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Leonora Carrington no solía dar entrevistas. Menos aún en sus últimos años, cuando prefería el silencio de su casa a cualquier reflector. Pero Natalia Von Retteg logró entrar, no al estudio de la artista, sino a su cocina. Ahí, con una taza de té, una estufa antigua y un cigarro encendido, la última gran surrealista viva habló, compartió, cocinó y dejó tomarse una única fotografía.
Ese encuentro íntimo, uno de los últimos testimonios directos con Leonora Carrington, revivió esta semana en forma de receta: un paprikash húngaro reinterpretado con ingredientes mexicanos, cargado de memorias y gestos de arte cotidiano.
Leonora Carrington solía preparar este platillo con su esposo, que era húngaro. En el recetario que sus hijos publicaron en 2021 junto con investigadoras de la UAM, aparece como “paprikash”, un estofado a base de páprika y cocción lenta, al que Natalia añadió col, chile cascabel, guajillo o ancho, y un toque de crema espesa. “Es como un molito”, explicó, al recordar cómo los sabores del platillo la llevan de vuelta a la infancia, a la cocina familiar, al olor del pan bañado en caldo.
“La cocina para Leonora Carrington era otro lenguaje. Decía que cocinar era como pintar: mezclar, esperar, dejar que el tiempo hiciera su parte”, contó Natalia.
En su única fotografía, Carrington aparece rodeada de sus utensilios, con un orden estético casi ceremonial. Esa fue la escena de la entrevista: entre aromas, poemas recitados por su hijo, y recuerdos de los mercados que frecuentaba.
Para maridar esta receta, la recomendación fue clara: un vino tinto joven mexicano, ligeramente dulce, que complemente los tonos ahumados y especiados del estofado. El elegido: Donato Crianza, de Querétaro, mezcla de tempranillo, merlot y syrah. Un vino frutal, accesible, ideal para días de lluvia y charlas largas.
Pero más allá del platillo, Natalia ofreció una reflexión sobre el arte de cocinar despacio, de compartir con quienes amamos y de rescatar la estética de lo cotidiano.
“Comer bien, cocinar con amor y maridar con un buen vino también es cultura”, dijo, rescatando el sentido profundo que Carrington daba a lo doméstico, sin renunciar a su rebeldía ni a su imaginación.
Entre cucharones, coladores y especias, Natalia dejó no solo una receta, sino un retrato distinto de Leonora Carrington: la artista que encontraba en la cocina otro espacio para crear, para desafiar las normas y para habitar su mundo, siempre onírico, también desde lo real.
Mira la receta completa en el segundo bloque de Economía Social:
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