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por Felipe de la O, Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard
Hacer de México más atractivo para la inversión impediría el colapso económico que significaría la imposición de aranceles por parte del gobierno de Donald Trump. En lugar de caer en una guerra comercial que solo agravaría la incertidumbre, causaría estragos en el empleo y las cadenas de exportación, México debe priorizar una estrategia que fomente la inversión, proteja el empleo y fortalezca las cadenas de valor. El reto es hacer de México tan atractivo para la inversión que la incertidumbre temporal no afecte ni al empleo ni a las industrias exportadoras.
El gobierno federal ha respondido con vacilación, de forma reactiva; con mensajes y mítines políticos que evidencia la falta de estrategia económica. No hay acciones de impulso a la inversión, como la reducción de impuestos, otorgamiento de créditos o incentivos fiscales para la exportación, y el fomento a la creación de empleos decentes. En lugar de enviar señales de estabilidad, nuestro gobierno ha generado dudas con decisiones que afectan la confianza empresarial, como la cancelación de proyectos, incertidumbre jurídica y cambios regulatorios inesperados.
A corto plazo, se requiere un fondo de compensación para sectores afectados, incentivos fiscales para empresas que mantengan empleos y financiamiento accesible para pequeñas y medianas empresas. A largo plazo, se debe crear un plan global de atracción y aliento a la inversión internacional y nacional, reducir la informalidad, garantizar reglas claras para la inversión, y diversificar mercados para reducir la dependencia comercial.
Varios países han utilizado la inversión extranjera y el fortalecimiento de sus cadenas de valor como motores de crecimiento económico y reducción de la pobreza. Vietnam, por ejemplo, implementó reformas en los años 80 que atrajeron manufactura de alto valor agregado, con un enfoque en la diversificación de exportaciones y acuerdos comerciales estratégicos, lo que redujo drásticamente la pobreza. Irlanda, a través de incentivos fiscales y un entorno de negocios estable, se convirtió en un hub tecnológico y farmacéutico, generando empleo de alta calidad y mejorando los ingresos de su población. Costa Rica apostó por la educación, estabilidad institucional y zonas francas para atraer inversiones en tecnología médica y electrónica, creando empleos bien pagados.
La defensa del empleo y las cadenas de valor debe ser una prioridad. México no puede permitirse la pérdida masiva de empleos por disputas comerciales mal manejadas. Un plan de diversificación industrial y comercial fortalecería la economía frente a presiones externas. Apoyar la innovación y el desarrollo tecnológico en sectores estratégicos permitiría reducir vulnerabilidades. Es hora de pensar en una política industrial moderna que impulse sectores con alto valor agregado, aliente la exportación de alto valor agregado, y reduzca la dependencia de manufactura intensiva en costos laborales bajos.
Responder con medidas improvisadas o represalias comerciales sería un error costoso, más en una dinámica de economías tan desiguales como la mexicana y la estadounidense. La historia ha demostrado que las guerras comerciales generan pérdidas para todos los involucrados, y México tiene más empleos y cadenas de valor en riesgo. Podemos enfrentar este reto con inteligencia, promoviendo la inversión, protegiendo el empleo y fortaleciendo sus cadenas de valor. La estabilidad y la competitividad deben ser las principales herramientas para sortear las presiones externas. Más inversión, menos aranceles: esa debe ser la prioridad para garantizar un futuro económico que permita la eliminación de la pobreza y la reducción de la desigualdad.
Maestro en Administración Pública por la Universidad de Harvard
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