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Enrique Hernández Alcázar
23 de diciembre de 2024. Once de la mañana con trece minutos. La televisión nos hacía compañía mientras desayunábamos los tres.
“Canal cinco al servicio de la comunidad”, se escuchó al locutor de turno. “Se solicita su colaboración para encontrar a San Nicolás. La última vez que se le vio estaba estacionando su trineo en…”, no dejé que el locutor terminara la frase y apagué la tele.
Los niños voltearon a verme con cara de angustia. Yo me hice como que la virgen me hablaba. Seguimos comiendo nuestras tortas de milanesa con papas a la francesa. Pasaron 10 minutos muy incómodos. Entonces Bruno, desde sus 9 años, rompió el silencio.
-Santa está desaparecido, ¿verdad papá?
No supe qué contestarle. De inmediato, su hermana Paula sugirió desde sus 7 años:
-¿Y si le pones a las noticias?
Encendí la tele de nuevo y sintonicé el canal 24×7 que es de esos que todo el día se la pasan dando noticias. Un locutor totalmente desconocido daba la información que buscábamos. “Fuentes cercanas al Polo Norte confirmaron a este espacio que nadie ha visto a Santa Claus en las últimas 48 horas. Según testigos que laboran en su fábrica, el señor de las barbas blancas y el traje rojo, no regresó de un viaje en el que recolectaría las primeras cartas que varios millones de niños ya pusieron en su árbol de Navidad. En redes sociales ya aparecieron las primeras fotografías que muestran una especie de trineo arreado por renos que está abandonado en el cruce de Insurgentes y Félix Cuevas”.
Sonó mi celular.
-¡Urge que vengas a la oficina!, me dijo con una histeria (superior a la cotidiana) mi secretaria.
Vestí a los niños a prisa y los llevé a casa de sus abuelos. Afortunadamente el tránsito vacacional era casi nulo y me aventé la ruta casa-casa de los abuelos-oficina como en 10 minutos.
* * *
Tres millones quinientos cincuenta y tres mil ochocientos diez. Es el número de casas que le toca registrar/visitar a Santa hoy. Tiene que iniciar el operativo de reconocimiento, o sea una primera peinada, a las peticiones/regalos que deberá traer sin falta el próximo jueves en la madrugada.
–Querido Santa. Quiero que me traigas los muñecos de los Vengadores…
–Chale, antes por lo menos escribían “Querido Santa, me he portado muy
bien durante este año”.
–Bueno, por lo menos te siguen escribiendo lo de “Querido”. Al paso que van, la siguiente generación de pequeñitos ya ni carta van a poner. Te van a pedir todo por Whats.
–Creo que ahora tendremos que ir a la tiendota esa, para revisar bien las bodegas y asegurarnos de que estén bien surtidas para la llegada de nuestros agentes
especiales.
–Creo que hay muy poca luz en esta zona. ¿Hueles? Creo que estamos cruzando por las entregas de perfumería. Prende tu lámpara roja, anda…
–¡Claro!
Al momento en que Rodolfo encendió la lámpara, Santa ya no estaba ahí. Se quedó varias horas en esa gran bodega acompañado únicamente de cajas y cajas de juguetes y por un aroma que reconoció de inmediato: cierto perfume de mujer.
* * *
Pasaron ya 45 minutos desde que llegué a la oficina. Unas diez personas de confianza estamos sentados, esperando, parados, esperando en el lobby de la oficina del Fiscal General. Hasta allá se escuchaban los airados gritos de reclamo. El abogado de la nación, José Torillo, espetaba airadamente al titular de la división antisecuestros, el licenciado René Salas, mi jefe directo.
–“¡Quién carajos lo filtró! Estamos cuidando al máximo caso y medio país ya lo está tuiteando. ¡Puta madre!”, fueron los gritos que salían del ni tan privado del Fiscal y que se escuchaban hasta el mismísimo Polo Norte.
Tras la sonora gritería transcurrieron otros 18 minutos hasta que la perilla giró en señal del final de ese ríspido encuentro. Los diez ahí presentes saltamos del sillón y con el azotón que dio a la puerta del Fiscal iniciamos una especie de paso redoblado en fila india siguiendo los pasos de mi jefe hasta su oficina, tres pisos más arriba.
Nuestro llamado “zar antisecuestros” cerró violentamente la puerta, se quitó el saco, lo aventó encima de su archivero -de esos de lámina color pistache que llevan como 30 años en la Fiscalía- y soltó:
–¿Quién fue cabrones? ¿Quién carajos fue?
* * *
Sonó el teléfono.
–Oficina de atención a víctimas del secuestro. En qué le puedo ayudar…
–Hola, soy Rodolfo.
–Buen día señor Rodolfo, ¿me puede indicar sus apellidos?
–Soy Rodolfo, el reno. El ayudante más cercano de Santa Claus.
–¿Perdón?
–Rodolfo… el de la nariz roja…
–Ah, sí, claro… Permítame tantito, déjeme llamarle al hada de los sueños para que lo atienda.
