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Al pensar en cómo inaugurar esta colaboración, consideré comenzar con las perspectivas para las bolsas, las tasas de interés o la economía global. Sin embargo, antes de hablar de oportunidades de inversión o pronósticos económicos, propongo una breve mirada hacia atrás para entender cómo llegamos a una realidad de aranceles, guerras comerciales, tensiones geopolíticas y amenazas de recesión
Antes de hablar de oportunidades de inversión o pronósticos económicos, propongo una breve mirada hacia atrás para entender cómo llegamos a una realidad de aranceles, guerras comerciales, tensiones geopolíticas y amenazas de recesión. Estos no son eventos aislados sino el resultado de una reconfiguración histórica del orden comercial a nivel global. Lo que parece caótico o repentino, en realidad obedece a fuerzas que llevan años gestándose bajo la superficie.
Parte-I
De dónde venimos
Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos impulsó el libre comercio como la política pública por excelencia que ayudaría a los países a generar progreso económico a través de la especialización, lo cual a su vez fomentaría la paz.
Para cimentar esta visión se crearon instituciones multilaterales como la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. A través de ellas, se construyó una arquitectura internacional basada en reglas compartidas, reducción de aranceles y apertura progresiva de los mercados.
Bajo esta lógica, florecieron tratados como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, ahora T-MEC) y la Unión Europea. Las empresas transnacionales aprovecharon el entorno para dividir el proceso de producción desde lo local a lo internacional, generando cadenas globales de valor donde cada país aportaba según su ventaja comparativa.
Sin embargo, desde la crisis financiera global de 2008 —y más intensamente desde la pandemia— ese consenso se fracturó. La recesión dejó niveles elevados de desempleo, una crisis de deuda y una década de crecimiento lento en muchas economías avanzadas.
La promesa del libre comercio de elevar a todos por igual comenzó a tambalearse.
Surgieron voces críticas. En 2016, Donald Trump conquistó la presidencia con un mensaje proteccionista centrado en “America First”, acusando a China y a otros países de destruir empleos industriales estadounidenses.
Ese mismo año, el Reino Unido votó a favor del Brexit. Ambos eventos marcaron un giro ideológico: por primera vez en décadas, dos grandes democracias cuestionaban abiertamente los beneficios de la globalización económica.
Cuando llegó la pandemia, este proceso de replanteamiento se interrumpió, pero no desapareció. Los gobiernos reaccionaron a la emergencia sanitaria con paquetes de estímulo sin precedentes, financiados con deuda y expansión monetaria. Esto generó un entorno temporal de abundancia: los mercados bursátiles se dispararon, el desempleo cayó, y las personas —en especial las que ya poseían activos financieros— vieron crecer su patrimonio.
Como ejemplo, entre 2020 y 2021, el NASDAQ acumuló un rendimiento de 74% y el S&P 500 de 48%. Parecía que el sistema resistía. Pero esa ilusión duraría poco.
Dónde estamos
Conforme la población regresó a las calles y los estímulos económicos se retiraron, la economía global enfrentó realidades postergadas. Las cadenas de suministro se mostraron frágiles.
Crecieron las tensiones geopolíticas en Rusia, Ucrania, Medio Oriente y Asia. Como resultado, los precios de alimentos, fertilizantes, gas natural y petróleo se dispararon. La inflación, contenida por décadas, reapareció con fuerza.
En Estados Unidos, Europa y México se alcanzaron niveles no vistos en cuarenta años. Ante este panorama, los bancos centrales se vieron forzados a responder con aumentos agresivos en las tasas de interés, frenando el crecimiento. Esto trajo de nueva cuenta el descontento social.
Algunos políticos comenzaron a propagar ideas sobre los riesgos estratégicos y económicos que trae consigo la dependencia del mercado internacional. Como resultado, se comenzó a priorizar la relocalización industrial, el fortalecimiento de industrias nacionales, la intervención estatal en sectores clave y la implementación de aranceles como herramienta para renegociar alianzas.
El libre comercio dejó de ser visto como un fin en sí mismo, para convertirse en una herramienta condicionada por criterios de seguridad, control y resiliencia. En la práctica, el mundo comenzó a organizarse no por eficiencia económica, sino por afinidades políticas y geoestratégicas.
Bridgewater Associates, una de las firmas más influyentes en el mundo financiero a nivel global, resumió este cambio en un artículo titulado “Ahora todos somos mercantilistas”, donde advierten que el mundo ha entrado en una nueva era. Las economías ya no compiten solo por consumidores, sino por control tecnológico, materias primas críticas y poder geoestratégico.
Lo que viene
En la segunda parte de esta columna, analizaremos las implicaciones concretas de este nuevo orden económico para los mercados financieros. Exploraremos cómo estas políticas proteccionistas están transformando las reglas del juego para las empresas, los países y los inversionistas.
Si el libre comercio definió el auge de una era, el retorno del nuevo mercantilismo podría estar delineando la siguiente, y debemos estar preparados lo mejor posible para ello.