes buscan acompañar el desarrollo humano en la era de la inteligencia artificial?
Con el avance vertiginoso de estas tecnologías, corremos el riesgo de normalizar liderazgos igualmente artificiales, al estilo Buster Friendly, carismáticos pero vacíos, superficiales, centrados en la autopromoción y en la lírica motivacional, quizás generada por IA, de “echarle ganas” en LinkedIn.
Lo que necesitamos con urgencia es un liderazgo genuinamente humano, que conecte con la vulnerabilidad, con el sentido de trascendencia, que escuche con profundidad y sea capaz de empatizar con los dolores reales de las personas. El liderazgo del futuro sabrá dialogar con la IA, sí, pero sobre todo sabrá ofrecer lo que la IA no puede dar (o sólo sabe simular): sentido, consuelo, y propósito.
Uno de los momentos más profundos de la novela llega cuando Buster Friendly “revela” que Mercer es un fraude. Su dolor fue grabado en un set, no es real. Los androides celebran su victoria, pensando que el mercerismo se desplomará. Pero no sucede.
Las personas siguen conectándose, siguen sintiendo. ¿Por qué? Porque el liderazgo que encarna Mercer trasciende su autenticidad literal. La empatía, incluso cuando se construye sobre una ficción, puede seguir siendo real.
Lo que Dick parece reformular es una verdad antigua, repetida por la filosofía clásica y por las grandes tradiciones culturales de la humanidad: los seres humanos buscamos líderes que nos ayuden a encontrar sentido. Y ese sentido no nace únicamente del placer, sino de la conexión profunda con los otros, incluso en el sufrimiento compartido.
Hoy, quizá, estemos dejando ganar a Buster Friendly, pero regresamos, tarde o temprano, a la búsqueda de verdadera comunidad, empatía, sentido y liderazgo humano.
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Bernardo tiene un doctorado en Estudios Políticos en Queen’s University (Ontario, Canadá), y una maestría en Gobierno y Políticas Públicas de la Universidad Panamericana.
También una licenciatura en Filosofía, con honores, por parte de la Universidad Panamericana, CDMX, además de una especialidad en Estudios Sociales, Económicos y Políticos (Magna Cum Laude) para The Phoenix Institute, Universidad de Notre Dame, Indiana / ITI, Trumau, Viena.
En la actualidad es director adjunto del Centro de Investigación en Responsabilidad Social (CIRES)del IPADE, además de tutor y teaching Fellow del departamento de Estudios Políticos, Queen’s University.
Al ejecutivo se le reconoció con una distinción en “Tesis Sobresaliente en Ciencias Sociales 2023-2024” por la Escuela de Estudios de
Posgrado y Asuntos Postdoctorales de Queen’s University. Bernardo fue también nominado al Governor General’s Gold Academic Medal en el 2024 y aprobado con distinción en examen integral de campo de Política Comparada en Queen’s University.