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La presidenta Claudia Sheinbaum presentó a principios de año el Plan México como una estrategia sexenal para impulsar el desarrollo económico, la competitividad global y reducir desigualdades. Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, se ha utilizado como bandera y escudo ante el giro proteccionista de Washington y los embates comerciales contra México. Pero, en semanas recientes, el plan se ha convertido en el marco de respuesta ante casi cualquier desafío coyuntural principalmente por la presión de estadounidense, como en el caso del jitomate, el cobre y el ganado. Estas reacciones pueden tener sentido político o económico y entrar en la lógica del fortalecimiento del mercado interno, pero es evidente que no responden a la lógica inicial del plan.
En su origen, el Plan México es un proyecto que pretende reordenar la economía nacional de adentro hacia afuera. La idea principal es detonar el crecimiento con base en las capacidades internas, sustituir lo que importamos con producción nacional y promover una mayor autosuficiencia para reducir vulnerabilidad externa. Es la hoja de ruta económica del gobierno de Claudia Sheinbaum con objetivos de largo plazo y metas claramente definidas hacia 2030. A diferencia del Plan Nacional de Desarrollo, que tiene un carácter obligatorio, legal y constitucional, el Plan México no tiene fuerza jurídica ni estatus constitucional para instrumentar sus acciones. Está enfocado en diseñar acciones concretas para atraer inversión, impulsar la manufactura, elevar el contenido nacional, movilizar financiamiento vía banca de desarrollo y simplificar el entorno regulatorio.
En los primeros meses del Plan México, se han puesto en marcha 15 Polos de Desarrollo, con una inversión comprometida de 27?mil?800 millones de dólares —equivalente al 1.5?% del PIB nacional— y la creación prevista de 300?mil empleos. Además, se relanzó el sello “Hecho en México”; se autorizó la armadora nacional de mini autos eléctricos Olinia en Puebla; se inyectaron 284?mil millones de pesos para revertir el desabasto de medicinas; y se creó la Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones.
No obstante, el plan es vulnerable a la sobreexposición narrativa y corre el riesgo de convertirse en una especie de cajón el que todo tipo de reto nacional cabe.
Por ejemplo, en las últimas semanas, el plan ha sido utilizado para enfrentar la decisión del gobierno de Estados Unidos de imponer un arancel del 17?% al jitomate mexicano. Como reacción, el gobierno anunció un paquete de apoyo al sector como parte del Plan México y lo mismo ocurrió con la crisis ganadera detonada por el brote de gusano barrenador, que provocó el cierre temporal de la frontera a las exportaciones mexicanas. Ambos casos ilustran el riesgo de que el plan se utilice como paraguas para cubrir demandas sectoriales, choques diplomáticos o presiones mediáticas.
El riesgo de erosión del plan es real y creciente. La incorporación constante de sectores no contemplados en el diseño original para enfrentar crisis coyunturales puede alterar su sentido estratégico. A este paso, si no hay avances en las negociaciones comerciales con el gobierno de Trump, el Plan México será usado para absorber el acero, el aluminio o los aguacates que sean bloqueados en el mercado de Estados Unidos. Eso simplemente no es viable como tampoco es que se puedan abrir nuevos mercados en el mundo con la celeridad que se requiere para colocar los excedentes de producción mexicana.
Así, convertido en una etiqueta multicolor para manejar sobresaltos, el Plan México debilita su arquitectura original, desdibuja prioridades, reduce su legitimidad como instrumento de transformación. Con la credibilidad en duda, el sector privado tendrá la inquietud de no se cumplan los acuerdos y que los recursos públicos necesarios para asegurar el éxito de los proyectos sean redirigidos a nuevas causas, más inmediatas. Para mantener su carácter de guía estratégica de acciones de desarrollo económico de alto impacto, el Plan México debe protegerse frente a usos improvisados que pueden ser vistos como inspirados en la urgencia y la improvisación.