COLUMNA | Al Aire: Las campañas se fueron a la veda

COLUMNA | Al Aire: Las campañas se fueron a la veda

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Por Enrique Hernández Alcánzar 

 

La veda electoral es ese extraño periodo de tres días que separan al final de las campañas de la jornada electoral. Es decir, lectores, que tendrán jueves, viernes y sábado para decidir por quién van a votar. No solo para la Presidencia, sino también para gubernaturas, alcaldías, diputaciones locales, diputaciones federales, senadurías… y lo que se nos acumule.

Con plegarias, promesas y fiesta, se acabaron las campañas electorales. Xóchitl Gálvez se encomendó al señor, Claudia Sheinbaum prometió guardar el legado del otro señor y Jorge Máynez armó un señor concierto para la chaviza.

Noventa días de campañas y 52 millones de spots electorales después, la hora llegó y nuestra intrincada Ley Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales nos regala tres días, tres, para reflexionar, echarle coco, pensar y decidir informadamente nuestro voto.

Mientras tanto, candidatas, aspirantes y partidos tendrán que irse a la veda, a la ley seca de saliva, al silencio momentáneo. Que es un decir, porque en anteriores procesos muchos de ellas y ellos se pasan la veda por el arco del triunfo. Mandan mensajes vía SMS, te llaman al celular o a tu casa, deslizan campañas audiovisuales en las redes sociales y monadas por el estilo.

Más de 20 mil cargos de elección popular están en juego este domingo. ¿Cuántos vas a elegir tú? ¿Cuántas boletas tendrás que cruzar? ¿Cuántos nombres que ni te topas aparecerán ahí? ¿Vas a votar?

Es tan sencillo como esto: si quieres que gane X o Y candidata o candidato, ve a votar. No hay de otra. Si crees que ninguna opción te representa ni te convence, ve a votar y cruza toda la boleta en protesta. Pero ve a votar. No dejemos que nadie se aproveche de nuestro lugar en la lista nominal de electores. Somos más de 98 millones de ciudadanas y ciudadanos registrados de los que se prevé votemos un 60% y un piquito más. Que las últimas encuestas no condicionen tu derecho y obligación de asistir a las casillas.

“¿Pa’que voy si ya va a ganar equis?”

“¿Pa’que voy si ya perdió mi gallo?”

“¿Pa’que voy si ya está todo decidido?”

Son expresiones que uno escucha en algún café, en la fila de la tienda, del chofer del taxi. Nada más incierto que no hacer algo porque creemos una bola de cristal ficticia que está enquistada en nuestra voluntad. Déjenme decepcionar a estos indecisos funcionales que su pronóstico puede estar muy equivocado. Es más, que pueden aspirar a que se cumpla, a que ganen esa quiniela familiar o de oficina, y su aspirante favorito se corone en los conteos rápidos. Uno nunca sabe.

Así que, en esta columna en plena veda, los conmino a pensar bien quién quieren que sea la o el que nos va a gobernar durante los próximos tres o seis años. Hay que pensarle bien. Sí, en fin de semana, sin alcohol a la venta en el Seven y con los millones de ‘spots’ atravesados en tu cerebro, en tus oídos, en tus plataformas digitales y en cada poste que un pendón te dio.

Luego no digan que no se les dijo.

 

 

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