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En la manufactura, el reto es mayor: menos horas podrían reducir la competitividad frente a socios del TMEC; la solución no está en resistir el cambio, sino en innovar: automatización, capacitación y esquemas híbridos de trabajo pueden amortiguar el impacto. La reforma es un paso audaz, pero adolece de una visión integral.
*Por Rodolfo Augusto Ostolaza Berman, subdirector de estudios económicos de Citibanamex
En un México donde el trabajo define no solo nuestra economía, sino nuestra identidad, la propuesta de reducir la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales llega como un parteaguas.
Anunciada por la presidenta Claudia Sheinbaum el 1 de mayo de 2025, esta reforma promete mejorar el bienestar de millones, pero plantea un dilema para las empresas: ¿cómo equilibrar la productividad con costos crecientes en un contexto de incertidumbre comercial? Con la dominancia política de Morena en los congresos federal y estatales, las probabilidades de que esta iniciativa se convierta en ley son abrumadoramente altas, lo que obliga a los empresarios a actuar con rapidez y visión estratégica.
Un Cambio Inevitable
La iniciativa, que busca modificar el artículo 123 constitucional, propone dos días de descanso por cada cinco trabajados, con una implementación gradual hasta 2030.
Grandes empresas tendrán seis meses para adaptarse; las pequeñas, hasta tres años y medio. Mesas de diálogo tripartitas, previstas para junio-julio de 2025, buscarán consensos, pero la mayoría de Morena en el legislativo asegura que la reforma avanzará con pocas concesiones.
México, con 2,207 horas trabajadas al año por empleado según la OCDE, supera a Corea del Sur y Japón, lo que justifica la urgencia de modernizar nuestras leyes laborales.
Sin embargo, la reforma omite un elemento clave: el teletrabajo. Durante la pandemia, las empresas mexicanas demostraron que podían operar de forma remota, cubriendo costos de infraestructura con beneficios en flexibilidad y satisfacción laboral.
Hoy, muchas de ellas han regresado a oficinas o adoptado esquemas híbridos. Incorporar el teletrabajo como complemento de la reducción de jornada podría mitigar costos y aumentar la productividad, pero la reforma se centra solo en las horas, dejando de lado esta oportunidad.
Costos y Beneficios: Un Juego de Equilibrios
La reforma promete beneficios sociales y económicos. Estudios del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (CELAG) proyectan un aumento de la masa salarial entre 4.7% y 10%, un crecimiento del PIB de 0.4% a 1.2% y la creación de 140,000 a 500,000 empleos.
¿Cómo es posible que trabajar menos aumente los ingresos? La respuesta está en las horas extras, pagadas a mayor tasa, y en la necesidad de contratar más personal para mantener la producción. Este impulso al consumo podría dinamizar sectores como el comercio y los servicios.
Pero ya sean horas extras o más contrataciones, ambas se traducen en un incremento en los costos. Por ello, el sector empresarial (Coparmex y el CEESP) advierte un impacto del 22% al 36% en costos laborales, especialmente para las pymes, que representan el 52% del empleo formal.
En la manufactura, el reto es mayor: menos horas podrían reducir la competitividad frente a socios del TMEC. La solución no está en resistir el cambio, sino en innovar: automatización, capacitación y esquemas híbridos de trabajo pueden amortiguar el impacto.
El Factor TMEC: Incertidumbre en el Horizonte
La renegociación del TMEC, adelantada al segundo semestre de 2025 a través de un anuncio del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, coincide con las mesas de diálogo de la reforma.
El tratado exige estándares laborales estrictos, como salarios de 16 dólares por hora en el sector automotriz, lo que podría alinearse con la reducción de jornada. Sin embargo, cualquier percepción de menor competitividad podría complicar las negociaciones, especialmente en un contexto de tensiones comerciales con Estados Unidos y Canadá.
La reforma es un paso audaz, pero adolece de una visión integral. Incorporar el teletrabajo como una herramienta para flexibilizar la transición habría sido un acierto, especialmente para sectores de servicios.
Además, falta una agenda clara de productividad: sin inversión en tecnología y capacitación, México seguirá dependiendo de horas trabajadas, no de resultados. Por otro lado, la narrativa gubernamental sobra en optimismo y carece de pragmatismo.
Las empresas necesitan incentivos fiscales o programas de reconversión tecnológica para adaptarse sin sacrificar competitividad.
Asumir el reto
La jornada de 40 horas es más que una reforma laboral; es una oportunidad para redefinir el trabajo en México. Con Morena al mando, su aprobación es casi un hecho, pero su éxito dependerá de cómo las empresas enfrenten el desafío.
Automatización, esquemas híbridos y una apuesta por la productividad son las claves para convertir esta transición en una ventaja competitiva. En un mundo donde los cambios vertiginosos marcan el ritmo, México debe demostrar que puede ser líder en bienestar sin renunciar a su lugar en el mercado global. El reloj ya está corriendo: es hora de innovar o quedarse atrás.
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