Putin y la violación de la Tregua Olímpica

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El régimen de Vladimir Putin es el principal obstáculo para la Tregua Olímpica; las acciones de su gobierno han afectado a sus propios los atletas.

Cuando en el siglo VIII a. C. los padres fundadores organizaron los primeros Juegos Olímpicos, idearon también un concepto conocido como ekecheira o “Tregua Olímpica”.

Se trataba de una principio sagrado, en el que se suspendían los conflictos bélicos entre las antiguas ciudades-estado, para facilitar el libre tránsito de los atletas sin que fueran tomados prisioneros al cruzar los territorios en disputa.

Para 1992 —cuando los juegos Olímpicos ya en la era moderna tuvieron lugar en Barcelona— el Comité Olímpico Internacional (COI), entonces presidido por Juan Antonio Samaranch, recuperó la antigua tradición y exhortó a todas las naciones a respetar la Tregua Olímpica.

Desde aquel lejano 1992, prácticamente en cada ciclo olímpico, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hace un llamado para que se suspendan las acciones bélicas siete días antes y siete días después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos.

Sin embargo, en este 2024, el régimen de Vladimir Putin es el principal obstáculo a la Tregua Olímpica y, de la mano, muchas de las acciones de su régimen han terminado por afectar a sus propios atletas.

RUSIA, UN DOLOR DE CABEZA

Desde los tiempos de la Unión Soviética, el régimen de Moscú ha sido un dolor de cabeza para el movimiento olímpico.

El 24 de diciembre de 1979 la URSS invade Afganistán, lo que le valió un boicot a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, encabezado por Estados Unidos y secundado por otras 50 naciones.

Cuatro años después, la Unión Soviética devolvió la moneda y boicoteó,  junto con otras 15 naciones del bloque socialista, Los Ángeles 1984. Ese grupo de naciones incluso organizó una “contraolimpiada” llamada “Juegos de la Amistad”- 

Algunos años después, con la URSS recién disuelta, una delegación compuesta por atletas de 12 ex repúblicas soviéticas debió participar justo en Barcelona 1992 como Comunidad de Estados Independientes y con la bandera del movimiento olímpico.

Los medallistas de oro de aquella delegación vieron izarse una bandera y escucharon un himno que no eran los suyos.

Tiempo después, ya en Río 2016, Rusia fue suspendida de aquellos Juegos Olímpicos cuando se descubrió el programa de dopaje institucional operado desde el propio gobierno.

Cabe recordar que la denuncia fue hecha por el doctor que encabezó el programa de dopaje ruso, Grigori Ródchenkov, el cual dio pie a la realización del documental Icarus, dirigido por Bryan Fogel y estrenado en la plataforma Netflix el 4 de agosto de 2017.

En el documental, el médico expone claramente y paso a paso cómo hacía para burlar los controles antidopaje.

Ahora, los atletas rusos no participaron –salvo en algunos casos individuales– en París 2024 como consecuencia directa de la invasión rusa a Ucrania, iniciada el 24 de febrero del 2022.

Esta sanción, cabe recordar, se suma a las de la Unión Europea de Futbol Asociación (UEFA) y de la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA), quienes también suspendieron a los clubes y la selección rusa de sus respectivas competiciones.

En el 2023, consumada la invasión a Ucrania, Rusia incluso tomó control de los comités olímpicos en los territorios invadidos por sus tropas.

Hoy, Rusia está prácticamente excluida del deporte internacional.

PUTIN Y LA TREGUA OLÍMPICA

A juicio de Andrés Martínez, académico y asesor del presidente de la Arizona State University, las restricciones a la participación de los atletas rusos en París 2024 tienen como objetivo sancionar al régimen de Vladimir Putin, pero sin crear un precedente que se pueda aplicar a otras naciones.

Es decir, el COI busca castigar a Rusia —por los agravios al movimiento olímpico más que por la invasión a Ucrania— pero sin abrir la puerta a sanciones para otras naciones, como Israel y su política hacia el pueblo palestino.

Específicamente, considera que “es interesante cómo un símbolo, de la aspiración de las olimpiadas busca ser algo más allá del deporte, ser una influencia para la paz y está muy ligado al idealismo de Pierre de Coubertin”.

“Entiendo —continúa— que los organismos deportivos no quieran ser jueces de todos los conflictos geopolíticos alrededor del mundo, porque eso nunca acaba. Por esa razón utilizan, en el 2022, el hecho de que Putin viola algo muy simbólico, como es la Tregua Olímpica, como justificación para las sanciones”.

LOS DEBATES QUE VIENEN

Para Andrés Martínez, hacia adelante todavía existen una serie de debates que requieren de una definición.

El primero es definir qué país y en qué condiciones puede ser anfitrión de los Juegos Olímpicos.. 

“Si el deporte va a ser un espacio donde solamente van a participar sociedades y países que tienen 100% apego al Estado de Derecho, que no violan derechos humanos y que no se meten en pleitos con otros países, quizás solo vayan a participar los países escandinavos”, comenta.

Dicho de otra forma: “¿Tienes que ser una democracia para participar en los Juegos Olímpicos? ¿China debería ser anfitrión de una olimpiada no siendo lo que nosotros, en nuestras sociedades norteamericanas, consideramos una democracia?”.

El segundo dilema tampoco es menor; es decir, definir quién participa en unos Juegos Olímpicos: ¿atletas o naciones?

Esto, porque en los casos en los que se han boicots a Juegos Olímpicos, por las acciones políticas o militares de un país en particular, los afectados han sido atletas individuales que jamás han empuñado un arma o agredido a otro ser humano.

“Los Juegos Olímpicos se enredan mucho en esto”, reconoce.

“Es algo que Thomas Bach (presidente del COI) ha repetido en conferencias de prensa donde se le ha preguntado por el caso de Israel. Él siempre nos recuerda que las olimpiadas son para atletas, pero los aficionados, desde que comienzan los juegos en la era moderna a finales del siglo XIX, lo ven como una competencia entre países”, advierte.

En las ceremonias inaugurales “los atletas desfilan país por país; entonces, es muy difícil decir que es una competencia para atletas. Entonces, ¿a quién estás sancionando? ¿Al atleta ruso, a Putin o al gran público en Rusia que quiere ver a sus atletas competir?”.

“No hay respuestas fáciles a esas incógnitas”, concluye el académico.