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Por Enrique Hernández Alcázar
El turno al bat es de Claudia y sus primeros robos de base han sido calculados, bien pensados, tersos. Sus primeros seis nombramientos de su futuro gabinete complacieron a propios y extraños. Hubo para todos: para los inquietos mercados, para los duros de la izquierda y para los más ‘progres buena ondita’.
Marcelo Ebrard, Ernestina Godoy y Juan Ramón de la Fuente representaron estas tres premisas. Son producto de la capacidad política de la casi presidenta electa para dar certezas a los de la lana, para tranquilizar a los de casa y para marcar diferencias con el presente gobierno.
A muchos sorprendió que empresarios del sector privado, medios no alineados con AMLO y otros personajes y sectores que no son cuatroteístas, celebraron estos primeros nombramientos de Claudia Sheinbaum para el gabinete que habrá de acompañarla a partir del 1 de octubre. Varios destacaron que el peso y los mercados se tranquilizaron ante las primeras designaciones. Pero… ¿sorprendió? ¿O solo es parte del clásico conceder el beneficio de la duda al futuro nuevo sexenio?
Con altísimo contraste cabecearon sus portadas los dos medios que, podríamos decir, representan a cabalidad la polarización que tanto decimos que padece este país: Reforma y La Jornada. El diario de la familia Junco tituló su nota de ocho columnas: “Nombra a expertos; aplauden perfiles”. En tanto, el periódico que dirige la amiga personal de AMLO colocó la nota de Sheinbaum como nota de tercer nivel; los jornaleros dieron su portada a una declaración presidencial, una fotonota sobre las lluvias intensas en Nuevo León y, debajo, la noticia de Shienbaum: “Ebrard va a Economía y Rosaura Ruiz a la nueva Secretaría de Ciencia”.
Vean las diferencias:
En el ejercicio periodístico, crítico, a veces con sátira y sarcasmo, cada vez que inicia un sexenio surge invariablemente una sugerencia. Jefes de redacción, responsables editoriales, directivos y dueños de las empresas de comunicación suelen decir que “a los nuevos” hay que concederles 100 días de prueba. Una centena de jornadas de 24 horas para darles el beneficio de la duda.
En los últimos cuatro gobiernos federales no ha servido de mucho. Quizá por eso no cumplo con la mentada sugerencia. Los errores, los malos pasos y los trapitos sucios hay que mostrarlos cuando suceden. Lo cierto, es que desde hace meses hemos visto la transformación de varias empresas periodísticas. Son épocas de acomodo y de reconstrucción de las relaciones entre los medios de información y el poder público; entre el poder público y el poder económico.
Desde la campaña electoral, el equipo de la exjefa de Gobierno de CDMX tuvo reuniones en privado, muy en privado, con dueños de conglomerados mediáticos y económicos para -fundamentalmente- ofrecerles una relación distinta. Fue un compromiso para decirle adiós a los agravios, los insultos y las descalificaciones en el discurso presidencial. Una jugada inteligente de la Doctora, pero que no agradó del todo a López Obrador ni a su círculo, séquito, más cercano.
Ya veremos si esta estrategia de deslizar matizadamente el peso de la matinal forma de gobernar, a la que restan poco más de tres meses, funciona o se tropieza con la saliente cola de AMLO en las puertas de Palacio Nacional.
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