Al Aire, la columna de Enrique Hernández: Mexa Succession 2024

Siobhan Roy era la más astuta -aunque infiel- para serlo, al menos a juicio de este fan de la serie ‘Succession’ de HBO.

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Logan Roy engaño a su única hija varias veces. Le hizo creer que sería la heredera y operadora de su imperio. Al final, el padre se fue de este mundo antes de tiempo, dejando la incertidumbre sobre cuál de sus tres descendientes sería el mero mero para honrar su legado. Lo cierto es que Siobhan Roy era la más astuta -aunque infiel- para serlo, al menos a juicio de este fan de la serie ‘Succession’ de HBO. Hoy, el ‘magnate’ de la política mexicana no tuvo dudas en designar a su sucesora. Su hija pródiga. Y aunque todavía no se va de este mundo, ni a “La Chingada”, ella ya asume poco a poco ese poder y se advierten sutiles diferencias en el modo personal de gobernar.

Por Enrique Hernández

A veces me pregunto por qué los jóvenes, y los no tanto, nos dejamos seducir por series audiovisuales como Succession o como Game Of Thrones teniendo frente a nuestras narices casos de la vida real como la política mexicana que tiene todos los ingredientes de cualquiera de esos productos que se ven en las plataformas: intriga, traición, pasión, poder, ambición desmedida, corrupción y trampas al por mayor.

Estas dos semanas después de la arrasadora victoria de Claudia Sheinbaum en la elección presidencial, pusieron al centro del debate un tema fundamental: ¿quién va a gobernar el país de aquí a que termine el sexenio? No planteo quién va a gobernar a partir del 1 de octubre próximo porque, en términos reales, lo hará la exjefa de Gobierno. Planteo, en cambio, ¿quién va a dominar en la narrativa de la transición de poderes?

En julio de 2018, Enrique Peña Nieto, presidente en funciones, abandonó el gobierno a los dos días de que Andrés Manuel López Obrador arrasara con la oposición y se convirtiera en el candidato presidencial más votado de la historia. Cinco meses antes del cambio de poderes.

Entre el icónico paseo entre Peña y AMLO por los pasillos de Palacio Nacional y la histórica conferencia conjunta que ofrecieron, el último presidente del PRI dejó el changarro en manos de su sucesor. Y así sucedió. Con el impresionante imán de la victoria clara, el tabasqueño decidió -a través del pueblo bueno y una consulta popular a modo- la cancelación del proyecto estrella que había echado a andar Peña: el Aeropuerto de Texcoco.

Hoy, Andrés Manuel -en modo presidente saliente- tardó ocho días en recibir a la ganadora de la elección presidencial. Seis días más que Peña Nieto. Con todo y que Claudia es de su mismo partido, de su misma coalición, de su mismo dedito y con su bastón de mando designado. ¿Por qué? Conociendo al ciudadano presidente, para guardar las formas. Y para seguir mandando hasta el último minuto. Es más, va a placear a su ganadora en las giras que haga los fines de semana. A pesar del triunfo arrollador, casi seis millones de votos más de los que consiguió el propio amado líder en 2018, AMLO no ha hecho más que recordar que aquí sus chicharrones siguen tronando. Y si no lo creen, pregúntenle al peso y a los mercados.

Mientras tanto, la virtual presidenta electa tuvo llamadas internacionales de felicitación inmediatamente después de su victoria. Habló con Joe Biden, con Justin Trudeau, con el Banco Mundial y una larga lista. Y también recibió llamadas locales. Habló con Xóchitl Gálvez, con Jorge Álvarez Máynez y con el propio López Obrador.

En su primer discurso tras los resultados del INE, Sheinbaum Pardo prácticamente repitió el discurso de AMLO. En el discurso del Zócalo también. Hizo suyas los “no los voy a defraudar”, “amor con amor se paga” y otras frases típicas del actual inquilino de Palacio. Hizo suyo, desde la campaña y antes de ella, el Plan C de su líder político.

¿Por qué sorprendería a los abatidos opositores que la Doctora no rompa con su el máximo impulsor y aún valioso activo político? ¿Sería lógico que rompiera en un exabrupto con quien le pavimentó (haiga sido como haiga sido) el camino a la presidencia? Sería un absurdo… Sin embargo, no oculta que haya diferencias fundamentales entre persona saliente y persona entrante.

El ejemplo más claro fue durante la pandemia por Covid-19. Mientras el presidente López Obrador se burlaba de la sana distancia, se opuso a usar cubrebocas y llamaba a la población a abrazarse y a usar detentes como medida de protección, la jefa de Gobierno lanzó una campaña para usar masivamente el cubrebocas, para guardar la sana distancia y -en más de una columna política y chats entre morenistas- se supo de sus airadas discusiones y desacuerdos con el designado por AMLO para combatir la emergencia sanitaria: Hugo López-Gatell.

Ivermectina aparte, Sheinbaum es más disciplinada en el ejercicio administrativo de gobierno y mucho más cauta en sus discursos públicos que López Obrador. Es evidente que no tiene el carisma, el colmillo retorcido, ni el abanico dicharachero del actual presidente. Pero escucha a sus cercanos, le hace caso a quienes integran su equipo de trabajo y se sabe rodear de gente más preparada y que no tiene miedo de expresarle las cosas tal cual son. Toma decisiones más al estilo del método científico, digamos. Y sabe “desobedecer”, sin que se note, a Andrés Manuel.

Como AMLO hizo su consulta sobre Texcoco antes de sentarse en la silla maldita de Palacio, Claudia Sheinbaum ya organiza su encuesta sobre el Poder Judicial. Con la salvedad de que ella y su equipo no han descartado que podría ajustarse la Reforma original enviada por el Ejecutivo al Congreso. ¿Se atreverá a mover una coma? Ya veremos si llega ese punto y aparte. Si llega, no duden que será discreto y no en plena conferencia de prensa transmitida en redes sociales y en plataformas digitales. Porque ella lo advirtió esta semana: “no van a ver un rompimiento con el presidente”. Insisto: si sucede, será en privado.

En esta Mexa Succession 2024 va a estar muy interesnate saber quién interpretará los papeles de Kendall, Siobhan, Roman, Gerri, Tom, Connor, Lukas y Greg cuando llegue el ocaso de nuestro Logan tropical. ¿O no?

 

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