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Hay fenómenos que no pueden ser capturados dentro de los modelos. Que se salen de las capacidades de los “expertos”, o que simplemente no se pueden medir con suficiente antelación para ponderar sus efectos posteriores. Esto sucedió con la pandemia, que nos vino a modificar (casi) todo.
*Por Rodolfo Ostolaza Belman, subdirector de Estudios Económicos de Citibanamex.
La elaboración de predicciones (o pronósticos) es una labor de por si compleja. Hacerlos no es complicado. Lo difícil es que sean atinados cuando la realidad se presenta.
Desde tiempos inmemoriales hemos tratado de predecir el futuro, y (creo) no hemos mejorado mucho desde entonces. Una parte importante de mi labor es, justamente, hacer pronósticos de la actividad económica de México. Es decir, tratar de adivinar cuanto va a crecer el PIB en determinado periodo.
Si bien utilizo técnicas econométricas y aquello que llaman “juicio de experto” (aunque no me considero como tal), la realidad no es distinta del chiste: Quien hace pronósticos gasta la mitad de su tiempo en hacerlos, y la otra mitad en explicar por qué no se realizaron (o por qué la realidad no se ajustó a sus supuestos).
No contamos con información perfecta, por lo que nuestras predicciones son, por necesidad, imperfectas.
En ese sentido, la incertidumbre está implícita en la elaboración de pronósticos (de cualquier índole, no sólo macroeconómicos). Para muestra, piense en la última vez que la alerta sísmica se activó, pero al final del día se confirmó que no hubo un sismo.
Sin duda, este caso es preferible, a pesar de las molestias que puede generar, al caso contrario (que haya un movimiento telúrico importante y no se emita la alerta). En este caso, me parece que si hemos avanzado bastante.
El factor incertidumbre
Lo cierto es que, en las proyecciones económicas, siempre habrá incertidumbre, que serán tan fuertes como los supuestos en que se basan.
Pero hay fenómenos que no pueden ser capturados dentro del modelo. Que se salen de las capacidades de los “expertos”, o que simplemente no se pueden medir con suficiente antelación para ponderar sus efectos posteriores.
Nadie consideraba una pandemia global en 2019 como parte del escenario base para 2020-2021. Los eventos extremos también suceden, y la realidad se encarga de hacérnoslo saber con cierta frecuencia.
Ahora vivimos tiempos de vorágine informativa. Cada día hay, al menos, una noticia, declaración, indicador o actividad que mueve mercados, que cambia las expectativas. Son tiempos de cambio a nivel global. Y la velocidad sigue aumentando, gracias a la (inter)conectividad global. Y eso añade incertidumbre a los pronósticos.
Por consenso (la proyección mediana)
Con el tiempo hemos aprendido que, en la mayoría de los casos, el “consenso” de los pronósticos (generalmente se considera la mediana, en vez del promedio) suele ser una mejor aproximación que cualquier proyección individual.
Cuando alguien, digamos un analista, presenta una proyección alejada de la mediana, decimos que está fuera de consenso. Es como una letra escarlata, sobre todo si se estima un resultado más pesimista al que espera el consenso.
Pero ¿qué pasa si el alejamiento del consenso es hacia el optimismo? Es decir, cuando se pronóstica un resultado más optimista que la mediana. ¿Es creíble esa proyección? Tal es el caso de la SHCP, que pronóstica un crecimiento del PIB de entre 2.0 y 3.0 por ciento para 2025 (con un escenario central de 2.3%), lo cual se traslapa mínimamente con el rango de estimaciones de la encuesta de especialistas de Banco de México (entre 0.2% y 2.13%, con una mediana de 1.20%) de noviembre de 2024.
Ya sabremos, en 2026, cuanto creció la economía mexicana en 2025.
Mientras que la gran mayoría se habrá olvidado de que tan pesimista u optimista era tal o cual pronóstico para 2025, pues estaremos pensando en el crecimiento de 2026 y 2027.
No hay castigo ni pena por elaborar pronósticos, aún si estos están fuera del consenso. Es tal nuestra necesidad de planeación, de proyección, de “conocer” el futuro, que seguimos haciendo pronósticos, aun cuando su certeza sea mínima.
Considerando el recorte en el gasto y la inversión pública, las fuertes caídas recientes de la construcción, la rebaja en la perspectiva de la calificación crediticia del país, y la pérdida de impulso en la narrativa del nearshoring, debido parcialmente al resultado de la elección presidencial en Estados Unidos, de momento, la mejor “apuesta” sobre el crecimiento de México en 2025 es la del consenso, aunque, en lo personal, siento que estará más cerca del rango mínimo de la citada encuesta. Veremos.
Nota al margen: En noviembre de 2023, el consenso de la encuesta de Banxico para el crecimiento del PIB en 2024 era de 2.1%, con un mínimo de 1.4% y un máximo de 3.1%. En noviembre de 2024, el consenso de dicha encuesta espera un crecimiento de 1.5% para 2024 (rango de 1.2-1.8%).
El crecimiento en los primeros 9 meses del año ha sido 1.8%, de acuerdo con el INEGI.
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*Rodolfo es subdirector de Estudios Económicos de Citibanamex, donde se encarga de dar seguimiento a los sectores real y externo de la economía mexicana.
Tiene una Maestría en Economía de El Colegio de México, una Licenciatura en Finanzas de la Universidad Tecnológica de México, y una Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Anteriormente, fue economista senior en el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos. También desempeñó los cargos de jefe de la sección de estadísticas de comercio internacional en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Rodolfo también estuvo al frente de la Dirección de Insumo Producto en el INEGI, y fue jefe de la Oficina de Medición de los Sectores Primario y Terciario del Banco de México (Banxico).