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Por primera vez en su mandato, la presidenta se vio obligada a modificar el formato de su conferencia matutina, ante el cerco de maestros que bloquearon los accesos al Palacio Nacional.
Miércoles, amanecer en el Zócalo. A diferencia de cualquier otra mañana, el ritmo no lo marcaba el ir y venir de funcionarios ni el ingreso apurado de los reporteros al Salón Tesorería. Frente a Palacio Nacional, residencia oficial y sede de la conferencia matutina de la presidenta Claudia Sheinbaum, una multitud de maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) formaba un cerco inquebrantable.
La plancha del Zócalo amaneció tapizada de casas de campaña. También las calles aledañas, donde el paisaje habitual de tránsito lento y turistas madrugadores fue reemplazado por lonas, pancartas, termos de café humeante y pan dulce compartido en círculo. Algunos maestros bordaban con paciencia, otros leían, resolvían sopas de letras, alzaban cartulinas o entonaban consignas con megáfono en mano. La escena era de protesta, pero también de resistencia tranquila, como si supieran que la permanencia es su forma más contundente de presión.
El bloqueo fue total; no entraron medios de comunicación ni personal que labora en el interior. Los manifestantes intentaron incluso romper el cordón de seguridad para ingresar al recinto, pero no lo lograron. Aun así, consiguieron algo inédito: impedir físicamente la realización de la Mañanera en su formato habitual.
Esta mañana, en la conferencia, no hay reporteros. El salón está vacío, aunque la cámara no lo muestra. Solo aparece el rostro de la presidenta, encuadrado con precisión, como si flotara en una isla de poder temporalmente desconectada del bullicio exterior. Su semblante resiste la presión. Habla con firmeza, sin estridencias. Como un mástil en medio de una tormenta, ondea la figura de quien, al menos por hoy, ha decidido no confrontar.
Desde dentro de Palacio, donde la presidenta habita, Sheinbaum apareció en pantalla. Con tono medido dio inicio a lo que anunció sería una mañanera distinta; más adelante los medios se conectarían para externar sus preguntas. Así arrancó, sin público, una inédita conferencia del pueblo, sostenida a la distancia por la imagen de una presidenta que optó por el temple.
“No vamos a caer en ninguna provocación. No vamos a reprimir, porque no creemos en eso. Creemos en el diálogo y vamos a encontrar una salida”, dijo, restando dramatismo al incidente.
Frente a una de las puertas de Palacio Nacional, protegida por al menos dos decenas de policías, los líderes de la CNTE ofrecieron su propia conferencia de prensa. Ahí aclararon que su lucha no es por más vacaciones ni bonos salariales.
“Nosotros queremos volver a las aulas con nuestros alumnos. Este plantón no es cómodo, no es bueno para la salud”, dijeron, rodeados de pancartas y altavoces. Pero también lanzaron un ultimátum: dieron a la presidenta un plazo de un día, máximo, para sentarse personalmente con una comisión. No más intermediarios.
La CNTE no improvisó, su objetivo era claro: visibilizar la exigencia de derogar la reforma al ISSSTE de 2007, que eliminó las pensiones solidarias e intergeneracionales para sustituirlas por cuentas individuales manejadas por las Afores. Quieren volver al modelo anterior, mientras el gobierno federal ha sido firme: no hay presupuesto suficiente para echar atrás una reforma de hace casi dos décadas.
Como alternativa, la mandataria anunció días antes un aumento salarial del 9%, retroactivo a enero, con un punto adicional y una semana más de vacaciones, paquete que no formaba parte del pliego petitorio del magisterio, pero que el gobierno presentó como una respuesta tangible a sus necesidades. No fue suficiente.
La protesta se extiende; este mismo miércoles, los maestros planean trasladarse a Polanco, donde entregarán documentos a diplomáticos. También preparan un plantón en la zona del Caballito, sobre Paseo de la Reforma, en pleno centro de la Ciudad de México.
El cerco en Palacio sigue, y la presión aumenta, también amenazan con bloquear el aeropuerto. todo depende, dicen, de la respuesta del gobierno. Frente a las advertencias y demandas la presidenta ha apostado por la calma, pero la CNTE ya marcó un nuevo capítulo en la relación entre los maestros y el poder: uno en el que, al menos por un día, sacaron la Mañanera del salón y la llevaron a la pantalla.
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