Cleotilde Venegas colgó el teléfono. La operadora telefónica del turno de la madrugada tuvo una noche distinta. En lugar de estar callada tomando su té de manzanilla y leyendo “Desde el corazón” de Corín Tellado, sonrió durante casi toda su jornada tras esa llamada.
La noche se hizo más corta y cuando se dio cuenta ya eran las seis en punto de la mañana del lunes. Puntual como siempre llegó “El Chispa”, un muchacho de 23 años que hacía su servicio social.
–“Por cierto mijo, igual y te toca que te vuelva a llamar Rodolfo, el reno de Santa Claus”, le advertía mientras tomaba su abrigo del perchero.
–“Que dice que secuestraron a su jefe. ¿Puedes creerlo? Ja, ja, ja… Bueno, nos vemos mañana, buen día”, y se retiró sin dejar de carcajearse hasta cerrar la puerta de la oficina.
Jorge, nombre de pila de “El Chispa”, se quedó sin palabras al tiempo en que su juvenil pensamiento le sugirió que la jubilación de doña Cleo estaba cada día más cerca.
* * *
La asamblea extraordinaria de los trabajadores de la fábrica de Santa estaba por iniciar. Se trata de un órgano de decisiones colegiadas integrado por unos 200 elementos pertenecientes casi en partes proporcionales a dos corrientes políticas. Cada bloque tiene 2 votos en la asamblea y, en caso de empate en alguna decisión, el voto calificado le pertenece al secretario general del Sindicato de Duendes, Gnomos y conexos al servicio de la fábrica de juguetes del Polo Norte, el SDGPN, por sus siglas en español.
– “Nuestra ley orgánica es muy clara compañeros”, arengó Magrebin, el elfo encargado de la secretaría general del sindicato. “En caso de que Santa no aparezca antes del 24 de diciembre, la asamblea llamará a un periodo electoral inmediato para elegir al sucesor y director de esta fábrica”.
Vikran, el duende opositor a la corriente de Magrebin, miraba con ojos de asombro la frialdad con la que el “líder” hablaba de las condiciones jurídicas de la sucesión de Santa y no tanto de la necesidad de establecer una cuadrilla o una expedición especial para su búsqueda.
El discurso de Magrebin terminó con la propuesta de crear grupos especiales de trabajo para completar la entrega de los regalos navideños de este año. Entonces Vikran pidió el uso de la palabra.
–“Me llama la atención que Magrebin esté más preocupado por el capitalismo a ultranza y no por el sentido humano de la crisis que estamos atravesando. A él solo le importa que las arcas del Polo Norte mantengan sus excedentes y no que encontremos con bien a Santa”.
Los murmullos no se hicieron esperar. Entonces, se decidió que se sometiera a votación qué opción era la más urgente: integrar las cuadrillas de rescate de Santa o los grupos especiales para garantizar la entrega de juguetes.
La asamblea de duendes se constituyó en colegio electoral, vino la votación y tras dos horas de deliberaciones llegó el momento de dar a conocer los resultados finales en voz del gnomo Haruko, escrutador designado por la asamblea que estaba en plena efervescencia política.
– “Luego de un ejercicio democrático sin precedentes”…
–“¡Ya cállate! ¡Pareces del siglo pasado!”, interrumpieron algunos asambleístas.
–“Con tres votos a favor y dos en contra, la opción ganadora es la de integrar dos
grupos de rescate de Santa”.
El júbilo de la mayoría estalló. Ahora tendrían que decidir quiénes integrarán las cuadrillas especiales y quienes harían guardia en la fábrica para iniciar la producción, ensamblaje, embalaje y entrega de los regalos del operativo Navidad 2024.
* * *
Parecía una casa bastante grande. Amplia y con olor a pino. A pino recién cortado y recién decorado para la Navidad. El piso era de alfombra. Las botas de Santa se hundían en ella. Acostado en el suelo, recordó cómo lo bajaron de lo que se sintió era una camioneta. Pasó del adoquín del estacionamiento al pasto de lo que creyó era el jardín trasero y luego a través de algo que se sentía como azulejo de cocina hasta la que, pensó, era la sala principal.
Caminó unos cincuenta pasos del estacionamiento hasta el piso de esa sala en la que sentía la alfombra pachona y limpia. No parecía un lugar desatendido sino todo lo contrario. No olía suciedad ni percibía ambiente polvoso. Sólo podía guiarse por el olfato y por el oído. Estaba acostado sobre su brazo izquierdo, maniatado de pies y manos, con una especie de cinta adhesiva en la boca y una pañoleta que le cubría los ojos.
– “¿Y ahora qué sigue?”, se preguntaba angustiado mientras reconocía el mismo olor que percibió en la bodega donde lo secuestraron. Ese aroma le provocó una nostalgia de unos 15 ó 20 años atrás.
* * *
Ya son cerca de las tres de la tarde, mi jefe recibió la orden de ofrecer una conferencia de prensa a las 9 de la noche para explicar el hecho. Así que teníamos escasas seis horas para armar el discurso y salpicarlo de información contundente que pudiera contener las preguntas de los reporteros y la zozobra que ya permeaba en la sociedad.
