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Enrique Hernández Alcázar
“A veces un saludo nazi es un saludo nazi”. Así tituló el periodista James Hibberd su columna en The Hollywood Reporter justo el día en que Elon Musk, palma derecha abierta, se golpeó el pecho y extendió con fuerza explícita su brazo derecho -a cuarenta y cinco grados de su propio eje- durante un mitin que festejaba la investidura de Donald Trump. Un “sieg heil”.
¿Por qué lo hizo? Solo él lo sabe. Lo cierto es que lanzó un mensaje. A menos que sea falso que se haya reunido y esté cabildeando con grupos de la extrema derecha en Alemania, Italia y Francia. Dueño de X, SpaceX, Tesla y flamante funcionario del gabinete de Trump, Musk se ha dedicado los últimos días a desacreditar a quienes ligan su expresión corporal con algo nazi o hitleriana.
Auténticas hordas digitales han salido a su defensa. ¿En dónde creen? Sí, en el otrora Twitter que ahora posee y en el que se han incrementado 80% los contenidos explícitamente violentos desde que le pertenece esta red social al multimillonario de moda.
Pero no solo su propio algoritmo está contagiado de esta defensa orgánica y natural (es sarcasmo). También locuras de otras latitudes se han sumado. Por ejemplo, el presidente de Argentina defendió al señor Musk en pleno Foro Económico de Davos: “ha sido vilipendiado injustamente por el wokismo en las últimas horas por un inocente gesto que lo único que significa es… su gratitud con la gente”.
Hoy, en plena conmemoración de los 80 años de la liberación de los últimos sobrevivientes de los campos de concentración y exterminio que Adolfo Hitler mandó construir en la ciudad polaca de Auschwitz, vale la pena reflexionar por qué ese ‘inocente gesto’ está de vuelta en la palestra del poder más grande del mundo y por qué nos revuelve el estómago verlo en todos lados, en videos, en fotos, en textos…
Porque si hubiera sido lo que Javier Milei intenta explicar desde su seducido (por Musk, Trump y compañía) cerebro, ¿por qué entonces el señor de los coches del futuro que jamás llegarán a Nuevo León lo ha tenido que explicar tanto, con tanta maroma y con tanto influencer pagado?
Regreso al texto de Hibberd: “El movimiento de Musk fue tan ridículamente enfático, una expresión tan precisa de algo tan notorio y grabado a fuego en nuestra memoria colectiva, y lo realizó con una mirada tensa en su rostro, que fue difícil no pensar: ¡Vaya, ese multimillonario tecnológico acaba de hacer un saludo nazi… dos veces!”.
No sé si haya punto de comparación alguna entre los campos de concentración nazis y las redes sociales, el poder económico y la extrema derecha global actual. Lo que se percibe es que sus posiciones radicales están de moda en buenos sectores sociales, están ganando elecciones y, desgraciadamente, dominan el panorama político del futuro del planeta.
Los millones de jóvenes de entre 18 y 29 años que votaron por Donald Trump, quizá, no conocen lo que ocurrió antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Y aunque hayan visto películas, series o documentales de su tiempo sobre ese pasado en el que Hitler fue el villano más odiado, quizá no lo sopesan o quizá no les importe.
Los militantes de MAGA apoyan a Trump al grado de observar a personas afroamericanas calificar como “negro de mierda” a un haitiano que inmigró ilegalmente a su país. O a personas de origen latino nacidos en Estados Unidos que creen fervientemente que ellos “no son iguales” a los latinos que cruzan sin papeles por el Río Bravo. A pesar de que entre la primera fila de Trump no hay personas de raza negra. A pesar de que hay supremacía blanca y punto.
Lo único que queda para enfrentar este poder acumulativo es la cultura. Esa cultura que perdió en las urnas en noviembre pasado. ¿Servirán de algo “Emilia Pérez” o “Cónclave” para hacer despertar la conciencia y la memoria colectiva? ¿Nos quedaremos solo en la crítica a Selena Gómez y su mal español? ¿Será que el cine puede transformar y ayudar a transitar a otro estado menos excluyente de derechos y libertades?
Mientras la mitad referencia la maldad de Hitler expuesta en el saludo de Musk, la otra mitad la justifica sosteniendo que se trata de un saludo amoroso, desde el corazón. Como si estuviéramos en un episodio de “Severance”. Algo se necesita hacer ante la grieta enorme que se abrió entre los polos opuestos.
Algo. ¿Qué? Quién sabe.
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