¿Qué pasó en el cielo de la CDMX? Nubes reticulares y Dispersión Rayleigh 

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Esta tarde, usuarios de redes sociales, provenientes, principalmente, de Ciudad de México reportaron la aparición de nubes de formas muy particulares. De acuerdo con científicos de la UNAM se trata de nubes lenticulares, que se caracterizan por su apariencia similar a la de un lente convergente o platillo.

Estas nubes son comunes en la atmósfera terrestre como parte de un fenómeno meteorológico estacionario, habitualmente durante el otoño, y no suponen ningún peligro. Es habitual que se formen en zonas donde existen sistemas montañosos, su formación en otros espacios está relacionada con el movimiento del aire y la topografía del terreno.

A la aparición de estas particulares nubes, se sumó un cielo de color carmesí que fue fotografiado por cientos de capitalinos.

El cielo rojo al atardecer también es un fenómeno natural que ocurre debido a que la luz del sol está compuesta por diferentes longitudes de onda que interactúan con la atmósfera terrestre de diferentes maneras. La longitud de onda es la distancia entre dos “crestas” sucesivas de una onda.

A esto, se suma el hecho de que los ojos humanos pueden ver un cierto rango de longitudes de onda, que corresponden a distintos colores: desde el rojo (longitud de onda más larga), pasando por anaranjado, amarillo, verde y azul, al violeta (la longitud de onda más corta).

Entonces, de acuerdo con los científicos, durante el día, la luz azul se dispersa con más facilidad debido a su corta longitud de onda, lo que hace que el cielo parezca azul. En cambio, durante el atardecer, cuando el sol está más bajo en el cielo, la luz debe viajar a través de más atmósfera antes de llegar a los ojos de las personas.

En este proceso, la luz azul se dispersa aún más, mientras que la luz roja se desvía menos, lo que hace que el cielo parezca rojo.

Otro factor que influye en que ocurra este fenómeno es que la atmósfera terrestre es una mezcla de moléculas gaseosas (78% nitrógeno, 21% oxígeno, 1% argón y vapor de agua, trazas de otros gases); y en combinada con partículas de polvo, cristales de hielo, cenizas, etc. se hace más densa cerca de la superficie terrestre. En el vacío, la luz viaja en línea recta y sin nada que la perturbe. Al penetrar en la atmósfera, la luz puede chocar contra un grano de polvo o en una molécula.

En cada uno de estos casos pasan cosas distintas: Los granos de polvo y las gotitas de agua son de tamaño mucho mayor que la longitud de onda de la luz visible, por lo tanto actúan como “espejos” que reflejan la luz incidente en diferentes direcciones, sin cambiarle el color.

Las moléculas son más chicas que la longitud de onda de la luz visible. Cuando una onda luminosa choca con una molécula, ésta puede absorber la luz, y luego la emite en cualquier otra dirección. Este fenómeno se llama dispersión. Pero las moléculas son mucho más eficientes para dispersar la luz de longitud de onda corta (azul) que la luz de longitud de onda larga (rojo).

Este proceso fue estudiado por el físico Lord John Rayleigh hacia 1870, por eso se lo conoce como “dispersión Rayleigh”.

 

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