Reuní a todas las cabezas de la Fiscalía General en la sala de juntas del penthouse. Subdirectores, coordinadores, subcoordinadores y agentes de inteligencia criminal para conocer los todos datos de la investigación y poder argumentar una estrategia/respuesta inmediata.
* * *
–“¿Hay alguien ahí?”, preguntó insistente Santa Claus.
–“Hola Santa”, respondió una voz femenina de unos 40 años de edad.
–“¿Ya no te acuerdas de nosotras?”, le cuestionó una segunda voz de mujer. Casi de la misma edad, pero un poco más ronca.
–“¿Cuántos años pasaron, Santa? ¿29? ¿30?”, irrumpió una tercera fémina en el salón. Una voz notoriamente más joven.
–“¿Quiénes son y qué quieren de mí?”, preguntó Santa Claus desde su incómoda posición.
–“Queremos venganza”, respondió una de ellas.
–“¿Venganza? ¿Pero yo qué tengo que ver con eso?”, les respondió el habitante del Polo Norte.
–“Todo”, respondió en seco una de las tres muchachas.
–“¿A poco ya se te olvidaron las tres navidades seguidas en que no pudiste conseguir lo que te pedimos?”.
En ese momento, cuál si estuviera a punto de morir, a Santa le pasó la película de su vida por su mente. Esa película que puso en pausa hace tres décadas, justo en la Navidad de 1994.
Apenas sucedido el “error de diciembre” la situación económica en México se puso ruda. Y Santa y un alto porcentaje de sus agentes especiales no pudieron complacer los pedimentos infantiles entonces. Pasaron dos navidades más en más o menos los mismos términos. Y en ese recuerdo, Papá Noel identificó plenamente a estas tres pequeñas hermanas a las que hace treinta años bautizó como las “Hermanas Grinch”.
* * *
Dice el refrán que “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no lo alcance”, o algo así. El Fiscal General dio un informe detallado del secuestro de Santa Claus desde sus oficinas ante unos 100 reporteros de medios nacionales e internacionales.
Chulada de mensaje que nos quedó para que José Torillo, informara que la dependencia a su cargo actuó inmediatamente gracias a una llamada ciudadana que alertó del hecho. Que se emplearon cuatro equipos de reacción inmediata, seis binomios caninos (o sea parejas de perros) y dos unidades especiales de rescate, etcétera, etcétera.
La parte que mejor nos quedó fue la conclusión. Una joya judicial, carajo, que seguro vuelve al Fiscal presidenciable:
–“Debido a la estrategia empleada y sin hacer ni un solo disparo de arma de fuego, puedo informarle al público, a la ciudadanía y al mundo que el señor Nicolas de Bari, quien responde a los apócopes de “Santa Claus”, “San Nicolás” o “Papá Noel”, fue liberado esta misma tarde por elementos de esta corporación”.
Ya lo vi en los encabezados de periódicos y noticiarios: “Fiscal General salva la Navidad”. Bueno, llegaría hasta la portada de la revista Time: “Saving Christmas”. Tras el anuncio del rescate de Santa, los flashes de las cámaras fotográficas y los murmullos de la prensa eran incontenibles. Y se pusieron peor (o mejor) con el final del informe:
–“Debo informar también, prosiguió el Fiscal, que los responsables del secuestro
fueron detenidos y en este momento están rindiendo su declaración ante la Subdirección de Investigación contra el Crimen, la SIC, lo que nos proporcionará detalles del móvil y de los autores intelectuales del mismo. Muchas gracias y feliz Nochebuena”, concluyó Torillo.
* * *
La tensión era brutal. Las chicas se sentaron amenazantes sobre el costado derecho del cuerpo de Santa. Empezaron a rodearlo con fotografías de mujeres desaparecidas, víctimas de feminicidio, de abuso y violencia sexual.
Su solicitud de venganza era contundente.
– “Hace 30 años te pedimos igualdad, equidad, que no hubiera más violencia contra las niñas. Que hubiera oportunidades para que jugaran futbol o las aceptaran en el equipo de oratoria de la primaria”, le dijo la mayor.
–“Pero no”, continuó la de voz ronca. “Estabas más preocupado en conseguir los regalos materiales que pedían los niños más privilegiados. Te importaba más resolver la crisis de la crisis económica que nuestras peticiones”.
–“Deberías dejar que la señora Claus haga tu trabajo. Por primera vez, una mujer debería asumir el poder que has ostentado por siglos”, le sugirió la tercera de sus captoras.
Esa noche, el Fiscal General informó que Santa estaba bien, sano, salvo y que la Navidad no se suspendería.
Pero esa misma noche, Santa decidió colgar las barbas y dejar de ser el benefactor de los regalos mágicos.
–“Mi señora y los duendes harán su trabajo”, se reconfortó.“Al final, Santa no existe. Santa son los… agentes especiales que ensayaron su misión durante El Buen Fin”.
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